MURCIA. Mucho antes de que llegara el 5G, el 2G incluso antes de que existieran los móviles, yo ya pillaba cobertura debajo de mi sombrilla. De hecho, es una de las cosas que más disfruto de la temporada estival al igual que usted ¡y lo sabe! Este momento del año nos permite observar como voyeristas las actitudes íntimas de los que nos rodean, disfrutando como auténticos Hannibal Lecters, sociópatas ávidos de las historias que el vecino de sombrilla disecciona deliciosamente sin saberlo para nosotros.
No hay Gran Hermano mejor que una sombrilla como paraguas y una toalla en la arena para asegurarnos la mayor cobertura. Como ve son años depurando la técnica. Desde ahí abajo empiezas a sintonizar un poco de aquí, un poco de allá, lo que ha preparado hoy para comer fulanita, la matrícula de la universidad de la hija de menganita, hasta que por fin pillas onda de la buena: las miserias de una familia como la tuya donde ocurren cosas como las tuyas. ¡Qué descanso saber que no estás sola en el mundo! Hay más alienígenas como tú.
Aquí constatas cómo el género nos define: los patrones de conversación en hombres y mujeres son iguales año tras año y no suele haber intercambio de papeles. Las de ellos son mucho más formales y serias: quién ha conseguido para la empresa la operación al menor tipo de interés posible o más bien imposible, la maravilla de coche que se ha comprado incomparable a otro en el mercado en su categoría o la última caja de vino que ha encargado de aquella exclusiva bodega de la campiña francesa. En resumen, a ver quién la tiene más larga. Nosotras somos adictas a las conversaciones del corazón: la separación de Mari Pili que se veía venir desde hace años, el viaje maravilloso que hizo y que la amiga tiene que hacer a toda costa porque si no, no tiene sentido el haber venido a este mundo o las gangas que ha conseguido de esa tienda que está en liquidación por cierre y de la que tu tomas buena nota.
Pero si hay una conversación playera por excelencia, un clásico donde los haya, un Casablanca del verano, es cuando sintonizas con la ola la palabra barbacoa. Curiosamente siempre es una conversación de ellos, donde todos los machos alfa despliegan su sabiduría matarife. Vamos que te pasas el año como Elena Santonja "siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina", y ahora el perla se pega tortas por ser el que le da la vuelta a la panceta ajena. Todos conocen la mejor carnicería de la zona donde traen buey del mismísimo León a diario, intimísimo suyo, y la frutería donde mercadean los tomates directos de Muchamiel y de las sardinas ni hablamos, que aún se ofrece alguno a pescarlas él personalmente para los espetos. Corren litros de cerveza y vino, metros de longaniza y cascabeles varios para estropear el gin tonic. Sí, como ha adivinado, los mismos que luego se piden el zumo de naranja colado.
Desde la falsa intimidad que te da el quitasol, las gafas y la gorra calzada hasta la nariz, nos erigimos fisgones oficiales de las vidas ajenas donde sin darte cuenta al final del verano te has convertido en juez y parte. En verano se acabaron los realities y los folletines de revista, ¿qué mayor disfrute que el cotilleo y las desventuras reales de alguien de carne y hueso como tú? Así es la naturaleza humana, siempre a la expectativa de la desdicha ajena para olvidar la propia.
Gracias por su lectura.