El presidente Volodimir Zelensky está nervioso. La crudeza del conflicto palestino-iraelí ha dejado de lado la guerra en Ucrania. Aparcado de la actualidad y de los presupuestos generales de los Estados Unidos de América, el Gobierno de Kiev ha movido, ha fichado y ha acordado de urgencia una cita con la presidenta de la Unión Europea (UE), Ursula von der Leyen, con una reunión no anunciada en la capital ucraniana durante el fin de semana, en la sede de su Parlamento, en la Rada. El motivo era el anuncio de la apertura de negociaciones para su entrada en la UE. Es decir, para elevar la moral de la tropa.
Fue a primera hora del sábado pasado cuando el grupo de whatssap de prensa de la Comisión Europea lanzaba chispas. La primera en alertar fue una periodista rusa, precisamente, corresponsal en Bruselas -tienen buenas fuentes-: "Buenos días, ¿alguna declaración o rueda de prensa planificada para hoy en Kiev?" -transcrito del inglés-. No fue hasta casi las dos de la tarde cuando el servicio oficial de prensa respondió a ésta y otras llamadas de información, con un declaración embargada hasta su publicación horas después.
La presidenta Von der Leyen se había desplazado por sorpresa a Kiev para anunciar a Zelensky, ante la Rada, la apertura de negociaciones este año previo a su adhesión como miembro de la UE. Pero no estaba en su agenda. Y, además, esta propuesta de la Comisión aún debe pasar por el resto de instituciones europeas, Consejo y Parlamento, para su aprobación. Supongo que al presidente ucraniano ya le habrán asesorado sobre los Tratados, en los que no se prevé ningún procedimiento de urgencia ni plazo de admisión. La adhesión requiere un exhaustivo proceso de negociación de unos 33 capítulos, que puede durar un mínimo de 10 años. De ahí que la UE se planteara el año pasado su segunda expansión hacia el Este, pero a partir de 2030.
Y, por ello, Von der Leyen recuerda en su declaración del sábado al presidente ucraniano las siete fases previas que se le plantearon en 2022, cuando precipitadamente otorgaron a Ucrania el estatus de país candidato y que, parece, ha cumplido en un 90%. Pese a que era la primera vez que ello ocurría con un país en guerra, su adhesión no tendrá lugar mientras no termine el conflicto. Y eso es así porque Europa puede cometer muchos errores, pero no es suicida. El artículo 42,7 del Tratado de la UE establece que "si un Estado miembro es atacado en su territorio, el resto deberán apoyarle para repeler la agresión". Es decir, supondría que entraríamos en guerra con Rusia. Todos.
La presidenta de la UE le hace un lavado de cara a Zelensky alabando sus medidas para acercar Ucrania a los estándares democráticos europeos, en un momento en que salen a la luz escándalos de corrupción con los fondos europeos y que, tanto Bruselas como Washington, le piden explicaciones sobre el destino de la ingente ayuda financiera que está recibiendo desde hace año y medio. Son ya numerosos los miembros de varios ministerios y gobernadores regionales los que han sido cesados por corrupción.
En este contexto, Von der Leyen se congratulaba de los millones de euros recibidos por Ucrania hasta el momento, “mucho más que ningún otro país recibió del Plan Marshall después de la II Guerra Mundial”. Y, en este mismo contexto, el gobierno de Joe Biden anunciaba hace un mes que la ayuda a Ucrania aún no tenía ninguna partida en los presupuestos generales de los Estados Unidos.
Zelenski se había desplazado a finales de septiembre a la Casa Blanca, donde el recibimiento no fue el mismo que en los primeros meses de la guerra. En un amplio reportaje de la revista Time firmado por Simon Shuster, la prensa norteamericana ya no esconde el desafecto por un conflicto que dura demasiado y que está llevando de forma acelerada a una crisis que golpea al pueblo norteamericano en un año electoral. “Nadie cree en la victoria como creo yo…, nadie”, se lamentaba el presidente ucraniano.
Cansado, desencantado y enfadado, así encontraron a Zelenski los periodistas de Time, que decidieron seguirle durante toda la visita y el viaje de vuelta. Zelenski se niega en banda a sentarse a negociar con Rusia. Es el único que cree en la victoria. Incluso sus asesores más cercanos reconocieron que no están ganado la guerra. Pero no se lo pueden decir. Ya no se le recibe en Washington como a un héroe ni se les ovaciona desde el balcón presidencial. En una reunión en el Senado, le preguntaron directamente: “Si no te damos la ayuda, ¿qué pasará?”. Zelenski les respondió: ”Que perderé la guerra”. Y no será por sorpresa…