MURCIA. Era todo un personaje, un tipo de los que no pasan desapercibidos y que se hacía querer, aunque no le conocieras o apenas hubieras intercambiado sólo unas palabras con él. Y digo era porque ya no nos lo cruzaremos ni nos resonarán esas frases tan suyas pronunciadas voz en grito y tan cargadas de razón.
Romero, quien a sus 63 años falleció en la calle, donde vivía, ha dejado de ser ese peculiar vecino al que se veía pasear por Ranero, San Basilio y Santa María de Gracia, donde se le echa de menos.
Curiosamente se fue sin hacer ruido al fallecer por causas naturales y, como si de una historia de Navidad se tratase, en el paseo Duques de Lugo, en ese banco en el que se sentaba a descansar entre caminata y caminata, hoy hay velas, flores, una barra de pan y tres fotografías suyas.
Es el tributo de quienes trataron a este hombre menudo y afable al que recordaremos con su pelo y su larga barba blanca y sus proclamas.
"Respeta y te respetarán", solía decir a los jóvenes que encontraba a su paso y precisamente bastantes chicos y chicas, al conocer su muerte, colgaron historias en Instagram como cariñosa despedida.
Romero tenía ese punto de locura expresada por unos pocos aunque compartida por muchos más. "Hay gente buena en la tierra, pero también está el infierno entre nosotros", recuerda haberle escuchado una vecina que también le oyó decir que "cuando todo esto pase deberemos darnos un gran abrazo".
Es el legado de alguien bueno que se ha ido con algo tan preciado como el afecto de quienes hace unos días le bajaron desde sus casas mantas y una sopa caliente y que en estas fechas tan entrañables lamentan su ausencia.