CARTAGENA. Un suspiro de alivio recorrió este viernes la Región cuando las huestes peperas y las de Vox fueron enterándose de que sus respectivos dirigentes habían alcanzado un acuerdo de Gobierno. Los mensajes telemáticos proliferaban, preguntando unos si no se trataría de un bulo y pidiendo otros detalles del contenido. Unos detalles que, en aquel momento, no conocíamos, excepto la certeza de que Vox habría conseguido al menos una Consejería.
Eso podíamos darlo por seguro toda vez que se trataba de un pacto no flop-no flop. Los más conocidos son los pactos win-win, en los que ambas partes ganan algo que no podrían haber conseguido sin pactar. En esas situaciones lo única estrategia racional es pactar. Distinto es el caso de lo que yo llamo pactos no flop-no flop, en los que cada una de las partes se arriesga a perder algo si no pacta. En esas situaciones es crítica la matriz de ventajas y desventajas de las partes.
Como en muchos problemas de Física, el meollo de la cuestión reside en las simetrías de la negociación. Y hay dos simetrías básicas. La primera es si las fuerzas de los contendientes están equilibradas o una predomina sobre la otra. En este caso, claramente el PP, con 21 diputados, predominaba sobre Vox, con solo 9 diputados. Sin embargo, esa dominancia pepera quedaba lastrada por un efecto umbral: sin 23 diputados no estaba asegurado hacerse con el gobierno.
En resumen, le faltaban 2 diputados para alcanzar una mayoría efectiva, no solo numérica. Es ese efecto umbral el que probablemente va a impedir gobernar a Feijoo, y podría haber impedido que gobernase Miras.
La segunda simetría reside en si ambas partes arriesgan lo mismo ouna de las partes corre más riesgo que la otra. Si las desventajas son equivalentes, el pacto se dificulta, pues la parte dominante no encontrará motivos para ceder. En cambio, si la parte dominante corre más riesgos de fracasar si no pacta, es más probable que ceda. Y ese ha sido justamente el caso de esta negociación.
En efecto, Vox apenas corría ningún riesgo por no pactar. Si quedaban fuera del gobierno, ¿para qué apoyar a Miras? Incluso si tras la repetición de las elecciones quedasen fuera del gobierno, no habrían empeorado su situación. Por tanto, se podían permitir el lujo de la inflexibilidad: o Consejería o nada.
Distinta era la situación del PP. En su caso repetir las elecciones podría haberles conducido a perder un gobierno que, pactando, tenían asegurado. Por tanto, su incentivo para pactar era mucho mayor que el de Vox. Sencillamente porque tenían mucho más que perder. Lo racional, entonces, era aceptar una estrategia no flop (no fracasar). O sea, evitar el riesgo de empeorar en ausencia de pacto.
De ahí que hayan cedido. Cuando sus portavoces, en un intento de dignificar la cesión, hablan de que han evitado a los sufridos electores repetir su viaje a las urnas, en realidad están diciendo que han evitado a su partido el peligro que les acechabatras repetir las elecciones. Ya señalé en un artículo anterior que la teoría aconsejaba pactar cuando se podía gobernar sin repetir las elecciones. Y ese teorema de la teoría política se ha cumplido.
Se preguntará, entonces, el avispado lector por qué no concedió Miras hace cien días las consejerías a Vox que ahora le ha dado. ¿No se daban entonces las mismas asimetrías que ahora? En contra de los que dicen que estos tres meses de interregno eran puro teatrillo y que desde un principio ambos partidos habían llegado a un acuerdo, o al menos preveían que era ineluctable que llegasen a un acuerdo, el riesgo de repetir las elecciones era perfectamente real hasta hace poco. Nunca ha habido teatrillo.
Por un lado, Vox estaba decidido a no ceder. Y lo argumentaba de forma parecida a cómo antes he expuesto. Por otro lado, tampoco el presidente Miras estaba dispuesto a ceder. Y tenía tres motivos: estaba escaldado de la pasada experiencia de su gobierno de coalición con Ciudadanos con el apoyo de Vox, creía que Vox no se atrevería a votar junto con el PSOE y con lo que ahora es Sumar para bloquear su nominación, y esperaba mejorar si se repetían las elecciones. La confluencia de la ventaja numérica en diputados del PP con su expectativa de mejorar era letal para el pacto.
¿Qué ha variado entonces? Sustancialmente, se ha esfumado el segundo punto de apoyo del PP: se había debilitado mucho su confianza en que no había que temer repetir las elecciones. Al principio el panorama nacional era muy distinto del actual. Recién salidos de unas elecciones autonómicas en la que el PP se había hecho con 11 de las 17 autonomías, todo indicaba que seguiría mejorando en las futuras elecciones. Y las encuestas, tanto regionales como nacionales, corroboraban esa previsión.
Sin embargo, todo eso se vino abajo el 23 de julio: el PP no sumaba mayoría absoluta con Vox y, en consecuencia, no iba a gobernar en España. Todavía quedaba la esperanza de que Sánchez tampoco gobernase, pero esa segunda trinchera, aunque no por completo cegada, se ha debilitado también. Tras cuatro décadas de negar la compatibilidad de las amnistías con la democracia, los socialistas, mutados en sanchistas, están dispuestos a destrozar su propia doctrina con tal de conservar el gobierno.
Tras esos cambios, el sistema inicial de simetrías se había roto: ahora resultaba una autentica aventura repetir las elecciones en la región. Y de ahí la cesión de Miras. Era lo racional, habida cuenta de las nuevas circunstancias.
Lo curioso es que la cesión de Miras también cambió la matriz de ventajas y desventajas de Vox. Ellos querían un puesto en la Mesa de la Asamblea y la consejería de Agricultura, con mando en el Mar Menor. Sin embargo, una vez que Miras les ofreció dos consejerías dejaba de ser cierto que no arriesgaban nada al no pactar. Ahora podían pasar de estar en el gobierno a quedarse fuera si se repetían las elecciones.
También les convenía adoptar el método no flop. Lo racional era obviar la consejería de Agricultura y centrarse en la de Seguridad y en la de Fomento. Si los partidos liberales enfatizan la libertad, pero los socialistas y los comunistas la igualdad, los partidos conservadores, como Vox, dan gran importancia a la seguridad. La permeabilidad selectiva de las fronteras, la defensa de la integridad territorial y la lucha contra la delincuencia constituyen señas de identidad de esos partidos.
Por tanto, las competencias obtenidasconcordaban con sus ideales. Y de ahí el pacto. Ya en el pasado destacados miembros de Vox se ocuparon de las Emergencias y de asuntos relacionados con la seguridad. Y probablemente nombren a un Defensor del Ciudadano que vaya en esa línea. Alguien a quien no le tiemble el pulso por publicar las nacionalidades de los delincuentes, por ejemplo.
Dos tipos han evitado perder con este pacto: Miras, que ha evitado dejar de ser presidente, y Gestoso, que ha evitado quedar arrumbado. Hay que darles la enhorabuena: ninguno de los dos se ha salido con la suya, pero ambos han evitado empeorar su situación. Por cierto, los actos no fop, no flop, suelen ser más estables que los winwin, pues los riesgos de empeorar son permanentes, mientras que las ventajas obtenidas pronto se convierten en parte del pasado.