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el pasico del aparecido / OPINIÓN

Ucrania: por una paz negociada

15/03/2022 - 

CARTAGENA. Ya antes de que el ejército ruso invadiese Ucrania, los países de la OTAN, con los Estados Unidos a la cabeza, habían anunciado que sus tropas no entrarían en el territorio agredido y que tampoco lo bombardearían. Aunque están acogiendo a decenas de emigrantes ucranianos y facilitando armas a los heroicos resistentes, los países de la OTAN se han negado a cerrar el espacio aéreo de esa nación, conscientes de que hacerlo conduciría, casi con certeza, a extender la guerra a Polonia y otros países aliados, lo que podría desembocar en una guerra nuclear terminal. Los países de la UE, muchos de los cuales también pertenecen a la OTAN, han denegado recientemente a Ucrania su petición de incorporarse de inmediato a la propia UE. En suma, tanto la UE como la OTAN se han mostrado dispuestos a suministrar todo tipo de ayuda humanitaria y armamentística a los ucranianos, pero se han negado a combatir junto a ellos contra los rusos.

"Ayuda humanitaria, sí; ayuda material, sí; entrar en combate, no"

En esas condiciones lo más razonable es tratar de alcanzar un acuerdo entre Ucrania y Rusia que permita conseguir dos objetivos, en opinión del Aparecido, deseables: detener la sangría de ucranianos provocada por los invasores rusos y evitar la terrorífica posibilidad de que esa agresión se trasforme en una guerra nuclear. Piensa el Aparecido que, si Rusia y la OTAN careciesen de armas nucleares, ya se habría desatado la tercera guerra mundial y que solo es el temor a la mutua destrucción asegurada lo que ha bloqueado, hasta el momento, que esa generalización se haya producido. No obstante, acaso se trate de un equilibrio inestable cuyo riesgo no podemos permitirnos. Más vale no engañar a los dirigentes ucranianos, haciéndoles creer que los europeos están dispuestos a morir en defensa de ese país: no contemplan tal sacrificio ni los políticos europeos, ni sus altos cargos militares, ni los ciudadanos. Ayuda humanitaria, sí; ayuda material, sí; entrar en combate, no. En consecuencia, el acuerdo se impone.

Para lograr un acuerdo es imprescindible identificar qué está dispuesto cada uno a ceder y qué le resulta irrenunciable. De modo apresurado, el Aparecido se atreve a decir que lo único irrenunciable para Ucrania es subsistir como país independiente, con su propio sistema de gobierno y suficiente libertad para establecer acuerdos económicos, culturales y científicos con todos los países del mundo, incluidos los de la UE. Por otra parte, mucho se teme el Aparecido que Rusia considere irrenunciable apropiarse definitivamente de Crimea, lograr la independencia de la región ucraniana más prorrusa y acordar que Ucrania no será aceptada en la OTAN.

¿Es ese un precio excesivo? De hecho, Rusia ya se anexionó Crimea hace años sin que la UE ni la OTAN hiciesen excesiva presión en sentido contrario. Por no remontarnos en la Historia y recordar que Crimea estaba bajo la soberanía rusa antes de que Kruschev se la cediese a Ucrania en unos tiempos, los de la Unión Soviética, en el que doctrina imperante era la de la soberanía limitada de los países del entorno de Rusia. Además, en esa región prorrusa está desarrollándose una guerra desde por lo menos ocho años, síntoma inequívoco de que buena parte de su población prefiere establecer relaciones privilegiadas con Rusia mejor que con la UE. En resumen, la única concesión real que lograrían los invasores rusos sería el compromiso de que Ucrania no llegase a formar parte de la OTAN (y quizás tampoco de la UE). Repite la pregunta el Aparecido: ¿es ese un precio excesivo para que no sigan muriendo ucranianos y se aborte el riesgo de una guerra nuclear en Europa?  Si Ucrania subsiste y puede relacionarse con la UE, no lo es.

Una lección debe sacar la UE de este episodio: la necesidad de dotarse de un ejército capaz de servir como factor disuasorio frente a posibles agresiones. Y eso, claro, implica que esas fuerzas armadas dispongan de su propio arsenal nuclear. Esta conclusión rejuvenece al Aparecido: corría el verano de 1981 cuando el PCE celebraba su Décimo Congreso. Como era habitual en ese sector, la ponencia de Defensa incluía la rescisión de los acuerdos militares de España con los Estados Unidos y prevenir que llegase a pertenecer a la OTAN. Tuvo el Aparecido la ocurrencia de presentar una enmienda en la que decía que habría que añadir la conveniencia de crear un auténtico ejército europeo, o de otro modo esas medidas dejarían a España indefensa. No queriendo Santiago Carrillo entrar personalmente en ese debate, encargó al poeta Marcos Ana, el preso político que más tiempo había estado recluido en las cárceles franquistas, que convenciese al Aparecido de que retirase esa propuesta. Fue inútil: hubo divorcio, pues el Aparecido no quería que España estuviese subordinada a potencia extranjera alguna, pero tampoco que careciese de una Defensa efectiva. Solución: hoy como en 1981, un potente ejército europeo. Uno no ha cambiado tanto.     

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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