EL RINCÓN DE PENSAR... EN LA EMPRESA / OPINIÓN

Trabajo y vida

5/04/2021 - 

MURCIA. Después de más de un año publicando en esta cabecera, me sorprendieron muy gratamente las reacciones de algunos lectores al último artículo (Menos 'trabajar' y más pensar).

Por eso, y aunque cuando escribí el anterior no lo tenía en mente, he decidido escribir una segunda parte para complementar algunas de las ideas que ya expresé.

"aunque es legítimo aspirar a lo máximo en nuestra profesión, Centrarse sólo en el trabajo NUNCA nos puede dar la felicidad"

Me alegra asimismo comprobar cómo lo que defiendo en este espacio cada vez que escribo desde mi experiencia y convencimiento personales, tiene repercusión; aunque esa repercusión pueda no ser grande. Todo llegará…

Y volver a constatar que ideas hoy 'políticamente incorrectas' son compartidas por gran cantidad de personas. Por eso, ¡qué importante es expresar nuestras opiniones en todos los foros, y sin complejos! ¿O vamos a tener miedo cuando son además opiniones reflexionadas?

Pero volviendo al principio, me gustaría traer el feedback concreto recibido de tres lectores al mencionado artículo:

-Uno me decía: "Totalmente de acuerdo, Javier. Y te lo dice uno que precisamente no fue ejemplo de ese importante principio, pero ahora de jubilado me estoy vengando".

-Otra persona: "También es cierto que la falta de vida 'interior', obliga a  permanecer en la silla. Muy bien. ¡Conciliar!".

-Y una tercera: "¡Me encanta! ¡Diste en el clavo! ¡Y no sabes cómo me suena!".

Podría citar varias reacciones más en parecidos términos, pero no quiero cansar.

Si traigo estas tres reflexiones es porque me parecen muy significativas de lo que quise transmitir en el artículo anterior: la necesidad urgente en nuestra sociedad –tan competitiva, y en algunos aspectos 'esquizofrénica'- de poner 'coto al trabajo', estableciendo unas jornadas laborales que permitan conciliar la vida laboral y familiar.

Y lo justificaba en aquel artículo por la necesidad de ¡PENSAR!

Hoy querría poner el acento en otros dos aspectos que nos 'obligan' a poner fin a esas jornadas habituales de trabajo interminables.

Por un lado, la productividad. Hay muchos estudios, pero sobre todo resulta evidente que ésta (la productividad) es inversamente proporcional a la duración de la jornada laboral, en especial cuando sobrepasa determinados límites. Y la principal razón es muy sencilla: no somos máquinas.

Basta leer algún tratado de psicología que nos hable sobre la capacidad de mantener la atención, o sobre la curva de la productividad diaria para darnos cuenta de que no por mucho trabajar aumentamos los frutos obtenidos. Más bien al contrario: suele suceder que el rendimiento disminuye, y no sólo en términos relativos sino incluso en términos absolutos.

Todos tenemos experiencia personal, tanto de nuestro propio trabajo como si nos ha tocado dirigir o supervisar el trabajo de otras personas.

Pero además (y éste es el segundo aspecto), antes que profesionales somos personas. Aunque es legítimo aspirar a lo máximo en nuestra profesión, e incluso a buscar ahí la satisfacción, centrarse sólo en el ámbito del trabajo NUNCA nos puede dar la felicidad.

"Si el trabajo nos impide dedicar tiempo a LAS cosas que son más importantes para cualquier persona normal, será un obstáculo PARA LA FELICIDAD"

Es más, si el trabajo -en la práctica- nos impide dedicar tiempo a otras cosas que objetivamente son más importantes para cualquier persona normal (la familia, la salud propia y de nuestros familiares, la seguridad económica, nuestra formación cultural, etc.), no sólo no nos dará la felicidad, sino que será un obstáculo real y objetivo para que la podamos conseguir.

Fiar al trabajo toda nuestra satisfacción -personal y profesional- puede convertirse en una pesadilla. Más aún, sin una vida fuera del trabajo o después del horario de oficina, resulta complicado que pueda funcionar nuestra vida profesional.

Leía en una ocasión unas palabras de un psicólogo y conferenciante español con el que no puedo estar más de acuerdo: "Somos antes personas que profesionales, por lo que, cuanto más feliz y equilibrada sea nuestra faceta personal, mejores profesionales seremos. Hay que tener mucho cuidado con jugar únicamente la baza de ser feliz en el trabajo".

No soy amigo de utilizar anglicismos en un idioma tan rico como el nuestro. Pero voy a traer uno que resulta muy representativo de nuestra sociedad actual. Me refiero al término workaholic, que expresa algo más que su propia traducción (adicto al trabajo).

Ser un buen profesional no significa ser un workaholic, ni un trabajador extremo, porque no es sostenible y además lleva a la ineficacia y al estrés.

Como leí también al presidente de Fundipe (Fundación para el desarrollo de la Función de Recursos Humanos), "el mundo del trabajo es uno de los espacios en los que el ser humano se desarrolla como persona. Ese ámbito laboral debe aportar y complementar los otros aspectos".

Y me parece que ése es el secreto: o el trabajo aporta y complementa los otros aspectos, o en realidad no nos aportará nada.

Javier Giner Almendral 

Economista

Si desean hacerme algún comentario o sugerencia sobre éste u otro artículo, los recibiré encantado y procuraré darles respuesta. Pueden contactarme a través de LinkedIn en este enlace.

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