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el rincón de pensar... en la empresa / OPINIÓN

Menos 'trabajar' y más pensar

8/03/2021 - 

MURCIA. Hace unos días me contaron de nuevo aquel chiste que popularizó Emilio Aragón en un sketch sobre un país imaginario en el que –como caudillo- arengaba al pueblo a redoblar su esfuerzo con el eslogan 'menos samba, e mais traballar'.

Y aunque el tema sobre el que quiero reflexionar hoy no es desde luego un chiste, ese eslogan antitético me sirve para introducir un problema que considero endémico de muchas pymes y empresas familiares.

"Porque pensar –como cualquier otra actividad- requiere dedicación de tiempo, y un tiempo de calidad"

No quiero cargar las tintas, ni caer en esa autoflagelación tan propia de nuestro carácter, pero me parece que el problema que voy a plantear aumenta además a medida en que nos desplazamos hacia el sur de nuestra piel de toro. Quizá en otras zonas de España con mayor tradición o cultura empresarial, no se produce con tanta evidencia.

Me refiero a esa tendencia de algunos 'empresarios' a las jornadas de trabajo maratonianas, donde el reloj no existe y, para sacar adelante la empresa, descuidan muchos otros aspectos de su vida, y pretenden que los descuiden también sus equipos (además tristemente en muchos casos lo consiguen porque estos se pliegan).

No recuerdo si ya he contado aquí, como en la primera empresa que trabajé -no era en nuestra Región- el empresario practicaba esa 'filosofía', y con relativa frecuencia salía de la oficina a la hora de cenar, e incluso más tarde. Mi compañero de trabajo le 'seguía el juego', y luego trataba de pagarla conmigo diciéndome que era un insolidario (bueno, la verdad es que me solía dirigir un epíteto algo más 'vulgar'…), porque procuraba llegar puntualmente, pero ser también puntual a la hora de marcharme, a menos que realmente hubiera algún asunto urgente, en cuyo caso no hacía falta que nadie me pidiera que me quedase hasta terminarlo.

Marcar esa pauta desde el principio me ayudó mucho a vivir eso que ahora está tan de moda y que llaman conciliar la vida laboral y familiar, no sólo en esa empresa sino a lo largo de toda mi carrera profesional.

A mi compañero trataba de explicarle lo absurda que consideraba su actitud. Porque no creo que nadie en su sano juicio y con una estructura mental medianamente lógica pueda considerar que su 'jefe' le va a valorar más por dedicar horas sin límite a su trabajo, y además –así suele ocurrir- sin ninguna recompensa.

Por el contrario, una dedicación inconmensurable al trabajo pienso que puede ser indicativa de una vida personal bastante vacía y sin sentido, y eso cualquier 'jefe' que merezca la pena lo sabe. Porque nadie en su sano juicio –perdón que repita la expresión- puede creer que para una persona valiosa lo más importante en su vida sea su trabajo.

Ciertamente no sé si ese poner 'coto al trabajo' desde el principio de mi carrera lo conseguí por el convencimiento expresado, o influyó también decisivamente el hecho de que por aquel entonces estaba muy comprometido con unas labores de voluntariado que me exigían una importante dedicación de tiempo, pero para la idea que quiero transmitir me parece que es lo mismo.

La pandemia ha traído a primera línea algunos aspectos que siempre han sido importantes, pero que ahora se han convertido en vitales en el mundo de la empresa: me refiero a la importancia de la creatividad; de la formación en nuevas tecnologías; de conseguir adaptarnos a las nuevas tendencias, y no de una manera reactiva sino buscando proactivamente el cambio que la sociedad demanda.

Eso requerirá de los empresarios y directivos algo que muchas veces suponemos que hacemos, pero que en realidad no hacemos: ¡Pensar!

Porque pensar –como cualquier otra actividad- requiere dedicación de tiempo, y un tiempo de calidad. Nos estaríamos engañando en este aspecto esencial si consideramos que lo vamos a hacer de forma productiva después de una jornada de trabajo de once horas, mientras volvemos a casa en el coche reflexionando o escuchando una entrevista.

Lógicamente podremos –y deberemos- apoyarnos en las nuevas tecnologías: para hacer un curso de formación, para escuchar una webinar de algún autor que nos abra horizontes o que nos haga profundizar en un tema que nos interese, y que nos ayude a reflexionar posteriormente, etc.

Pero no queramos conseguir imposibles. Las ideas son fruto del pensamiento.

Es absolutamente necesario que el empresario y el directivo dejen de ser 'bomberos': personas que se dedican a apagar fuegos dentro de la empresa. Ser directivo o ser empresario es mucho más. Requiere dedicar tiempo a pensar: a planificar a largo plazo, a desarrollarse personalmente, etc.

Y eso, salvo para superhombres, es incompatible con las jornadas habituales interminables.

No quiero terminar sin avisar a mis lectores que –de momento- voy a espaciar un poco más las publicaciones, y procuraré hacerlo una vez al mes en vez de con la frecuencia quincenal que he mantenido durante los últimos meses.


Javier Giner Almendral 

Economista

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