MURCIA. En los últimos años, la Navidad, que ya tiene lo suyo, llega a nuestras pantallas acompañada de una plaga verde y roja, llena de familias felices, "papanoeles," paisajes nevados, coquetos hotelitos rurales, espumillón, galletas y villancicos. Son las películas navideñas con las que las tardes de sábado y domingo nos machacan en La 1 y Antena 3, y las plataformas, especialmente Netflix, nos saturan. Abran la app de Netflix y pásmense.
Pelis navideñas ha habido siempre, pero lo de ahora no es normal. Hay una producción en masa de este tipo de ficciones da calidad ínfima en la que Hallmark, productora de raíces cristianas y conservadoras, destaca sobremanera. Son películas baratas, que siguen a rajatabla cansinos clichés y fórmulas tanto narrativas como visuales para contar siempre la misma historia. La de cómo el espíritu navideño acaba resolviendo todos los problemas y consiguiendo que los protagonistas encuentren el sentido de su vida, nada menos. Y funcionan y son rentables, la gente las ve y cada año hay más.
Son una variante dentro de las pelis de tarde, denominación afortunada que le debemos a un cuenta de X-antes-Twitter que les recomiendo vivamente, @pelidetarde, en sus propias palabras: “espacio en defensa de ese género cinematográfico tan denostado: la peli de tarde”, que derrocha ironía y sentido del humor a costa de estas producciones. A la plaga de películas alemanas ya le dedicamos hace tiempo un artículo, toca el turno ahora a esos relatos navideños pretendidamente encantadores, pero básicamente idiotas y, qué le vamos a hacer, tóxicos.
Vamos a ello. Normalmente la protagonista es una mujer, que suele una profesional de éxito (periodista, cocinera, publicista o ejecutiva es lo más habitual) que vive en la ciudad y que, por lo que sea, no está del todo satisfecha con su vida, aunque todo le vaya bien. No tiene ganas de navidad, bien porque es huérfana y, pobrecita, el trauma no la deja disfrutar la fiesta, o bien porque es una workalcoholic que elige su trabajo antes que la familia. Por algún giro de guion, a veces muy simple y a veces muy alambicado, tendrá que ir a pasar las fiestas con su familia o recalar en algún pueblecito encantador de Vermont, de esos que han agotado todas las reservas de bolas de navidad, luces de colores y espumillón del estado.
Allí, al principio, se sentirá acorralada por tanta navidad y buen rollo, pero aparecerá algún buen mozo, que puede ser el transportista, un amor de adolescencia, el vecino, el dueño del café, un cocinero (esto se lleva mucho en estas pelis), que, oye, le alegrará un poco la estancia. Juntos acabarán haciendo todos los pasos del viacrucis navideño. Esto es: batalla de bolas de nieve, elegir un árbol y adornarlo (puede que más de uno), hacer galletas de navidad, oír o cantar villancicos, tumbarse en la nieve y hacer la silueta de un ángel, visitar el centro comunitario y ayudar a algún niño o niña con sus juguetes y, finalmente, besarse bajo la rama de muérdago. Ay, y patinar sobre hielo, ya me había olvidado del patinaje, mecachis.
Puede que la chica no sea consciente de su insatisfacción con la vida que lleva, cegada por el éxito y el sentido del deber, pero los espectadores, y su mejor amiga dicharachera y encantadora, sí. Dicha amiga dicharachera y encantadora solo tiene una función en el relato que es la de subrayar el nuevo interés amoroso de la protagonista y recordarle, a ella y a nosotros, su dilema: ¿Nueva York o el pueblito encantador de Vermont? ¿El novio soso o el vecino cachas? ¿Tu vida como publicista de éxito en la gran ciudad o una existencia plácida en el pueblito de marras como redactora del periódico local? Sus apariciones, en realidad es un trasunto nuestro, siempre consisten en preguntarle como está, verbalizarlo todo, por si en la cabezada en el sillón nos hemos perdido algo, y recordarle la existencia del guapo mozo con el que se ha tropezado por casualidad:
- ¿Qué tal el hijo del vecino?
- Oh, ¿Te refieres a Bob? Solo es un vecino amable, somos amigos.
- Pero es encantador.
- La verdad es que sí, pero no es el momento. Yo me voy en unos días y no quiero saber nada.
Y aquí se inserta contraplano de la amiga con cara de sí, sí, lo que tú digas, querida, date cuenta.
Es posible que la protagonista tenga novio, que no será un mal tipo, tirando a guapo, pero sí gris o con poco carisma. Por su parte, el chico de pueblo no será tan de pueblo. Habrá estado unos años viviendo en una gran ciudad o incluso viajado por el mundo como fotógrafo o arquitecto, pero en algún momento volvió al pueblo, quizá obligado para cuidar a sus padres, y allí encontró la paz y el sosiego y su lugar bajo el sol.
Una variante es que, aunque sigue siendo la protagonista, la chica sea la del pueblo y el que viene de fuera el muchacho objeto amoroso. En este caso, ella representa el espíritu navideño y estará defendiendo alguna causa noble o intentando evitar la pérdida de algún espacio o tradición importantes para la localidad y él será, precisamente, el tipo que viene a destruir ese espacio o tradición. Al final, cómo no, el amor y la navidad harán entrar en razón al tipo y, tras el preceptivo beso bajo el muérdago, todo quedará como estaba porque no hay nada como la familia, la tradición y las galletas navideñas.
Todo esto está contado en 90 minutos, nunca más de eso, y yendo todo el rato al grano. No hay frase que se diga u objeto que aparezca que no tenga su papel en la trama: el adorno navideño que ha pasado de generación en generación, la frase oportuna que el padre o la abuela decían siempre. Por supuesto, la acción avanza a través de los malentendidos habituales: alguien que escucha o ve algo pero sin contexto y lo malinterpreta, o bien no lo escucha completo y se hace una idea equivocada y ese tipo de cosas tan molestas y perezosas, pero tan habituales y no solo en las pelis de tarde. Ya les dije que eran producciones baratas, y no me refería solo al coste económico.
¿Hace falta que explique por qué he dicho que todo esto es tóxico? Es tóxico en el terreno audiovisual, por su extremada pobreza narrativa y estética, y es tóxico en todo lo demás. Este subgénero es la decantación hasta la caricatura de todos los clichés manidos y sobreexplotados de las comedias románticas y las películas familiares. El ideal de la dichosa media naranja, la familia tradicional y el hogar como solución a todos los males, y ese concepto conservador de la libertad para las mujeres que consiste en elegir la opción familiar y tradicional. A ver, las protagonistas no se van a convertir en amas de casa sin más, que seguirán trabajando, estamos en el siglo XXI y ya sería demasiado hasta para Hallmark plantéalo así, pero quedarán encarriladas, con una sonrisa y un villancico, en el sendero de la tradición. Feliz Navidad.