Me encanta el final del verano, es como un lienzo en blanco en el que todo cabe, y que nos da la posibilidad de comenzar todo de nuevo, esta vez con más experiencia.
En este sin dios que es el comienzo de este nuevo curso, donde no tenemos ni idea de lo que va a pasar, por mucho que lo preguntemos, (¿a quién, señora?) se me plantea una idea revolucionaria que quiero compartir.
En algunos momentos de nuestra vida, y con total seguridad en este preciso instante, nos hacemos una pregunta, que solo un experto en uno mismo (nosotros) podríamos contestarnos, así como: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Suena cual canto almodovariano, tan surrealista como divertido para el espectador ajeno y curioso de tu vida.
Todo en el universo está regido por la ley de la causa-efecto, es decir, para entrar en el estado actual que vives en este momento, has tenido que pasar por ciertos estados y tomado ciertas decisiones que te han llevado a donde te encuentras ahora. Es decir, todo tu presente es consecuencia directa de decisiones de tu pasado, que siempre han sido las correctas y las mejores posibles teniendo en cuenta tus conocimientos y experiencia hasta entonces, y no podías haber tomado una decisión distinta.
Era totalmente necesario pasar por todo aquello para estar donde estás en este momento, al igual que es necesario que vivas lo que te acontece en tu vida en este momento para adquirir una experiencia y una habilidad que necesitarás en el futuro. Ya sabes que si no prestas atención a la enseñanza que quiere darte la vida en cada momento, esta situación se te dará una y otra vez hasta que la resuelvas.
Me hace mucha gracia la gente que dice: ¡Yo lo haría mejor! Y siento decirte, mi ingenuo amigo que no es posible. A mí me gusta recordar la famosa primera ponencia del excelente Emilio Duró en la que habla de los roles de las empresas. Cuando habla del director general lo llama ‘el espalda plateada’ refiriéndose al líder de la manada, porque sus condiciones personales y profesionales lo han colocado en ese estatus.
El lado opuesto son ciertos componentes de la misma empresa (generalmente de más bajo rango), que con un ensalzamiento de ego propio de un leoncito ofrecen soluciones que bajo su punto de vista serían mejores y si a ellos los pusieran a dirigir la empresa, otro gallo cantaría. Esto sería lo que el sr. Duró llama: "tenemos a Einstein de conserje porque el presidente está acojonado de lo que sabe".
Es decir, cada uno en su puesto debe tomar las mejores decisiones que pueda pensando siempre en su propio trabajo y no en cómo deberían hacerlo los demás, porque al igual que tú, los demás también han pasado por un proceso más o menos largo para llegar donde está. Tal vez pueda parecer que no se lo merecen o que no debería ser como quieres, pero esa persona (al igual que tú) ha hecho exactamente lo que tenía que hacer para estar donde está y todo es perfecto.
Así que si crees que algo no está bien, es injusto o te molesta, piensa que es exactamente lo que tiene que pasar y las experiencias pasadas han sido justo lo que necesitabas para alcanzar un nivel superior de consciencia, que si no lo has alcanzado aún y sigues anclado en el "tendría que haber actuado de otra forma" te estás perdiendo la enseñanza que va intrínseca en cada evento que pueda parecerte negativo de primeras. Pero no te preocupes, que si no lo has entendido, la vida, que te ama y quiere que avances, te dará una segunda y hasta una tercera oportunidad, esta vez con más fuerza, para que aprendas la lección que quiere darte.
Así que ya sabes, a llorar a la llorería... y toca asumir nuestras responsabilidades como adultos, que me da que este curso que entra vamos a necesitar toda la fuerza y todo el desarrollo personal posible para hacer que esta época de cambios se convierta en la mejor etapa de nuestras vidas.
Laura García Sánchez es Ingeniera en Telemática. Docente de Formación Profesional.
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