MURCIA. Pocas veces con tan poco se ha ganado tanto. Con poco más de tres millones de votos, 630.000 menos que en abril, Podemos se relame como aquella “amarga victoria” que Guerra (Alfonso) le definió a José María Aznar en marzo del 96. Aznar había unificado al centro-derecha heredero de Fraga, y Pablo Iglesias no sé qué ha unificado; pero lo cierto es que con tan poco le saca una vicepresidencia y nosecuántos ministerios a un Pedro Sánchez más debilitado que nunca pero ansioso por seguir utilizando el colchón de apenas año y medio del dormitorio presidencial en La Moncloa.
Siendo cuarta fuerza y una primera que han perdido fuelle han recordado ese otro abrazo entre Espartero (isabelinos) y el carlista Maroto. ¿Cuál será el desenlace de éste en el Congreso? Solo el futuro lo dirá, pero lo cierto es que no ha sido bien acogido. Dudas y más dudas arroja este matrimonio de conveniencia que solo busca los ‘papeles’ de uno de los cónyuges para legitimar la presencia del otro.
Sánchez sin Iglesias o, lo que es lo mismo, Pedro sin Pablo. O mejor dicho a la inversa: Iglesias sin Sánchez como ganador de las elecciones sería otro Rivera que tomara las de Villadiego como antes lo hicieron en la izquierda Gaspar Llamazares, Francisco Frutos o Cayo Lara. Con una diferencia, los votos de aquellos no fueron sumandos y sí lo son los de Pablo. Que sean suficientes o no lo veremos en unos días. Lo único cierto es que 35 diputados podemitas abrazados a los 120 socialistas conforman una mayoría que preocupa tanto a Bruselas como a los inversores.
Que España pudiera tomar el rumbo de la Grecia de Tsipras (¡Dios no lo quiera!) sería una auténtica ruina tras año y medio de parálisis. Esto es, me recuerda, a un buque con los motores al ralentí mientras el centro de la tormenta (los datos económicos) se presenta en el horizonte y el viento nos viene de proa.