CARTAGENA. En la región murciana la escasez de agua es un problema de primera magnitud. Buena parte de su territorio padece una paulatina desertización. Y, además, el agua nos es imprescindible para la agricultura y el turismo. Es más, nuestra obligación de conservar la riqueza ecológica de varias zonas de la región se ve dificultada por la falta de suficiente agua. Deberíamos prestar atención a cualquier propuesta sobre el agua, pero no ha sido así en el caso de la reciente moción de censura.
Presentada por Abascal y protagonizada por Tamames ha sido casi unánimemente analizada en términos de sus consecuencias electorales. Según una corriente muy amplia de opinión, la moción ha beneficiado al presidente Sánchez, porque ganó la votación y le permitió exponer sus logros sin límite de tiempo e intercalando imparcialmente verdades y mentiras. Según esa línea de pensamiento, también benefició a Yolanda Díaz porque pudo lanzar su candidatura electoral bajo la marca Sumar. Según otra corriente de pensamiento, esta minoritaria, la moción benefició al Feijóo porque lo situó en una posición centrista, la que mediaría entre dos extremos muy polarizados, el que representa Abascal y el de la suma de Sánchez, Yolanda, Montero, Rufián, etc.
Lo que casi nadie se ha molestado en comentar es si las cuestiones que Tamames planteó eran o no pertinentes. Una que ha pasado casi desapercibida, visto el ambiente electoral imperante, es la relativa al Plan Hidrológico Nacional. Aunque Tamames insistió en la desalación y la depuración de las aguas, en su documento figuraba el PHN. Impulsado por los socialistas en la etapa de la República, el PHN fue apoyado por el PP en la etapa democrática hasta que el presidente Zapatero, con la ayuda de su ministra Narbona, lo liquidó.
la "nueva cultura del agua" consiste básicamente en que cada uno se apañe con el agua que haya en su zona geográfica"
El PHN ha sucumbido, quizás transitoriamente, víctima de la alianza entre los egoísmos regionales, que desvertebran por completo la nación española, y la nueva ideología extremista que llaman la "nueva cultura del agua". En realidad, esa nueva cultura consiste básicamente en que cada uno se apañe con el agua que haya en su zona geográfica. Si ese criterio se generalizase, el comercio internacional desparecería. Naturalmente, nadie dice que el uso del agua no deba tener en cuenta la conveniencia de lograr una ambiente natural satisfactorio para nuestra especie (sí, soy un antropocéntrico convencido y las proclamas panespecistas o ecocentristas me parecen tan indeseables como imposibles y, por tanto, falacias hipócritas que solo encubren la transferencia antidemocrática de poder a ciertos grupos autoerigidos en guardianes de la Naturaleza).
Una vez satisfechas las convenientes precauciones ecológicas, el agua debe utilizarse para todo tipo de funciones personales, agrícolas, industriales, turísticas, etc. Una nueva línea de oposición a uso antropocéntrico del agua la proclaman los heraldos del cambio climático. Llevan razón en que el planeta está calentándose y también la llevan en que posiblemente las sequías se tornen crónicas. Ahora bien, precisamente por eso es más necesario que nunca un PHN. Si el agua sobrase en todos los sitios, sería superfluo, pero, como va a faltar, hay que ampliar urgentemente las infraestructuras hidráulicas. No hacerlo sería equivalente a negarse a dar antibióticos a un enfermo con la excusa de que padece una infección o no evangelizar a alguien con la excusa de que es un pagano. Es al revés: hay que actuar para suplir los recursos escasos; no inhibirse aduciendo que son escasos.
No menos grave es el drama del egoísmo regional. La Constitución reconoce la autonomía de las regiones españolas, pero también establece la necesaria solidaridad entre ellas. Pues bien, en muchas materias, entre ellas la hidrológica, esa solidaridad brilla por ausencia. De persistir esa situación, azuzada por los separatistas con la complicidad de los socialistas y la inacción del PP, la soberanía única del pueblo español dejará, en la práctica, de existir y será sustituida por una vaga acumulación de taifas regionales. Los partidarios de una España federal no echamos de menos la centralización absoluta de las competencias gubernamentales, ni nos quejamos de la transferencia de competencias a las regiones; lo que echamos de menos son leyes federales que hagan efectiva la solidaridad entre las regiones. Y una de ellas, y no de menor importancia, sería una ley que estableciese la interconexión de todas las cuencas hidrográficas con el objetivo de maximizar el aprovechamiento del agua en el conjunto de la nación española. No solo debe ser única e indivisible a efectos de integridad territorial, sino también a otros varios efectos, entre ellos los hidrológicos. En una España federal habría competencias indelegables desde la parte nacional de la administración. Entre ellas, la del agua.