MURCIA. El pasado 30 de enero recibí una propuesta para contribuir con un artículo en una publicación que elaboraba un monográfico sobre el Mar Menor. El mensajero fue Antonio Javier Zapata Pérez, cronista oficial de Los Alcázares, también al frente de La Eco Cultural de esta localidad, y la revista era Náyades, de la que conocía bien la calidad de los trabajos publicados y los y las autoras que participaban número tras número debido a mi interés en la Historia con mayúsculas y también el esas pequeñas historias cotidianas que nos van forjando. Por otra parte, denominar una revista con el nombre de las ninfas protectoras de las aguas era también una señal ineludible para mí: estos seres mitológicos cuya vida está ligada a la existencia de cauce de agua, arraigadas su zona de procedencia, son bondadosas pero también poseen un carácter propio. Un mundo con armonía estética y fuerza de raíz, mientras fluye el agua. Además, esta edición hacía el mágico número 13.
"¿Acaso alguien no sabía que cerrar al tráfico y desviar al interior de la población costera a los visitantes era privar precisamente del motivo de la visita?"
La presentación recayó en otro día 30, esta vez de septiembre, en el Ayuntamiento de los Alcázares con su alcalde abriéndonos las puertas, y una gran asistencia de público, junto a los autores y autoras. Las primeras palabras que nos acercaban a su contenido partieron de Ricardo Montes Bernárdez, que además de poseer una amplísima formación académica y dirigir esta publicación, es un contador de historias formidable. Siento un gran respeto por las personas que atesoran el don de contar historias, en este caso historias reales sustentadas en hechos, algunas con pinceladas de leyenda, porque te hacen volver a la infancia ávida de aprender y de explorar el mundo. Asistir a una historia bien contada es como soñar la realidad y llenarse de ilusión. En las 78 páginas que recogen 11 artículos podemos zambullirnos en la arqueología, la antropología y la historia del Mar Menor.
La acción positiva de este monográfico no es una acción cualquiera porque su contenido nos revela el motivo que nos llevó a elegir el entorno del Mar Menor como enclave para nuestros asentamientos humanos. Reconocernos en esta raíz es un ejercicio de fortalecimiento de los vínculos con el ecosistema maltratado y una reafirmación del compromiso con su protección. Esto es así porque, si lo pensamos bien, a nadie le gusta que pisoteen su propia historia. Y nosotros formamos parte de la historia del Mar Menor, como él de la nuestra.
Mi contribución se ubica en el presente y futuro, y se une a las demás a través del hilo conductor del pasado. Del pasado cercano nos queda ese modo de mirarlo bajo la perspectiva medioambiental, económica, social y política con el filtro sucio de codicia e ignorancia. Pero hoy es presente y es esencial reconocer los errores, retirar el filtro emponzoñado, y afrontar unos cuantos retos de cambio. Cuatro retos o cambios de perspectiva para verlo mediante una mirada lúcida.
Es verdad que hemos avanzado socioambientalmente, pero no es cierto que todo esté superado o encauzado. Digo esto porque en estas mismas fechas el director general de Territorio y Arquitectura presentó la Estrategia de Paisaje del Mar Menor elaborada por la CARM. El paisaje del Mar Menor y sus poblaciones, junto con el del Campo de Cartagena, se entiende. La estrategia llega sin un Plan previo, para variar, y carece de carácter ejecutivo. Simplemente anota aspectos exigidos en la Ley 3/2020, de 27 de julio, y algunas propuestas de actuación sin definir los proyectos. En el sitio web destinado a la Estrategia hay una foto pintoresca que viene a decirnos que las viviendas hacen de barrera entre el Mar Menor y el tráfico rodado, siendo un punto negativo en el paisaje, lo cual viene a ser un chiste de mal gusto tras cerrar al tráfico y venderlo como evolución, las carreteras que pasaban junto al paseo marítimo y el mar en las poblaciones ribereñas. ¿Acaso alguien no sabía que cerrar al tráfico y desviar al interior de la población costera a los visitantes era privar precisamente del motivo de la visita? ¿Y qué dice esta Estrategia del cisco montado con la instalación de placas solares cerquita del Mar Menor en al último Pleno del Ayuntamiento de Cartagena, en la antípodas del consenso? ¿Es acaso conservación del paisaje de la zona este asunto de uso del territorio sin adecuada ordenación?
En fin, que los errores continúan y, por este motivo, es aún más valioso encontrarnos con una publicación que contiene el origen, aquello que propició nuestro vínculo con el ecosistema amigo. Concluir mi texto fue más sencillo que elaborar el resto del artículo porque la conclusión llegó sola tras la tremenda retrospectiva, y así quedó: "Ser Mar Menor no es una opción, sino un reconocimiento identitario sin precedentes". Esa tarde del 30 de septiembre, un torrente de conocimiento, sentimiento, recuerdos, a veces impotencia y siempre sonrisas, fue abierto por Náyades y sus ninfas protectoras para llevarnos al encuentro de esa identidad tan nuestra.
Celia Martínez Mora
Investigadora