MURCIA. Esto se está haciendo tan largo que casi nos hace pensar que siempre va a ser así, pero no es verdad, ¿no?
Me devano los sesos tratando de dilucidar el objetivo de que estemos constantemente pendientes de noticias, novedades, opiniones, nuevas vacunas, número de contagios en tal o cual pueblo, efectos de las vacunas... y que lo único que queremos saber es cuándo podremos continuar con nuestras vidas de antes.
El por qué los bares y restaurantes en Madrid siguen abiertos, el metro y los transportes públicos atestados (vale, todos con mascarilla...) pero en provincias no podamos ir a comprar un tornillo más tarde de las seis de la tarde o tomar el café del desayuno en un bar... ¿No te parece cuanto menos extraño?
Otra de las consecuencias psicológicas de la covid que veo es que a todo le decimos que sí, que últimamente no nos cuestionamos si las cosas que nos obligan a hacer o a no hacer, rozan en lo absurdo (hablo en todos los ámbitos), y que cada vez dudemos menos de la autoridad, sea la que sea. O que la covid sea la excusa para todo.
Quizá tiene que ver con la fatiga mental que esta larga pandemia nos supone y que "otros más listos" la están sabiendo aprovechar.
Parece que nos estamos convirtiendo poco a poco, como en el cuento de la rana hervida, en una sociedad borreguil y sin criterio, y cada vez más impersonal. En avance progresivo e imperceptible nos vamos pareciendo cada vez más a la organización de la sociedad japonesa. Esto ayudado también por la prohibición de reunirse y de montar equipos, de socializar y de ser humanos, al fin y al cabo. ¿Me voy explicando?
Que nos mandan no relacionarnos ni salir de casa, aunque vivas solo... lo hacemos sin cuestionarlo. Que nos quitan las pensiones a los curritos (mi generación ya tenemos claro que el Estado no nos va a cuidar de viejos, que algún día llegaremos) cuando los mandamases tienen pagas vitalicias sacadas de impuestos que pagamos nosotros (y toda su familia colocada) pues nos aguantamos y no decimos nada, no se vayan a molestar.
Además, otra secuela es que nos creemos los policías de la moralidad con esto, todos saben lo que hay que hacer, a los que se autoproclaman los guardianes de la decencia y de "lo que hay que hacer" les da alas para ir en plan déspota señalando con el dedo todos los defectos que ellos ven en los demás, de forma altiva y arrogante, sin darse cuenta que la falta de humildad es uno de los mayores defectos.
Desde esta pequeña tribuna reivindico un derecho fundamental como es el derecho de reunión. De reunión presencial, con mascarillas, hidrogel y las ventanas abiertas, me da igual. De lo que sí me he dado cuenta es de que cuándo interesa, se buscan las fórmulas para poder reunirse y conseguir cosas, con lo cual no es tan imposible.
Quizá es una percepción mía, pero todo esto nos está poniendo más dificultades y obstáculos a nuestra estabilidad emocional, tan apegada a las relaciones humanas y la interacción con otros seres. Somos animales sociales, nuestra naturaleza es vivir en y para la comunidad y necesitamos de los demás para nuestro desarrollo.
No debemos descuidar, ni con la excusa de la covid ni con otra más o menos creíble la faceta más importante que tenemos los seres humanos basada en la fuerza más poderosa del universo, que como ya sabes, es el amor. Citando al sabio:
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.
El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.
El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.
El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere.
El Amor es Dios, y Dios es Amor.
(Albert Einstein)
Feliz camino :)
Ingeniera en Telemática. Docente de Formación Profesional.