MURCIA. Las interrupciones en las cadenas de suministro provocadas por la pandemia covid-19 junto al aumento de la demanda en diferentes países, como China e India, han provocado desabastecimientos e importantes incrementos de los costes de transporte y distribución con la consiguiente subida de los precios de los alimentos.
La guerra comercial entre los Estados Unidos y China y el conflicto de Ucrania también han provocado una escalada de precios, sobre todo en aquellos suministros que más impacto tienen en la producción de alimentos (piensos, energía y fertilizantes).
Además, la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha provocado la depreciación del euro, lo que implica aumentar el coste de los alimentos y productos importados de otros países. En el caso de los fertilizantes se llegaron a triplicar los precios, la electricidad se incrementó por encima del 100%; mientras que los piensos se encarecieron en un 30-40 %.
El último año en España el precio de la cesta de la compra ha experimentado el mayor incremento de los últimos 34 años, más del 15%, lo que ha supuesto tener que gastar 830 euros más que en 2022 para la misma compra. La leche y el aceite han subido sobre un 30% interanual, los huevos el 26%, el pan un 15%, la carne un 13 - 14%, la fruta fresca un 12% y las hortalizas y legumbres un 10%.
La excesiva dependencia alimentaria de países terceros, potenciada por las políticas agrarias dirigidas a reducir la superficie de regadío y el uso de agroquímicos de forma indiscriminada, dejan en manos de otras zonas del mundo el suministro de alimentos, con el riesgo de subidas de precios o desabastecimientos.
La deficiente gestión del agua con la reducción de trasvase Tajo-Segura y la sequía que hemos padecido, ha disminuido la capacidad productiva de frutas, hortalizas, cereales de otoño-invierno y aceite de oliva entre otros, incrementando los costes de producción que, finalmente, se trasladan a los precios de venta minorista.
"Se pueden bajar los precios de los alimentos con una adecuada gestión de los recursos"
La situación es de tal gravedad que actualmente es una de las mayores preocupaciones de las familias españolas, ya que ha supuesto su continuo empobrecimiento. Muchos hogares han tenido que cambiar los hábitos de consumo, dejando de comprar algunos productos básicos o sustituyendo los habituales por otros de diferente calidad más baratos.
Para intentar bajar los precios hay que incidir en los costes de producción y distribución y para ello es necesario una política nacional que recupere la soberanía energética y alimentaria, con objeto de abaratar la factura de la energía e incremente la capacidad agrícola para producir alimentos.
¿Se puede conseguir que alimentos básicos como el aceite, los huevos, la leche, las frutas y hortalizas dejen de ser casi un lujo?
Indudablemente que sí y además creando empleo. Se pueden bajar los precios de los alimentos con una adecuada gestión de los recursos nacionales (agua y energía), una mayor producción agrícola nacional, una política hidráulica que garantice agua a todos en todo momento, más autosuficiencia energética e incremento del regadío para que contribuyan a amortiguar los impactos de la crisis económica.
No hay que resignarse a lo que otros o desde fuera de nuestro país puedan hacer, amparándose en que los precios suben por la situación internacional. Parafraseando la célebre frase del presidente Kennedy en su discurso de investidura de 1961: no hay que preguntar qué pueden hacer otros por solucionar nuestros problemas, mejor preguntarnos qué podemos hacer nosotros. En nuestras manos está superar esta situación.
Miguel Ángel Cámara Botía