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EL RINCÓN DE PENSAR / OPINIÓN

¿Quo vadis, Europa?

25/11/2024 - 

Quo vadis (expresión latina que significa ¿A dónde vas?) es el título de una novela histórica del polaco Henryk Sienkiewicz escrita a finales del siglo XIX, que narra las vicisitudes de diferentes personajes en la Roma del emperador Nerón. Una época de continuas sospechas y condenas políticas, de conspiraciones y represión despiadada, que terminaría trágicamente con el suicidio del emperador.

En 1951, y con el mismo título, la novela fue magistralmente llevada al cine por el director y productor estadounidense Mervyn LeRoy. La película fue nominada a 8 Premios Óscar aunque finalmente no se hizo con ninguna estatuilla.

El Quo vadis que da título tanto a la novela como a su adaptación cinematográfica se refiere a unas palabras que, según la tradición cristiana recogida en uno de los primeros libros apócrifos -los Hechos de Pedro-, Jesucristo le dirige a San Pedro cuando éste huye de Roma durante la persecución de Nerón a los cristianos.

No es mi intención desvelar la trama (lo de hacer un spoiler es un anglicismo que de momento no recoge el Diccionario de la RAE), aunque por su interés tanto histórico como artístico recomiendo ver la película, e incluso mejor leer la novela.

"el gran problema de Europa Es un problema de identidad"

Pero para quien no haya tenido ocasión de hacerlo, en el contexto de la novela, esas dos palabras resumen lo qué podría ser la siguiente pregunta: Pedro, ¿qué haces huyendo de Roma cuando ahí están muriendo tantos cristianos, y con ellos está tu sitio en estos momentos de tantas dificultades?

He recordado esta escena pensando en la situación actual de Europa porque, como ya escribí en esta misma cabecera, Europa como Comunidad de Naciones fue gestada y nacida tras la II Guerra Mundial desde unos planteamientos de reconciliación y solidaridad, de humanismo cristiano en definitiva, que eran los que movían a los padres de Europa (Schuman, de Gasperi, Adenauer, Monnet…).

Y si esos valores son los que animaron la fundación de lo que hoy es la Unión Europea es precisamente porque son los que han caracterizado a nuestro continente desde su origen, y lo que hemos aportado al mundo. Un humanismo basado en la filosofía griega -en especial Sócrates, Platón y sobre todo Aristóteles-, y posteriormente influida y desarrollada por el cristianismo.

Por eso, en mi opinión no es cierto, o desde luego no es ni mucho menos toda la verdad, que los grandes problemas de Europa hayan sido o sean en la actualidad la pandemia de la covid, la guerra de Ucrania, la guerra en Gaza y Líbano, o la vuelta de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Pienso que el gran problema de Europa desde hace ya tiempo es esencialmente un problema de identidad. Y eso es precisamente lo que le ha hecho dejar de tener un papel de cierta relevancia en el contexto internacional.

Desde hace muchos años hemos mirado al otro lado del Atlántico y permitido a los Estados Unidos el arbitraje y la solución de los conflictos en el mundo, quizá incluso teniendo planteamientos muy distintos a los suyos.

"qué peso va a tener un grupo de países entre los que no existe solidaridad real"

Y hemos dejado que nos sacaran las 'castañas del fuego' incluso en suelo europeo (no hay que remontarse a las dos Guerras Mundiales, basta pensar por ejemplo en los 10 años de guerras en Los Balcanes), al tiempo que organizábamos manifestaciones con lemas contra ellos, contra sus bases en Europa o hace algo más de tiempo contra las armas que ponían en suelo europeo como contrapeso a las del Pacto de Varsovia.

Pero, en el fondo, nos resultaba muy cómoda y nos venía muy bien esa pasividad, mientras ellos pusieran el dinero.

La falta de liderazgo en Europa y, como decía, la pérdida de su identidad han hecho que cada vez más esa idea de una Europa fuerte y unida se disuelva como lo hace un azucarillo en un líquido caliente.

Podría poner multitud de ejemplos de esta 'disolución' del espíritu fundacional de Europa, pero -por no alargarme- podemos pensar en dos: el crecimiento de los nacionalismos en tantos países europeos o el mercadeo al que estamos asistiendo estos días entre los países miembros e incluso entre los partidos políticos por conseguir un 'sillón' en el Consejo Europeo.

¿Dónde han quedado los intereses de los ciudadanos y esos valores de reconciliación y solidaridad a los que antes me refería?

Si a nivel político esa Europa fuerte y unida hoy parece una quimera, en el ámbito económico la pérdida de peso específico de Europa en el contexto mundial es aún más clamoroso.

Y resulta llamativo cuando la Unión Europea tiene casi 450 millones de habitantes frente a los menos de 350 millones de los Estados Unidos.

Pero el problema tiene la misma raíz: ¿qué peso va a tener un grupo de países entre los que no existe solidaridad real ni un interés verdaderamente común?

  • Una Europa en la que la mitad de los países importan electricidad de las centrales nucleares que tienen la otra mitad mientras desmontan las suyas propias.
  • Una Europa cuya libertad de movimiento de personas y capitales es una quimera que se pierde en medio de una burocracia asfixiante.
  • Una Europa que subsidia su sector primario mientras lo hunde mediante una hiper regulación imposible de cumplir (y menos a un coste razonable), y no solo consiente, sino que fomenta mediante acuerdos comerciales las importaciones de terceros países con regulaciones mucho más permisivas que suponen una competencia desleal.
  • Una Europa que no es capaz de ordenar una inmigración necesaria incluso desde el punto de vista económico, y la convierte en arma arrojadiza entre los países miembros.
  • Una Europa, en fin, cada vez con más normativas absurdas - ¡hasta sobre los tapones de las botellas!- que limitan el desarrollo de las personas y de las empresas, verdaderas creadoras de riqueza.

Podría seguir añadiendo muchos aspectos esenciales que nos hacen cada vez menos competitivos y más insignificantes en la geopolítica mundial, pero creo que ya he expresado la idea que quería transmitir.

¿Qué hacer ante esta situación? Evidentemente no tengo la solución. Sería muy pretencioso por mi parte y además la solución no puede ser única. Pero sí me atrevo a indicar tres campos sobre los que es necesario reflexionar y actuar si queremos un futuro esperanzador para Europa:

  • El liderazgo de nuestros gobernantes.
  • La lucha decidida y valiente contra los nacionalismos excluyentes.
  • El fomento de la auténtica libertad personal de los ciudadanos, con su correspondiente responsabilidad.

Me parece que por ahí pasan las soluciones para retomar nuestro papel en la nueva geopolítica mundial, en los próximos lustros más orientada hacia los países asiáticos: China, y -en mi opinión- también pronto India.

Desde luego, por donde no pasan es por repetir a pie juntillas las mismas políticas que nos han traído hasta aquí, y eso es el informe Draghi

Pero sobre cada uno de esos puntos espero escribir en próximos artículos.

Javier Giner Almendral 

Economista


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