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tribuna libre / OPINIÓN

Producto Interior Bruto (PIB) versus Felicidad Interior Bruta (FIB)

9/11/2021 - 

MURCIA. Desde el año 2008 arrastramos una grave crisis económica y ambiental, principalmente producida por la globalización y la falta de valores; a la que se le ha sumado la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. El resultado es bastante obvio, somos una sociedad que se ha quedado noqueada. En general, los ciudadanos tenemos la sensación de que los Gobiernos del mundo han terminado por claudicar a las exigencias e interés de las multinacionales farmacéuticas y de las grandes corporaciones supranacionales. A pesar de ello, confiamos en salir adelante de esta encrucijada. Pero, suponiendo que lo consigamos, ¿qué futuro nos espera? 

"los ODS no son una quimera que se haya inventado la ONU"

Lo más probable es que en los próximos años (2022 y 2023) veamos crecer el Producto Interior Bruto (PIB). La mayoría de los políticos volverán afirmar que estamos en la senda adecuada de la recuperación y que todo va bien, que es cuestión de seguir creciendo económicamente para volver a la situación previa al coronavirus. Pero eso es un grave error, ya que el PIB es solamente un indicador que queda en segundo plano, si se quiere conocer la verdad de como se está produciendo dicha recuperación. Pues el crecimiento del PIB solamente representa una idea cuantitativa de la producción, pero no mide cómo se redistribuye entre los ciudadanos ni la huella ecológica que origina. Si queremos abordar con más profundidad y seriedad nuestra recuperación como sociedad, tendremos que buscar otros indicadores, como puedan ser el Índice de Desarrollo Humano (IDH) o el de Felicidad Interior Bruta (FIB), los cuales también evalúan esperanza de vida, medio ambiente, salud, género y desigualdad. Estos indicadores están más alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales a través de sus diecisiete directrices tienen como meta final que todas las personas y medios de producción del planeta sean generadores de vida, y no de destrucción. Por lo tanto, ha llegado el momento de decir a nuestros políticos que los ODS no son una quimera que se haya inventado las Naciones Unidas (ONU), sino que representan lo que queremos la mayoría de los habitantes de este planeta para nuestro futuro.

Si queremos tener un futuro, tenemos que afrontar el reto de frenar el gran deterioro ambiental que le estamos ocasionado a nuestro planeta, antes de llegar al punto de no retorno. El cual, según los científicos del clima y medioambiente, podría ser a finales de esta década, si no hacemos nada para evitarlo y seguimos dejándonos guiar por un crecimiento económico devastador. El cual es la principal causa de la contaminación de nuestros ríos, mares y océanos; del aire irrespirable de nuestras ciudades y de los vertidos de gases a la atmósfera. Provocando un cambio climático que, año tras año, lo sentimos más cerca, a través del clima extremo que padecemos. Probablemente, si no somos capaces de frenar esta forma de producir y consumir, finalmente la Naturaleza nos devolverá, de una u otra manera, todo el daño que le estamos haciendo.

Llegados a este punto, miles y miles de ciudadanos estamos ya artos y decimos "¡Basta ya!". Queremos trabajar para construir un mundo más saludable, justo y libre para todos los seres humanos, no para que una élite minoritaria se esté enriqueciendo, a costa de nosotros y de los recursos naturales del planeta. Más aún cuando dicha minoría, gracias a un capitalismo depredador, ha conseguido el control de la mayoría de los recursos económicos y financieros, utilizando los avances tecnológicos en su propio beneficio, sin pensar en el bien común. Generando un deterioro medioambiental sin precedentes en la historia de la Humanidad, a través de la contaminación producida por una industria irresponsable.

Desgraciadamente en la actualidad, la política económica se sigue concentrando principalmente en el crecimiento económico, dejando en un segundo plano el entorno ambiental y el bienestar social. Por eso, necesitamos un nuevo enfoque económico que nos haga prosperar, sin la obsesión de si crecemos o no, ya que las políticas financieras y económicas adictas al crecimiento sistemático cada vez serán menos compatibles con los ODS, y cuanto antes empecemos a darnos cuenta de ello será mejor para todos.

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