MURCIA. Edificios, calles y plazas llevan los nombres de algunas figuras insignes del Siglo de Oro de la Región de Murcia. Como bien es sabido, el Siglo de Oro hace referencia a la época entre el siglo XVI y XVII que estuvo marcada por la grandeza de la creatividad intelectual y artística. En el caso de la Región, nombres como Saavedra Fajardo, Claramonte, Pérez de Hita o Francisco Cascales son la representación del auge artístico.
Uno de los principales pilares de este siglo fue la literatura, donde sus representantes coinciden en el marcado estilo renacentista y, a la vez, muestran pinceladas esplendorosas del barroco. No son pocas las figuras murcianas conocidas en el ámbito de la literatura, algunas de ellas: Diego Ramírez Pagán, Ginés Pérez de Hita, Francisco González de Figueroa, Jerónimo Alcalá Yáñez de Ribera, Andrés de Claramonte, Polo de Medina o el humanista Francisco Cascales.
Diego Ramírez Pagán
Diego Ramírez Pagán, nacido en 1525, fue un clérigo y poeta murciano con gran influencia de Francesco Petrarca y descrito por algunos autores como garcilasista, aunque con rasgos de literatura popular. Su poesía se nutre de fuentes tradicionales en las que introduce sus propias composiciones. Al margen de las composiciones poéticas, tanto sagradas como profanas, publicadas en Floresta de varia poesía (1562) y la Historia de la sagrada Passion de nuestro Redemptor lesu Christo según el Euvangeli […], su producción literaria se completa con unos cuantos sonetos publicados como anticipos de obras de amigos suyos y una segunda parte de Floresta. Esta última contaría con la descripción del terremoto de Murcia, dirigía al marqués de los Vélez, las epístolas de Ovidio traducidas en verso español y unos escritos contra los herejes.
Ginés Pérez de Hita
Se desconoce su verdadero origen, tanto Lorca como Mula aseguran ser las ciudades que lo vieron nacer. Sin embargo, se considera muy posible que gran parte de su infancia transcurriera en Lorca. De hecho, entre 1570 y 1572 se encontraba allí, donde escribió el poema en octavas Libro de la Población y hazañas de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Lorca.
El escrito por el que es más reconocido es Historia de los crueles bandos Zegríes y Abencerrajes, conocidos de otra forma como Las Guerras Civiles de Granada. Precisamente, uno de los Pérez de Hita de la insigne familia establecida en Mula –de los que se desconoce si era familia- apadrinó durante la guerra de Granada a un musulmán.
Este escrito, situado trece años antes de la expulsión de los moriscos, se considera de suma importancia para alcanzar a comprender la difícil situación de los moriscos obligados a convertirse, y de la problemática para compaginar sus propias tradiciones y costumbres con la nueva religión.
La esposa de Pérez de Hita, al parecer, descendía del mismísimo Garcilaso de la Vega, y provenía de una familia de relativa importancia de Vélez Rubio. Pero el poeta no estuvo solo vinculado a la literatura, también ejerció de zapatero en Lorca mientras continuaba escribiendo romances, letrillas e historias.
Ginés Pérez de Hita consigue ganar notoriedad en Lorca gracias a escribir las letras para las fiestas del Corpus y el Concejo de la ciudad le instó a redactar la historia del municipio. Más tarde, cuando se traslada a Cartagena, apuntan a que llegó a conocer a Cervantes en el momento en que el de Alcalá pasó por allí, incluso señalan que el zapatero poeta de Viaje al Parnaso es él.
Francisco González de Figueroa
Este poeta ciego es considerado uno de los máximos exponentes de la conocida como literatura de cordel. Este tipo de literatura, de carácter popular y transmisión oral, venía con un cordel del que se anudaban las obras y solía venderse en los mercados y puestos ambulantes. Respecto a la temática, era bien diversa: religiosidad, historia local, festejos, cuentos e historias cómicas… Todos ellos enmarcados en la cultura y tradiciones.
Pocos trabajos se conservan de este tipo de literatura; sin emabargo, Figueroa compuso en quintillas, quintillas dobles y romances de tema religioso, donde la mujer cumplía los tres tópicos femeninos de la época: pecadora, arrepentida y penitente. Es importante señalar que el carácter popular de las obras no devalúa su calidad literaria.
Jerónimo Alcalá Yáñez de Ribera
Su nacimiento se sitúa en Murcia en 1571, fue un escritor de novela picaresca y también de algunas obras de fondo religioso. Su mayor éxito en novela picaresca fue Alonso, mozo de muchos amos, también conocida como El donado hablador. En esta obra de objetivo moralizador, se refleja el ambiente de la época y guarda ciertas semejanzas con la novela picaresca por excelencia, El lazarillo de Tormes.
Pero en este caso, el personaje principal, Alonso, presenta un carácter devoto, casto, culto y piadoso. Otra característica diferenciadora es su estructura dialogada, ya que en la primera parte el protagonista se dirige al vicario del convento y en la segunda habla con el cura de la iglesia de San Zoles. Además, la obra se desprende de tono pesimista que acostumbra a aparecer en la picaresca, y se decanta por la melancolía.
En cuanto a las obras religiosas, destaca Milagros de Nuestra Señora de la Fuenciscla, un escrito enmarcado en el género histórico-literario de relaciones de sucesos que fue encargo del Ayuntamiento de Segovia. Además, Verdades para la vida cristiana recopiladas de los santos y graves autores es otro de sus importantes trabajos de calado religioso, en el que hace referencia a las clases a las que asistía con San Juan de la Cruz.
También tuvo tiempo para la poesía, dejó en los libros de Juan Alonso de Almela y de Juan Quintela Ledesma muestra de su inclinación por el género. En su propio libro de relaciones de las fiestas segovianas plasma sonetos, octavas, redondillas, quintanillas y una glosa.
Andrés de Claramonte
Dramaturgo y actor murciano cuyo nacimiento se sitúa cerca del 1560. Una de sus obras más destacadas es El valiente negro en Flandes, una reflexión sobre el problema del racismo a través de la historia de un negro que se salva de la esclavitud y que gracias a su esfuerzo de superación consigue ser general con la confianza del duque de Alba.
Otras como El gran rey de los desiertos, San Onofre; El honrado con su sangre, Deste agua no beberé, Dineros son calidad o La infelice Dorotea completan su amplio legado de obras dramáticas. A ello se suma Letanía moral, un libro plagado de elogios poéticos sobre autores coetáneos a Claramonte y apuntes sobre actores y dramaturgos del momento.
Polo de Medina
Salvador Jacinto Polo de Medina (Murcia, 1603) es uno de los grandes nombres del Siglo de Oro. Su primer libro publicado fue Academias del jardín, una mezcolanza entre versos propios y ajenos, crítica literaria y social, con una estructura que recuerda a la reunión de personas para pasar el tiempo de Giovanni Boccaccio. Su lírica se inscribe dentro del Culteranismo, algo notable en su poema encontrado en Murcia, Ocios de la soledad.
Destaca, además, como poeta festivo y de ahí recogemos Epigramas y Fábulas. También, parodió la mitología griega a la manera de Luis de Góngora: Fábulas burlescas de Apolo y Dafne y de Pan y Siringa. Si de prosa se trata, Hospital de incurables y Viaje de este mundo al otro son las más notables, la última inspirada en un sueño semejante a los de Francisco de Quevedo, pero sin la amargura de este. El tono y el consejo moralista también estuvo presente en su obra El gobierno moral a Lelio, una reflexión sobre la prudencia humana y un alarde de la aurea mediocritas como el mejor estado.
Francisco Cascales
El humanista murciano por excelencia, un hombre viajado y amigo de ilustres poetas españoles y extranjeros. Pese a que su nacimiento se sitúa en Murcia, Cartagena supone el centro de referencia para su obra y allí escribe Discurso de la ciudad de Cartagena. Obtuvo en esta misma ciudad la cátedra de gramática y alabó a los poetas y personajes ilustres que allí se codeaban. Aunque también compiló como cronista los Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia.
El propio Lope de Vega elogió su obra, escribió epigramas latinos inspirados en Marcial, tradujo el Arte poética de Horacio, compuso un Florilegio de versificación y confeccionó una Epopeya del Cid. Pero, sin duda, su trabajo más reconocido son las Cartas filológicas, una gran exposición de preciosismo verbal sobre diversos temas, con las claras características del ensayo español. Aquí se compilan importantes juicios históricos y estéticos, unilaterales y polémicos, por ejemplo sobre Luis de Góngora.