como ayer / OPINIÓN

Personajes curiosos de la Pasión: Samaritana, Berrugo, Aurelio…

30/03/2023 - 

MURCIA. "La procesión de Jesús vale más oro que pesa. La del Carmen, sin embargo, tiene una cosa tan buena, que otra mejor no se ha visto, ni es posible que se vea. Allí está hermosa, radiante de majestad y belleza, la gentil Samaritana, vestida de oro y de seda con su cántaro en el brazo y su pluma en la cabeza. ¡Oh!... la gracia de los cielos y el fulgor de las estrellas parece que están brillando en su gallarda presencia; y al ver su rostro apacible, y su airosa gentileza, no es posible hallar un pecho que no lata con violencia, porque... en fin, es mucha imagen, esa imagen hechicera".

"La Samaritana se ha justificado por la leyenda que sitúa a este personaje en el campo de Cartagena"

Estos versos dedicaba el gran poeta murciano José Pío Tejera a la mujer samaritana de la procesión de los 'coloraos' allá por el año 1873, cuando el paso que abría el cortejo penitente del Miércoles Santo estaba a punto de cumplir sus 75 primeros años, ya que fue estrenado en 1799, cobrando por él su autor, el escultor Roque López, la cantidad de 1.200 reales.

No hacía otra cosa Tejera que hacerse eco de la admiración que despertaba y la popularidad de que era depositaria la Samaritana, primer paso de la no menos celebrada procesión de los ‘coloraos’ desde su estreno, y que lo siguió siendo hasta que hace unos años se incorporó al cortejo del Miércoles Santo el trono de San Vicente Ferrer, el predicador dominico en cuyas predicaciones de 1411 se encuentra la génesis de la actual cofradía carmelitana.

La Samaritana es un personaje evangélico, aunque no pasionario, y su presencia en las procesiones, aunque sólo en las de la Región de Murcia y zonas próximas de Alicante y Albacete, se ha justificado por la leyenda que sitúa a este personaje, junto con sus hijos, en el campo de Cartagena, o al hecho de que el evangelio que narra el episodio de su conversación con Jesús junto al pozo de Jacob.

Se le atribuye el nombre de Fotina, y se celebra su festividad el 20 de marzo. Cuentan que el escultor Roque López tomó como modelo a la mujer de un tal Nicanor, que tenía un puesto de aguardiente próximo al convento del Carmen.

Y sin salir de la misma procesión y del Miércoles Santo 'colorao', que tenemos ya a la vuelta de la esquina, encontramos a otro personaje secundario que sin tener nombre siquiera se cuenta entre los más célebres de toda nuestra Semana Santa, cual es el Berrugo, sobrenombre que recibe desde el siglo XVIII el extraño individuo que, arrodillado al pie del balcón de Pilatos, busca introducir al espectador de todos los tiempos en la escena de la condena a muerte de Jesús en el Pretorio.

Aunque se adjudicó la autoría a Salzillo, por el hecho de que se nombre de ese modo al mal encarado y bizqueante sujeto por vez primera en 1737, y hasta se creó una leyenda en torno al modo en que el escultor se inspiró para tallar la pieza, al ver a un empleado municipal remendando una estera en una posición similar a la del Berrugo, con una rodilla en tierra. Sin que faltara quien le asignara parecido con alguna pieza del belén.

Pero lo cierto es que paso fue terminado por Nicolás de Bussy casi 40 años antes, y que en la relación de imágenes que se cita en el pleito entre cofradía y carmelitas poco tiempo después, aparece un sayón que sólo puede identificarse con el Berrugo, lo que implica la autoría del escultor nacido en Estrasburgo, que no fue ajeno a la corriente de introducir personajes de anacrónica indumentaria en los pasos procesionales, como sucedió también, en el mismo Pretorio de la Sangre, con Pilatos y el soldado romano.

Sobre el papel que desempeña el Berrugo se escribió mucho desde el siglo XIX, pero es posible que la respuesta correcta fuera la más evidente: nuestro personaje asume la representación de todo el populacho que condena al Maestro.

Pero la parte amable de este paso dramático fue siempre, al menos desde mediados del siglo XIX, la narración de la andanza del tipejo patibulario cada Martes Santo, cuando, al vaciarse la iglesia tras la exposición de los tronos, cobraba vida y se internaba en los bancales huertanos, entonces muy próximos al Carmen, para robar habas, y en ellos era sorprendido por la autoridad, que lo devolvía al paso del que nunca debió salir. Eso sí: debidamente provisto del producto de su fugaz escapada, que lucía (y luce) al arrimo del Pretorio del procurador romano.

El citado Pío Tejera escribía en 1873: "Por la puerta del Puente, con dos fusiles, en busca de Berrugo van dos civiles; y él, entre tanto, en un habar se esconde lleno de espanto. En la cabeza viste, gorro encarnado que frigio  parece por lo arrugado. Y en esta facha ha salido Berrugo de su cobacha". Y es que en la prensa de entonces, y durante decenios, la fuga del popular villano fue objeto de comentario en prosa o en verso, y si no se aludía a este hecho, parecía que faltaba algo a la Semana Santa.

Bien distinto es el caso de otro individuo que nunca alcanzó popularidad porque fue recluido durante medio siglo en los almacenes de la Cofradía, en este caso la del Perdón tras su efímero debut en el año 1954.

En una primeriza y aislada aproximación a la imaginería pasionaria, el por entonces joven escultor murciano Francisco Toledo estrenó aquel año el paso del Encuentro de Jesús con la Verónica, compuesto de cuatro tallas: Cristo sentado sobre un roca en el camino del Calvario; la piadosa mujer portando en sus manos el lienzo donde ha quedado impresa la Santa Faz; el Cirineo inclinado, levantando del suelo la cruz; y un personaje de difícil catalogación que parecía indicar al Nazareno que debía reanudar la marcha.

Pero ese individuo solo apareció sobre el paso del Lunes Santo el primer año. Luego, el grupo quedó reducido a tres imágenes y la composición fue replanteada, pasando Cristo y la Verónica a primer plano y el Cirineo a la parte trasera. Dicen que el cuarto en discordia no gustó, pero también se argumentó que se parecía a un vecino del barrio de San Antolín, llamado Aurelio, que algunos identifican con el reconocido pintor, y que a su familia no le sentó nada bien verle retratado en aquél paso. Lo cierto es que pasó al ostracismo, del que salió en 2005, devolviéndose al paso su aspecto original. Hacía sólo unos meses que había fallecido su autor.

 

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