Nací en el 73, soy hija de padres de la posguerra y en este mundo capitalista que nos ha tocado vivir, nuestros progenitores nos prometieron un futuro de algodones, comodidades y una era de paz velada.
Soy fruto de la EGB, de colegio privado de monjas, de “los niños con los niños y las niñas con las niñas”. Tenía una caja de Juegos Reunidos Jeyper y mi juguete preferido era la Nancy. He llorado a moco tendido con Yaki y Nuca, con Heidi y con Marco. He tenido una careta de Mazinguer Zeta. He cantado las canciones de la movida hasta quedarme sin aliento. Mis discos eran de Duncan Dhu, Hombres G, U2 y alguno de Milli Vanilli, no me avergüenza reconocerlo.
He estudiado una carrera fuera de mi ciudad y he devorado los jueves universitarios como si fueran mi última fiesta. He sido una JASP Joven Aunque Sobradamente Preparada y he babeado con el primer anuncio que se hizo de Coca Cola Light. Mi primer trabajo fueron prácticas no remuneradas y accedí a él con la esperanza de que fuese el de mi jubilación. Después de eso he colaborado con cuatro compañías más. La crisis del 2008 me cogió endeudada hasta las trancas por la soberbia de la economía del bienestar y del éxito.
Querido lector, si usted se siente identificado con todo esto, quizá también se haga la misma pregunta ¿por dónde se va a la zona de confort?
Me imagino que Vd. También habrá oído la frase que le exhorta todo el tiempo a salir de la zona de confort. Si es de los afortunados que está en ella le doy mi más sincera enhorabuena. No es mi caso. Cada vez que creo que estoy llegando a mi destino parece que pierdo la señal GPS porque la vida me indica: Recalculando. Y así llevo mis 'taytantos años' (haga Vd. la resta). Desde que dejé el cálido nido me lo paso recalculando.
En realidad a principios de 2007 ni tan siquiera creo que supiera lo que era un sistema de navegación, iba por la vida exultante de seguridad y libertad. Era inmune a las miserias de mi entorno, no tenía conciencia social, ni económica ni ecológica. Si, justo lo que está pensando, ¡era una inconsciente vamos!
El recuerdo que tengo de esa época es como de quien se ha salido de la carretera y busca cómo volver al camino. Pero por fin en 2013 lo volví a encontrar y ¿saben lo que hice entonces?, me fui directa a la tienda y me compré el mejor GPS que encontré. Había aprendido la lección. Vivía entre actualizaciones continuas de mi software, vías alternativas estudiadas, caminos comarcales por si acaso, red de gente que ya había estado allí y me indicó como llegar, cuáles eran los sitios de interés. Uf, ¡qué tranquilidad!, directa a la zona de confort rodeada de airbags. Nada me va a impedir llegar a mi destino esta vez, pensé.
Pero la vida no para de darte lecciones, sólo siete años más tarde y aquí me tienen, recalculando de nuevo. Pues saben lo que les digo, como diría Fernando Fernán Gomez ¡A la mierda!, acabo de tomar una decisión. No quiero ir más a ese destino lejano e imaginario como el mismísimo Oz. Voy a disfrutar del camino con la mirada puesta solamente en la próxima parada, no más lejos. Visitaré allí los monumentos que este lugar me brinde, conoceré a sus gentes y sus costumbres. Hablaré con los mayores del pueblo y me bañaré en su sabiduría y me tomaré una caña a mi salud.
Quizá esa es la verdadera zona de confort de la que hablan y algunos han alcanzado, la que va contigo donde tú vas, la que te hace sentir fiel a ti mismo, la que te deja perdonarte los pecados veniales y también los capitales, la que tiene un guarda de seguridad en la puerta y pregunta la contraseña antes de dejar pasar a cualquiera.
No hay mejor lugar en el mundo que Vd. mismo, ni mejor amigo. Por eso le digo cuide de su jardín y riegue sus amistades.
Trinidad Guía Sánchez
Licenciada en Ciencias Económicas, Máster en Dirección y Administración de Empresas y Experta en Ventas.