MURCIA. Asistimos, algunos ojipláticos, otros curiosos, otros francamente preocupados, a la emisión de comportamientos poco habituales como sociedad en tiempos recientes. Y todo por algo tan viejo como el mundo: las malas compañías. Estas compañías nocivas, antes o después, provocan impactos en una o uno. "No te juntes con este o con aquella", suena en la cabeza de casi todos como advertencia de un familiar que te quiere bien. En la mayoría de los casos, el consejo cae en saco roto. En otros, es inevitable tener que juntarse. Justo lo que ha sucedido con los Reyes en su vista a la zona cero de la terrible Dana que ha asolado principalmente diferentes poblaciones de la Comunidad Valenciana.
"Ante una clase política que no está a la altura, lo mejor es mantener las distancias"
Ante una clase política que no está a la altura, lo mejor es mantener las distancias. Si a esto sumamos el barullo tecnológico de los modelos predictivos, la inconexa digitalización de la sociedad y la utilización partidista de las comunicaciones, acrecentamos el problema. La guinda podríamos ponerla con aquellas infraestructuras costosas a medio mantener, a medio hacer o incluso, sin acometer, pero no, faltaría añadir los planazos urbanísticos por los que algunos ganan bastante dinero ubicando a las personas en ramblas y zonas inundables conformando el conglomerado de tantas cosas que afectan a poblaciones al final de cuenca vertiente, en la orilla de ese reclamo turístico que es el mar. Todas eso tan conocido que asumimos como normal sobre todo en las zonas de costa, vuelve a mostrar sus deficiencias.
A pesar de todo ello, los más graves impactos de los fenómenos naturales en la especie humana se deben al obsoletismo educativo, formativo, normativo. Las alertas llegaron tarde, es escandaloso y evidente, pero es que la población no entiende qué significan ni qué deben hacer ante este tipo de alertas. No miramos al adquirir una propiedad si está en zona inundable, cosa lógica, considerando que no deberían existir estas viviendas en un mundo racional, sencillamente porque nos falta formación en materia y cierta "mala idea" para ver que no es oro todo lo que reluce. También es verdad que las Danas ni eran tan frecuentes, ni tan virulentas, pero esto ha cambiado hace ya tiempo. Insisto, la educación de la ciudadanía en el seguimiento de protocolos frente a situaciones meteorológicas adversas debe ser asignatura obligatoria desde las primeras etapas educativas. Tanto sobre lo que es el cambio climático, sus causas y consecuencias, sobre cómo podemos afrontar situaciones extremas que cada vez serán más frecuentes. En forma de olas de calor, en forma de Danas, en forma de migraciones medioambientales o de escasez de recursos naturales.
Imagino que si la clase política de este país en todo su espectro hubiese recibido esta educación en la escuela, no harían el ridículo que hace ni se sentiría orgullosa de ello. Vamos, que no tendríamos que soportar, de un lado, el asunto de las comunidades autónomas que se creen país para captar fondos y revierten de nuevo en comunidad cuando les sobrepasa la gestión. Y, en el otro lado, la dejadez de tutela. En ambos predomina un exceso de confianza motivado por la irreal percepción de sus capacidades y la ceguera de sus ambiciones.
"la España solidaria clama por los militares; La confianza ha mutado y ellas y ellos se erigen como la ayuda segura de la catástrofe"
Frente a ellos, la España solidaria clama por "los militares". La confianza ha mutado y ellas y ellos se erigen como la ayuda segura de la catástrofe. Personas formadas y entrenadas para acatar órdenes, pero también para darlas. Con unos conocimientos prácticos sobre el terreno eficaces. Personas que no pierden el tiempo ante cámaras, nadando en la nube de la teoría, o en los focos de los medios de comunicación. Las Fuerzas Armadas, Cuerpos de Seguridad del Estado, Cuerpos de Bomberos, Protección Civil, los equipos médicos, entre otros, son fundamentales en situaciones de catástrofes naturales, porque están revestidas de eficacia y resolución. Porque tienen un compromiso profesional para dar un servicio público. Pues todo esto, igual que lo de construir encima de una rambla, es algo que se omite en periodos de bonanza y sobre lo que se recorta de forma inmisericorde para derivar el dinero a otra cosa como las contrataciones de servicios por terceros, temporales y sujetas a la letra pequeña. Es suicida no ver que los servicios públicos no pueden ser reemplazados por otros privados en un mundo que se mueve por poder y dinero. No deberían serlo para que cuando surjan estos desastres humanitarios, que hay unos cuantos en el mundo hoy día, haya un servicio profesional de atención a las víctimas que lo han perdido todo. Un servicio que entre todos pagamos y que tenemos derecho de recibir.
Cuando te comunican una grave desgracia sobre alguien querido, cuando sufres y la esperanza muta en indignación, pero aún no la has perdido. Cuando todo eso pasa, te expresas sin filtros, y te desbordas, arrasas a tu paso. Esos son los insultos liberadores, humanos, terapéuticos, distintos a los politizados y manipuladores. Las redes sociales y esta era de la comunicación digital necesita de una ética y una humanización de su uso para evitar creer en realidades que son mentiras. Si a esto le unimos una educación de calidad, actualizada a los avances de los tiempos, que desde las primeras etapas que entrene en el uso de la lógica, y case la razón a la experiencia, el comportamiento sería distinto y los bulos perderían su poder manipulador. La sociedad va aprendiendo a base de experiencias, buenas y malas, a ser una sociedad lúcida. En este pensamiento no hablo de "solo el pueblo salva al pueblo" como excluyente, sino que gracias a una educación de calidad y completa, incluso la clase política estaría a la altura.
Más allá de todo lo acaecido y por acaecer, deberíamos poner en valor el gen solidario inevitable que se coloca en primera línea de fuego frente a la politización de la inutilidad. Lo que subyace en nuestro ADN como país vuelve a expresarse y resurge la España solidaria en forma de una marea de voluntarios. Personas que sufren y otras que intentan paliar su sufrimiento, ayudar, colaborar, cooperar, empatizar, escuchar, consolar, son acciones que cada segundo van sucediéndose en un escenario dantesco que no admite excusas. Pequeñas historias de esas "pequeñas cosas" que nuestro Premio Princesa de Asturias de las Artes nos canta, pequeñas, pero invencibles.