CARTAGENA. La mayoría de los comentaristas fingen ignorar que el Partido de los Socialistas Catalanes (PSC) es distinto del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Ese apantallamiento no obsta para que el PSC no sea la Federación Catalana del PSOE. No solo tiene unas siglas distintas, sino que tiene su propio número de registro oficial, sus propios estatutos, su propio programa y elige a sus órganos dirigentes al margen del PSOE. Se ha opuesto sistemáticamente a que el castellano sea lengua vehicular en los centros escolares de Cataluña y en varias ocasiones ha votado en el Congreso en sentido opuesto al PSOE. Tal fue el caso cuando los dirigentes del PSOE decidieron abstenerse para que gobernase Rajoy y, más trascendente, cuando el PSOE decidió denegar el derecho a segregarse a Cataluña. La socialista catalana que acaba de presidir el Congreso, señora Batet, opinó en aquella ocasión que Cataluña era una nación distinta de España y con derecho a separarse si así se decidía en un referéndum exclusivamente catalán. Y votó en consecuencia. Una tránsfuga, en su opinión, que no en la mía. Y luego hablan de Castillo.
"Desde ZP, las direcciones del PSOE han venido opinando que es preferible pactar con los separatistas que hacerlo con el PP"
Tras las recientes elecciones generales, la situación política trae causa, como dicen los abogados, del pacto firmado en 2003 en el salón de Tinell por los socialistas catalanes, los mandamases de la Izquierda Republicana de Cataluña (IRC) y los comunistas catalanes. A raíz de ese acuerdo constituyeron un gobierno autonómico tripartito, elaboraron un Estatuto de Autonomía inconstitucional y, atenta la compañía, prohibieron establecer acuerdos de gobierno y de legislatura con el Partido Popular (PP). Esa prohibición habría de aplicarse no solo en Cataluña sino en el conjunto de España. En su lenguaje, "en el ámbito estatal". De ese modo, la política fijada por el PSC (bajo la dirección de Pascual Maragall) pasaba a condicionar la política del PSOE, (bajo la dirección de Zapatero). Y este presidente, que ha tenido a bien aclararnos que el infinito es el infinito, se atuvo a esa línea sin titubeos.
Desde los tiempos de ZP, las sucesivas direcciones del PSOE han venido opinando que es preferible pactar con los separatistas que hacerlo con el PP. Eso ha producido una asimetría letal para el PP, que, por el contrario, ha preferido en varias ocasiones apoyar al PSOE para limitar el poder de los separatistas. Le dio la Presidencia del País Vasco a Patxi López y acaba de darle la Alcaldía de Barcelona a Collboni. Sin embargo, en virtud el pacto del Tinell, no va a encontrar correspondencia en el PSOE. Da lo mismo que el Feijóo haya subido 47 escaños, lidere la lista con más escaños (136) y haya obtenido mayoría absoluta en el Senado. El pacto del Tinell orienta a Sánchez a pactar con todas las formaciones separatistas a pesar de que haya perdido 6 escaños. Después de todo, lo enmascara con la subida forjada por el PSC, lo que le da un balance de dos diputados más (122). Y el PSC, artífice de los resultados globales de los socialistas, fue el inventor del pacto del Tinell. Y ZP, que fue su avalista, ha desarrollado una intensa actividad electoral a favor de Sánchez. Así que, nos guste o no, Sánchez intentará aplicar el pacto de Tinell "en el ámbito estatal".
Un problema le fastidiará: el patio separatista anda muy revuelto. Si el socialista catalán Borrell hablaba del carajal autonómico, bien podríamos ahora hablar del carajal separatista. Comprendo que los lectores murcianos no tengan interés en ponerse al día de los detalles de ese mundillo, pero se arriesgan a no entender lo que puede suceder. Por eso me permitiré comentarlo.
En primer lugar, liderado por Silvia Orriols, ha surgido en un pueblecito catalán, Ripoll, una nueva formación separatista, en este caso explícitamente de extrema derecha. No solo se opone, como es tradicional entre los separatistas, a todo lo español, sino también, gran novedad, a todo lo islámico y lo hispanoamericano. Está contra todo tipo de inmigración. Su lema es solo nos apoyaremos en catalanes de pura cepa. De hecho, ha entregado a la policía a un islámico sin papeles que dormía en la calle. Y ha anunciado que se presentará a las elecciones autonómicas. Eso ha asustado a IRC, pero también a Juntos por Cataluña (JpC). Y resulta que Sánchez no podrá ser investido presidente del Gobierno si los siete diputados de JpC votan en contra. Tendrían, por lo menos, que abstenerse.
En segundo lugar, la eurodiputada Clara Ponsatí, procesada por desobediencia (y antes por sedición), ha roto con el eurodiputado Carlos Puigdemont, perseguido por malversación (y antes por sedición). Clara dejó claro cuando anunció que no será presentando recursos ante la justicia europea, método favorito de Carlos, como conseguirán la independencia de Cataluña. Y ayer mismo Clara se ha hecho detener en Barcelona para exhibir su gallardía (no puede ser condenada a cárcel, ¡así cualquiera!). Y se dice que Clara quiere fundar un nuevo partido separatista, en alianza con la aguerrida Asamblea Nacional de Cataluña. Y, claro, todo eso asusta a JpC, partido al que está muy vinculado Carlos.
En tercer lugar, amplios sectores de los separatistas están muy enfadados con sus dirigentes, a los que acusan de haberlos traicionado al no aplicar la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) de 2017. Tan enfadados están que han promovido una campaña a favor de abstenerse de votar. Un articulista tan conocido como Bernat Dedéu no ha parado de propalar la abstención. Y no escribe mal. De hecho, ha logrado que los separatistas pierdan más de diez escaños. Y eso asusta a JpC.
Finalmente, JpC ha basado su campaña en denunciar la obediencia de IRC a Sánchez. Rompieron por ese motivo el gobierno bipartito del que formaban parte y bloquearon la candidatura de Jaime Giró, un militante distinguido, por sospechoso de afín al pacto de Tinell. Ya se aseguró Carlos de que los siete diputados de JpC fuesen tan irreductibles como los legendarios numantinos. La cosa ha quedado en manos de personas tan asequibles como Myriam Nogueras, alérgica a la bandera española, y Laura Borrás, condenada por malversación. Y ambas han aclarado que votarán contra la investidura de Sánchez a menos que les conceda, por escrito, un referéndum de segregación.
En mi opinión, asustados como están, los de JpC no cederán. Por su parte, Sánchez ha declarado que "la democracia encontrará el modo" de que él siga gobernando. Todos nos preguntamos cómo. Porque, eso sí, los referenda de segregación son estrictamente inconstitucionales. Si aprueba algo por el estilo, lo mismo lo denuncian por prevaricación. O no. Nunca se sabe. Pero acaso haya que repetir elecciones. Es el problema de no haber incluido en el pacto del Tinell, junto a la prohibición de pactar con el PP, la obligatoriedad de apoyar al PSC o, en su caso, al PSOE. Esa falta de previsión puede retrasar el glorioso momento en que Sánchez, arropado por los separatistas, vuelva a gobernarnos. Las consecuencias de la posible repetición de elecciones para nuestra región, en un próximo capítulo. Mientras tanto, los que las deseen, apoyen al buenazo de Dedéu.