análisis

Pedro Sánchez desinfla el 'soufflé' independentista

13/05/2024 - 

MURCIA. Durante años, muchos analistas que, desde la perplejidad (y desde fuera de Cataluña), intentaban entender el porqué de la pujanza independentista, lo hacían empleando la metáfora del soufflé: un invento que se estimaba artificiosamente inflado y que, tarde o temprano, la fuerza de las circunstancias desinflaría. 

Pues bien: ayer, en las elecciones al Parlament de Catalunya, el soufflé se desinfló nítidamente. Los partidos independentistas (Junts, ERC, CUP y el nuevo independentismo ultraderechista de Aliança Catalana) quedaron muy lejos de la mayoría absoluta, con 61 escaños (a siete de la mayoría), y con un 43% de los votos. Hace tres años, en 2021, fueron 74 escaños y un 47% de los votos. Se desinflaron por muchos motivos, pero sobre todo dirían que pesan dos: por un lado, el procés y sus promesas incumplidas, la tensión y la crispación, las "jugadas maestras" constantes, han cansado definitivamente a muchos catalanes, o al menos a suficientes catalanes como para que las opciones partidarias de la independencia pierdan la mayoría absoluta.

 

Algo que, si hablamos de los antecesores de estos partidos (CiU y ERC), sólo había pasado en 1980, en las primeras elecciones autonómicas catalanas de la actual etapa democrática, cuando CiU necesitó del voto favorable en la investidura tanto de ERC como de UCD (sí, de UCD, la derecha española haciendo de tonto extraordinariamente útil, y extraordinariamente tonto, aunque no tanto como ERC, para entronizar a Jordi Pujol y sus 23 años de mandatos encadenados). 

En todas las demás elecciones, CiU y ERC siempre sumaron al menos 68 escaños. Hasta ahora. Sólo el partido de Puigdemont, JuntsxCat, ha mejorado sus resultados en esta jornada electoral, pero lo ha hecho tímidamente (sólo tres escaños más, muy poco para la supuesta aureola del "president legítim" exiliado en Bélgica); ERC, por su parte, ha perdido 13 escaños (baja de 33 a 20) y casi 200.000 votos, y la CUP más de la mitad de sus votos y escaños (baja de 9 a 4).

Por otro lado, además del hartazgo de muchos votantes con el procés independentista y su resultado, hay que contar con otro factor de gran importancia, y es el cambio en La Moncloa en 2018, de Mariano Rajoy a Pedro Sánchez. De un presidente que aplicó el artículo 155 para suspender la autonomía de Cataluña (¡con el apoyo de Pedro Sánchez!) y convocó nuevas elecciones, a otro que alcanzó La Moncloa merced a una moción de censura que nunca habría salido adelante sin el apoyo de los partidos independentistas. Y lo mismo cabe decir de sus sucesivas investiduras, cimentadas primero en la abstención de ERC y después en el voto afirmativo tanto de ERC como de Junts. 

   

Con todo ello, Sánchez ha logrado que parte del discurso independentista quedase vacío de contenido (mostrando con los hechos que había "españolistas buenos" que pactaban con el independentismo, y también que dicho independentismo estaba dispuesto a pastelear con "Madrid"). Pero, sobre todo, los independentistas han perdido a su archienemigo y gran factótum electoral en La Moncloa: el PP. Ya lo saben: en la próxima investidura, que apoyen a Feijóo.

Los resultados, incluso si Salvador Illa no logra sumar con ERC y Comuns (a estas horas de la noche parece que sí que lo conseguirá), o aunque luego no pudiese forjar una coalición de Gobierno o de investidura, constituyen un éxito mayúsculo del PSC, que sólo había ganado las elecciones autonómicas en las anteriores elecciones de 2021, ya con Illa de candidato (pero entonces empató en escaños con ERC), y en las de 1999 y 2003, cuando Pasqual Maragall superó en votos a CiU (pero perdió por cuatro escaños). Ahora, en cambio, la victoria, con 42 diputados (siete más que Junts) y un 28% de los votos, es muy clara. 

Se trata, sin duda, de unas cifras que respaldan inequívocamente a Pedro Sánchez y su apuesta por reducir la tensión en Cataluña (para conseguir los votos de los partidos independentistas catalanes, no vayan ustedes a pensar que Pedro Sánchez hizo lo que hizo respecto de Cataluña, o de cualquier otra cuestión, por convicciones). No creo que tuviera nada que ver la patochada del propio Sánchez con su amago de dimisión por amor... ¡Pero lo importante es que a ojos de muchos parecerá que también ha sido gracias a eso!

   

Más allá del indudable éxito del PSC, hay que destacar que los resultados también son, a la vez, un claro viraje a la derecha, que sube globalmente once escaños respecto de 2021, a costa tanto de Ciudadanos, que desaparece, como de las pérdidas de escaños de ERC, Comuns y CUP. Ese incremento se consigue, sobre todo, gracias al excelente resultado del PP, que alcanza 15 escaños, cerca de su mejor resultado histórico (19, con Alicia Sánchez Camacho, en 2012), y supera nítidamente a Vox, que se mantiene en 11. Es decir, se trata de un resultado que por un lado muestra la fortaleza del bipartidismo, con PSC en máximos y PP casi en máximos, pero por otro lado también indica el crecimiento relativo de la derecha española en Cataluña, pues PP y Vox suman 26 diputados (en 2017 Ciudadanos obtuvo 36 diputados y ganó las elecciones, pero ahí había mucho voto "prestado" del PSC que votaba a Ciudadanos por cuestiones identitarias-españolistas, no ideológicas). Es decir: que también aquí podemos ver un resultado que indica bien a las claras que la aventura del procés independentista no tiene más recorrido, por mucho que sus líderes quieran seguir sobreactuando. Entre otras cosas, porque tal vez la sobreactuación acabe engordando a otros, como la ultraderechista Aliança Catalana.

Con este resultado... ¿qué puede pasar en España? Pues probablemente nada. Haya tripartito o no (pienso que lo habrá de facto, aunque ERC se quede fuera del gobierno catalán), los resultados son tan malos que desincentivan un cambio estratégico de los partidos independentistas catalanes y su pertenencia al bloque de la investidura. Al menos, mientras tengan que esperar a que se aplique por completo la amnistía y sus efectos estén fuera de duda para los beneficiados. Por otro lado, no parecería creíble ahora un movimiento de Puigdemont, de ERC o de ambos que buscara preservar la Generalitat de Cataluña en manos de los partidos independentistas a cambio de su apoyo a Pedro Sánchez, precisamente porque el resultado del PSC es demasiado bueno, y el de Junts y ERC demasiado pobre, para pretender algo así. 

    

Este resultado, en resumen, da aire al PSOE y al Gobierno (pero no a su socio de gobierno, Sumar, que vuelve a mostrar, por terceras elecciones autonómicas consecutivas, el agotamiento de la fórmula y del liderazgo de Yolanda Díaz), y le permite aspirar a continuar al menos un año, hasta que se aplique definitivamente la amnistía y se vea si los independentistas abandonan a Sánchez en la votación de Presupuestos. Pero, incluso si esto último ocurriera, Pedro Sánchez perfectamente puede continuar prorrogando los Presupuestos; como, de hecho, ocurre ahora, cuando vivimos con los Presupuestos de 2023 prorrogados, y sin mayor problema para el presidente del Gobierno. 

Una prórroga, además, que vino motivada precisamente por la convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña, principio y fin de las opciones políticas del PSOE y de Pedro Sánchez en cada vez más sentidos, pues Cataluña es, de largo, el principal granero electoral del PSOE en estos momentos, y además la comunidad autónoma en la que consigue aventajar más a sus rivales. No sólo por los escaños que obtienen el PSC y Sumar respecto de PP y Vox, sino también por los imprescindibles escaños de unos partidos independentistas que no hace mucho tiempo convocaban referéndums ilegales y acababan en la cárcel o fugados en el Parlamento Europeo, y que ahora han sido reducidos por el PSOE y Pedro Sánchez a la condición de útiles socios parlamentarios "para parar a la derecha". Para que luego digan que Sánchez rompe España.

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