La antigua afirmación de "la mujer del César no solo debe ser honesta sino parecerlo" evidencia la necesidad de una mayor exigencia de moralidad respecto a nuestros dirigentes
Estamos en unas fechas, las navideñas, donde las fiestas proliferan por doquier. Éstas son fiestas familiares, con los compañeros del trabajo, etcétera, típicas celebraciones de unas fechas tan entrañables por la conmemoración de la Buena Nueva, el nacimiento de la esperanza, el nacimiento del Niño Dios. Aunque a veces en estas fechas también se producen fiestas inapropiadas, que en estos tiempos de pandemia han estado incluso prohibidas, y es en una de estas donde ha caído, víctima de sus contradicciones, ese político británico peculiar que es Boris Johnson, en un episodio que ya es titulado por los tabloides ingleses como el Partygate.
Todo empezó hace unos días cuando se filtraron informaciones, y más tarde fotografías, de una fiesta acaecida hace un año, cuando estaban prohibidas en las que participó el premier Boris Johnson, y que para más inri se celebró en Downing Street (la versión inglesa de La Moncloa), mientras que el resto del país (y del mundo prácticamente) estaba de una forma u otra atenazado por el miedo pandémico del virus chino de Wuhan.
Este suceso, aunque pequeño en sí, tiene su transcendencia como síntoma de una época de moralidad decadente, de esa nueva política populista, infantil que diría Mariano Rajoy, propia de una sociedad liquida como escribió Zygmunt Bauman, donde esos líderes, sin oficio ni benéfico previo a la política, quieren que el pueblo haga lo que dicen pero no lo que hacen; pues son nómadas sociales, además de morales, que adaptan sus opiniones y formas de actuar a cada momento, independientemente de consideraciones éticas o de coherencia, a sus propias necesidades e intereses, por no decir instintos. Aquí, en nuestra piel de toro, hemos tenido bastante dosis de ese jarabe o virus, según se mire, que parece va remitiendo, como ocurrió con la retirada de la política del macho alfa de la izquierda que gustaba, o al menos se recreaba pensando en cómo "azotaría hasta que sangrase" a cierta periodista, sin que por cierto el feminismo combativo se escandalizase mucho y menos aún protestase o manifestase.
Esta Partygate, como ustedes comprenderán, ha generado un terremoto político en las islas Británicas, teniendo múltiples derivadas. En primer lugar, la lógica consecuencia de sufrir el primer ministro británico una crisis de popularidad y credibilidad, siguiendo ya su costumbre de estar siempre sobreexpuesto mediáticamente, aunque también ha tenido sus repercusiones políticas, tanto externas como internas, y estas crisis se saben como empiezan, pero nunca como acaban, e incluso para alegría de los Laboristas pudiera ser el inicio del fin de una forma errática de gobernar.
Respecto las consecuencias en la política interior del Reino Unido, podríamos resumirlas a su vez en dos: una primera en su propio partido, es decir, de puertas adentro del mundo político, y un segundo aspecto respecto a su forma de gobernanza, de las decisiones que como ejecutivo toma y afectan a la ciudadanía. Las consecuencias en el partido conservador han sido que sus congéneres diputados se han revelado para mostrar su disgusto en esa forma de actuar, digamos que hipócrita, por no decir irresponsable; la rebelión se ha escenificado en una votación en el parlamento para el refrendo de unas decisiones de Johnson como premier del ejecutivo, y que simplemente han sido validadas por el legislativo británico gracias al apoyo del partido Laborista, el partido de la oposición, algo impensable en España, donde impera más la obediencia ciega al partido, y donde antes nos quedamos ciegos con tal de que el oponente se quede tuerto.
La otra consecuencia a nivel de la política interna del Reino Unido y en cuanto designios del ejecutivo ha sido el bandazo radical que ha dado el premier Boris Johnson en su política antipandémica, que ya sabrán ustedes ha sido más que laxa, pues ha declarado la Emergencia Ómicron, por la que ahora mismo se va a exigir el pasaporte covid así como diferentes medidas restrictivas, e incluso se ha instado a la vacunación masiva de toda la población, entre otras acciones.
En la otra perspectiva, la exterior, como adelantábamos también ha tenido sus repercusiones. La debilidad de Johnson a consecuencia de esta crisis ha hecho que en el desarrollo del Brexit y la negociación del sistema aduanero impuesto entre Irlanda e Irlanda del Norte se aleje por lo menos momentáneamente durante una temporada. Algunos hablan que por lo menos hasta el 5 de mayo de 2022 con las elecciones territoriales en Irlanda del Norte, la posibilidad de apretar el botón rojo, la llamada activación del artículo 16 del tratado contra el Protocolo de Irlanda del Norte.
Este Protocolo tiene una gran importancia, en primer lugar, para un país miembro de la unión, Irlanda, pues esta no activación permitirá seguir negociando para mantener la relación más fluida, sin fronteras y con los mínimos restricciones de movimientos con Irlanda del Norte, lo que económicamente es muy importante para la República del Eire. Pero es que además la gran consecuencia es la estabilidad política en esa isla de Irlanda, pues la aplicación del artículo 16 y el establecimiento de una frontera dura tendría graves consecuencias en la normalización y pacificación de esta isla ocupada hace varios siglos por el Reino Unido, y que inició el proceso de descolonización al inicio del siglo XX, logrando un gran paso a finales de ese mismo siglo, al firmarse el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, momento desde el cual la situación se ha ido cada vez normalizando más, aunque claro siempre hay todo tipo de opiniones, los Unionistas (de Irlanda del Norte), por ejemplo, no están de acuerdo con el anterior planteamiento pues piensan que ese Protocolo debilita sus vínculos con el Reino Unido.
Y como siempre en este mundo globalizado también nosotros sufriremos las consecuencias de esa crisis, de esas decisiones, dado que Inglaterra es uno de nuestros principales clientes en dos de nuestros principales sectores. En primer lugar en la industria turística dado que cualquier tipo de limitación de movimientos o su contrario, nos perjudica o nos puede beneficiar, sobre todo a nuestra Costa Blanca, y por otro lado también a la industria agropecuaria, aunque sea a más corto-medio plazo, puede perjudicar o beneficiar esas limitaciones a personas y bienes, que unidas a los efectos del Brexit, ya generaron por ejemplo hace un año, con la variante británica de la covid-19, serias dificultades en el comercio y movimiento de mercancías.
Ya ven: los populismos, es decir, la falta de racionalidad a la par que de moralidad, ya procedan de fuera o de dentro de nuestras fronteras, nos hacen pagar siempre un alto precio.