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tribuna libre / OPINIÓN

Paris-Murcie

11/06/2024 - 

MURCIA. Europa ha sido pensada desde la noche de los tiempos por su civilización. Nacida de Carlomagno -como sostiene Henri Pirenne y como nos recordó Javier Gomá en un artículo-, ha ido concretándose paulatinamente por hombres entre los que podemos destacar al Conde de Saint Simón, partidario de agrupar a los pueblos de Europa para lograr unos resultados cuyos efectos fueran superiores a los obtenidos por las partes, sin que por ello dejasen de conservar de forma individual una independencia nacional; o por Víctor Hugo, que proyectaba en su idea de los Estados Unidos de Europa la forma ya real y puesta en práctica de los Estados Unidos de América. 

En Benjamín Constant, contrario a construir Europa mediante conquistas militares, ya se atisba no sólo el liberalismo que trajo consigo la Ilustración, sino el federalismo moderno. Kant, cuyo nacimiento es anterior en el tiempo al de Constant, desarrollará una temática parecida a la de este último en su obra Sobre la paz perpetua. Al hilo de las tramas tejidas por estos dos autores, resulta interesante comentar el origen de la frase "vida, libertad y búsqueda de la felicidad" de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que Francis Fukuyama considera íntimamente relacionada con una antigua idea que se remonta a Hobbes. Este pensador, en un momento en el que se sucedían innumerables guerras esencialmente religiosas en Europa, planteaba que el primer deber del Estado era proteger el derecho a la vida. Esta afirmación estaba basada en el miedo a las acciones bélicas, algo común en aquel tiempo. No obstante, pese al surgimiento del liberalismo y pese a estos deseos de paz manifestados incluso por el zar Nicolás II en 1898, cuyo deseo era que las naciones aspirasen a una reducción del exceso de armamento, en la primera mitad del siglo XX se sucedieron dos grandes guerras en Europa. Batallas mantuvieron también Thatcher y Kohl años más tarde en el mismo sentido de la defensa, llegando a confluir en un acuerdo sus divergencias.

Por otro lado, nos dice José Antonio Marina que una futura guerra mundial a principios del siglo XX era impensable debido a la interdependencia económica y financiera, reflexión que fue objeto del libro La gran ilusión, publicado por Norman Angell en 1919, traducido a once idiomas y comentado en las universidades. Años después ganó el Nobel de la Paz. Tocqueville afirmaría sobre la guerra algo semejante a lo que Angell desarrolló un siglo después: "A medida que la igualdad, desarrollándose a la vez en varios países, empuja en ellos, simultáneamente, hacia la industria y el comercio, a los hombres que en ellos viven, no sólo sus aficiones se parecen sino que sus intereses se mezclan y se encabalgan de tal suerte que ninguna nación puede infligir a otra males que no recaigan sobre ella misma. Y todas acaban por considerar a la guerra como una calamidad casi tan grande para el vencedor como para el vencido". 

Y, en efecto, una calamidad fueron tanto la mal resuelta Primera Guerra Mundial, como la Segunda Guerra Mundial. Milton Mayer, periodista y pedagogo estadounidense, en su obra Creían que eran libres, escribió lo siguiente: "Traté con alemanes, personas a las que había conocido cuando viví en Alemania de niño, y por primera vez me di cuenta de que el nazismo era un movimiento de masas y no la tiranía de unos cuantos seres diabólicos sobre millones de personas indefensas. Entonces empecé a preguntarme si, después de todo, el nazi al que quería entrevistar era Adolf Hitler. Para cuando acabó la guerra había identificado a mi hombre: el alemán medio". Isaiah Berlin, en sus textos sobre el nacionalismo, explicará cómo Herder, hombre del romanticismo alemán, emprendió una implacable cruzada contra el universalismo de Carlomagno, defendiendo las particularidades culturales de cada pueblo. Según Berlin, el nacionalismo fue una reacción contra el racionalismo liberal. Si bien es cierto que no se pudo detener el comienzo de ninguna de las guerras de la primera mitad del siglo XX en Europa, también lo es que surgieron algunos caballeros de acción con una enorme capacidad de compromiso como Robert Schuman o Jean Monnet, entre otros, que no sólo sufrieron las calamidades del nazismo sino que las intentaron combatir en la medida en la que pudieron. Monnet decidió renunciar a su posición acomodada como hijo de un empresario de Cognac, y Shuman fue capturado y apresado por los nazis. "Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho", apuntó Schuman, padre de Europa, en la declaración de 9 de mayo de 1950. Este propósito coincide con uno de los aspectos del liberalismo clásico apuntados por John Gray y recogidos por Fukyama en una de sus obras: el meliorismo, que supone creer en la corregibilidad y el mejoramiento de cualquier institución o acuerdo político.

"Traté con alemanes, personas a las que había conocido cuando viví en Alemania de niño, y por primera vez me di cuenta de que el nazismo era un movimiento de masas y no la tiranía de unos cuantos seres diabólicos sobre millones de personas indefensas"

Así pues, la Unión Europea ha ido concretándose paso a paso en función de las necesidades que se han ido presentando a lo largo del tiempo en los Estados miembros, en un mundo globalizado en el que representaría una temeridad marchar en solitario frente a bloques como Estados Unidos, China o Rusia. Las reglas que definían el mundo hasta hace no mucho tiempo venían del año 1945, como recordaron en una conferencia en el Círculo Ecuestre de Barcelona de junio de 2023, Jorge Dezcallar y José María de Areilza, de manera que ahora nos encontramos con cuatro revoluciones coincidentes según los mencionados ponentes: la tecnológica, la genética, la digital y la demográfica. Todo ello hace que vivamos en medio de una gran inseguridad y en un mundo de cambio en el que prolifera el populismo -no confundir con popularismo-. En definitiva, como dijera Julián Marías, un mundo en el que se están fabricando pasiones de invernadero ante la complejidad que supone dar una solución a los problemas reales. China, tras su particular síndrome de Venecia en el siglo XIX, consecuencia de la Revolución Industrial en Europa, ha ido resurgiendo y practicando lo que llaman soft power y, en cierto modo, ha ido desarrollando de forma subrepticia una competencia desleal de la que Estados Unidos se ha venido quejando. 

Si bien es cierto que, en la actualidad, se apunta a una tímida localización de las empresas previamente deslocalizadas hacia China, parece que donde más hincapié se está haciendo tras la pandemia es en la diversificación de proveedores a costa de unos mayores costes de transacción y una menor productividad, todo ello para evitar los problemas en la falta de suministros ante cualquier eventualidad, como ha ido indicado Hernández de Cos. En definitiva, se busca una mayor seguridad a pesar de que ello suponga un mayor esfuerzo. Persson, presidente de la CEOE europea apuntaba el año pasado al traslado de la producción -no de las fábricas- dentro de las multinacionales a Estados Unidos por los bajos costes de la energía. Y Hernández de Cos advertía que ir hacia una economía verde suponía reducir por un lado la dependencia de energía de países externos a la UE pero, como contrapartida, implicaba la importación de las llamadas materias críticas o tierras raras, que China domina. En mitad de toda esta complejidad, a resolver con paciencia, a los ciudadanos de la UE se les presentan otros problemas de carácter imprevisto, como las catástrofes naturales, a los que se tiene que ir dando una solución preventiva para asegurar la supervivencia de los ciudadanos llegado el caso, y que dependen en un mayor grado de la solidaridad común más que de los ciclos de la economía. 

Qué duda cabe que es fundamental proteger la vida y no sólo la economía ante estas catástrofes, donde el liberalismo encuentra su punto medio. Una prueba es la Directiva existente y su transposición en material de inundaciones. Y qué duda cabe que trabajar en estas cuestiones que trascienden de las meramente económicas cohesionan a los Estados miembros de la UE, yendo un paso más allá del mercado común y de la unión monetaria, incluso llegando a una Europa de la cultura al modo que sugiere Maurizio Serra. Por lo pronto, en el deporte, Roland Garros une a los europeos en uno de sus clásicos templos del tenis y Carlos Alcaraz enorgullece a los españoles. Pero como antecedente de cooperación en materia de catástrofes naturales encontramos, en el año 1879, la publicación Paris-Murcie, número único a iniciativa de una serie de periodistas franceses que se sintieron identificados con el pueblo murciano al enterarse de que esta ciudad había sufrido un episodio de fuertes inundaciones a las que se llamó: Riada de Santa Teresa. En sus páginas, pensadas para recaudar fondos en ayuda de los afectados, escribieron personalidades como Alejandro Dumas, Émile Zola y Víctor Hugo. También los eminentes españoles Emilio Castelar, Antonio Cánovas del Castillo, el general Martínez Campos o Martínez Tornel, periodista y fundador del Diario de Murcia. Alfonso XII, mostrando su corazón educado y su natural comprometido, estuvo junto a Murcia. En definitiva y como dijo Schuman, el proyecto europeo se tendrá que ir perfeccionando como debieran ir perfeccionándose las democracias nacionales desde todas las vertientes posibles para seguir siendo una referencia mundial, para protegernos, para competir juntos en un mundo inseguro y para honrar el esfuerzo de los que nos precedieron cuidando los valores que nos han definido en el tiempo consecuencia del esfuerzo.

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