MURCIA. La primera vez que escuché la palabra underground fue la primera que un fanzine cayó en mis manos. Me pareció algo excitante y atractivo, sobre todo por la exclusividad. Era fácil hacer el razonamiento elitista de que, mientras las gentes alienadas se guiaban por lo que dictaban los circuitos comerciales, existía otro mundo subterráneo y desconocido, de no fácil acceso, en el que se estaba al margen de los mercados e incluso de la sociedad. Un poco como la píldora de Matrix. Lo comentamos aquí recientemente, hablando de grind-core y noise, que aquellos días fueron bonitos.
Sin embargo, fueron superados por la tecnología. Internet llevó todo a todo el mundo. Incluso lo kitsch y lo vintage, antes tesoritos, y ahora ha acabado siendo cansino. Ya no hay nada pasado de moda que pueda explorarse fuera de los circuitos comerciales ¡todo está de moda al mismo tiempo! Lo mismo ocurre con el pensamiento de cualquiera. En el fanzine se desafiaba la jerarquía de la comunicación impulsada por la inversión capitalista, ahora las redes sociales han tomado el relevo con una eficacia incomparablemente mayor. La democratización de la opinión es absoluta, aunque quizá ahora se vea menos.