Opinión

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El gato en la talega

Tonto el que lo lea

"En esta era de la IA, ¿quién tiene derecho a decir algo y a ser escuchado?"

Publicado: 31/07/2025 ·06:00
Actualizado: 31/07/2025 · 06:00
  • La exdiputada del PP Noelia Núñez.
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“Tonto el que lo lea”, era una frase que me irritaba de pequeña y que comenzó a caer en desuso cuando aún no contábamos con la Inteligencia Artificial. Una frase que resume perfectamente la sensación actual: parece estar todo perdido de tontos y tontas, que leen o escuchan creyendo a pies juntillas que la razón es una cosa que poseen quienes salen por la tele, o por las pantallas de nuestros móviles, simplemente por el hecho de asomarse por ahí.

Precisamente de la mano de la inteligencia artificial, la frasecita la tenemos de telón de fondo como una realidad permanente. El cambio de referentes y de la autoridad reconocida en la conversación pública es la clave de las conductas humanas inexplicables a simple vista o la pregunta de la desesperación tipo: ¿cómo hemos llegado a esto? Influencers, expertos exprés, líderes autoproclamados y demás personajes. En esta era de la IA; ¿quién tiene derecho a decir algo y a ser escuchado? Pues todo el mundo. El plano es mucho más transversal, y ya no basta con tener dinero para mostrar el pésimo y rancio gusto de, por ejemplo, Lamine Jamal, a quien se cita como uno de esos nuevos referentes, pero que en cuanto a innovación resulta ser bastante viejuno por la reiteración de clichés en su concepto del disfrute.  

En este contexto remasterizado acaba de lucirse una exdiputada. Una señora más que adulta que, o no sabe, o le importa un pimiento, lo que es tener un título universitario de verdad. Otra más de lo mismo que nos intentan vender como referente otros y otras más rancios aún, que la perciben como ducha en comunicación de masas jóvenes. Vamos, que nos torea a base de reels. Como si todos los jóvenes fuesen personas carentes de valores o de ética, trepas o avispados cazadores de focos. Esta señora, en compañía de otros, llama “equivocación” a los tres grados imaginarios que ha colado en el Congreso como una muestra de la irreverente sinvergonzonería de la clase política que sufrimos. El “potencial” que dicen que tiene una persona con esas habilidades, reiteran que se fundamenta en que semejante perfil atrae a la juventud, como si esta fuese del mismo estilo de “vivir del cuento” que la espabilada y sus defensores.

 

Las Universidades, públicas o privadas que imparten títulos oficiales, homologados a la par, son instituciones generadoras de conocimiento que merecen un respeto por encima de energúmenos"

 

 

Es posible que la tendencia a crear másteres, cátedras, puestecicos docentes, etc. sea un negocio en alguna pseudo-academia. Pero las Universidades, públicas o privadas que imparten títulos oficiales, homologados a la par, son instituciones generadoras de conocimiento que merecen un respeto por encima de energúmenos. Que una persona metida a política mienta en su currículo diciendo que tiene tres titulaciones inexistentes es alarmante. En el universo de la excelencia académica y el engrosamiento curricular, en las redes ya establecidas para ello, se han infiltrado aspirantes a políticos. Los que faltaban. El blanqueo de imagen para alcanzar un cargo público no puede venir de la mano de la falsedad documental curricular. Que gente así tenga alguna vez poder es un síntoma de degeneración colectiva y corrupción generalizada.

Tras aguantar lo del “potencial”, nos llegó la opinión personal de la señora sin títulos universitarios, que consideraba decir que ha mentido como “una valoración subjetiva”. Se pensará que somos imbéciles. Es lo que sucede cuando una persona se cree muy ducho, o ducha, con el respaldo de las RRSS o del partido de turno. Por si alguien dudaba de la preparación universitaria de algún político más, gente del gremio ha salido con declaraciones que reafirman que para dedicarse a la política no hay que tener titulación universitaria. Naturalmente, así va la política en este país, a izquierda y derecha y en el descampado del centro. Tanto la del potencial como diversas personas que han llevado vela en este entierro, añaden algo muy curioso que nadie les ha preguntado: vienen a contarnos que, que una no tenga título universitario, no quiere decir que no se haya esforzado en la vida. ¡Ajá! Lo que da de sí la tergiversación y la manipulación.

 

Que se laven la boca con jabón antes de utilizar el término honradez"

 

Aquí no estamos hablando de esfuerzo, sino de respeto a las universidades que emiten títulos universitarios oficiales y las personas que los logramos, con ese esfuerzo de verdad. Aquí todo el mundo sabe, también, del esfuerzo de personas que no han podido, no has querido, e incluso tienen el título universitario homologado y trabajan realizando esfuerzos en puestos como la minería, la recolección de la fresa, de pimientos en invernadero, las obras en vías públicas, la construcción, etc. Los unos y los otros, con tremendo esfuerzo. La maniobra de despiste de derivar a un discurso populista del esfuerzo la mentira curricular para terminar de tertuliana en un plató de televisión es el colmo.

Si algo nos queda claro es que para dedicarse a la política no es necesario un título universitario por dos motivos. El primero, porque la mayoría de los implicados no saben de qué trata la política más allá del circo mediático, no se han parado a pensar que hay muchos y complejos documentos que leer y elaborar antes de estampar la firma y tomar la decisión, en la política ejecutiva. Pero claro, ¿para qué el título? ¿A cuento de qué el estudio? Con la de gabinetes de asesores, prensa e imagen, junto a la maquinaria de los partidos, que tiene toda esta gente para pensar por ellos. Y la segunda porque en el Congreso no hay un chequeo de los currículos aportados y ustedes pueden poner las ocurrencias que gusten. Flipante, pero cierto.

Que se laven la boca con jabón antes de utilizar el término “honradez”. A fin de cuentas, “tonto el que lo lea” solo funciona hasta que uno sabe quién lo había escrito y qué está leyendo.

 

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