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Como ayer

Retratos de quita y pon: los cuadros ocultos en Murcia por los cambios de régimen

"El periodista Carlos García- Izquierdo se preguntaba por el paradero de una serie de cuadros históricos que albergó el Ayuntamiento"

Publicado: 23/10/2025 ·06:00
Actualizado: 23/10/2025 · 06:00
  • Retrato de Isabel II, por José Pascual.
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Recién estrenado el mes de octubre de 1975, el periodista Carlos García- Izquierdo publicó en el diario Línea, del que había sido tiempo atrás redactor jefe, un escrito en el que se preguntaba por el paradero de una serie de cuadros históricos que albergó en sus dependencias de la Glorieta el Ayuntamiento de Murcia.

Explicaba el veterano escritor, que también fue teniente alcalde del Consistorio, que antes de la proclamación de la II República albergaba un gran salón del Ayuntamiento, contiguo al despacho de la Alcaldía, unos valiosos cuadros, pintados al óleo, que representaban a ciertos ilustres murcianos que dieron gloria al reinado de Alfonso XIII. Indicaba también que aquellos cuadros “daban al salón singular prestancia y señorío”.

Su relato recordaba que cuando los republicanos tomaron el Ayuntamiento, con el cambio de régimen habido el 14 de abril de 1931, “una relevante figura republicana tiró por el balcón principal, hecho trizas, un magnífico relieve del último monarca”, y señalaba que “se intentó hacer igual con aquellos lienzos a que me refiero. Pero un republicano prudente y culto lo impidió enérgicamente. Y los cuadros fueron retirados inmediatamente del salón y escondidos”.

 

Quería saber dónde se encontraban aquellos cuadros en los que, entre otros personajes, figuraban Juan de la Cierva y Peñafiel, Antonio García Alix y José Echegaray y Eizaguirre"

 

Quería saber, en resumidas cuentas, dónde se encontraban, al cabo de más de 40 años, aquellos cuadros, en los que, entre otros personajes, figuraban Juan de la Cierva y Peñafiel, varias veces ministro entre 1904 y 1931; Antonio García Alix, que lo fue entre 1900 y 1905; y José Echegaray y Eizaguirre, también ministro en tres ocasiones, entre 1872 y 1905, primer español galardonado con el Nobel de Literatura y  murciano de adopción por haberse criado en nuestra ciudad y haber realizado en ella sus primeros estudios.  

En sus años como munícipe, ya se interesó García-Izquierdo por los cuadros desaparecidos, pero nadie, desde el secretario general a los ordenanzas, sabía dónde podrían encontrarse aquellos lienzos. Pero un día, hablando con el portero mayor, le pidió que le guiara en un recorrido por todas las dependencias del inmueble, y al subir a una de las tribunas públicas del Salón de Plenos, llamó su atención una pequeña puerta empotrada en la pared, muy disimulada, que daba acceso a una especie de desván.

Pidió entrar a aquel trastero y lo hizo, descubriendo que se encontraba “repleto de papeles, de expedientes que dormían el sueño de los justos; de sillas rotas y de cacharros” y, con todo ello, “en un rincón, amontonados y llenos de polvo, se encontraban unos grandes cuadros". Apartando telarañas, pudo comprobar que eran los que buscaba.

El siguiente paso fue dar cuenta enseguida a dos compañeros de Corporación y proponerles la redacción de una moción conjunta pidiendo que los cuadros fuesen sacados de aquel lugar y colocados donde estaban antes de la República. Pero aquellos concejales manifestaron que "no eran aquellos momentos oportunos para ello”. Y el asunto quedó en punto muerto.

En el verano de aquél año 1975, García-Izquierdo leyó que el entonces presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, había tenido el gesto de colocar el retrato del líder socialista Julián Besteiro en la galería de mandatarios del órgano lesgislativo, pues lo fue durante la República, y aquello le hizo recordar los cuadros murcianos, primero perdidos y después ocultos, por lo que había decidido requerir del alcalde, Clemente García, que se interesara por aquél asunto. 

Y lo hizo el primer edil de forma inmediata, de modo que tal semana como la que vivimos, pero de aquel año 1975, o lo que es igual, pocos días después de la publicación de la carta, el alcalde en persona acompañó a García-Izquierdo hasta las dependencias del archivo, instalado por entonces en el llamado ‘palomar’ del Ayuntamiento, cuyo responsable era por entonces el profesor Torres Fontes, donde le mostró tres de los cinco cuadros por los que venía interesándose desde tiempo atrás.

 

La estatua erigida por el corregidor Rafael Garfias en la Glorieta como homenaje al rey Fernando VII fue derribada por una multitud enfurecida en 1837, cuatro después de la defunción del efigiado"

 

 

No cuadran del todo los datos, porque los cuadros hallados, según la crónica publicada en Línea, eran un retrato del ilustre diplomático y escritor murciano Diego Saavedra Fajardo y otros dos de la reina Isabel II y de Alfonso XII. En opinión de García-Izquierdo, faltaban los de los ministros murcianos García Alix y Juan de la Cierva, pero se omitía el de Echegaray, que el ex concejal citó entre los que echaba de menos. En todo caso, Torres Fontes aseguró que él no tenía constancia alguna de los nuevamente perdidos y que desde que entró en el Ayuntamiento nunca los había visto. Y una nueva visita a aquel trastero en el que los localizó en los años 60 nuestro buscador de cuadros fue baldía.

No es un caso excepcional entre los que se han producido a lo largo del tiempo movidos por los cambios de régimen político. Baste recordar, como un caso curioso, el que se produjo con la estatua erigida por el corregidor Rafael Garfias en la Glorieta como homenaje al rey Fernando VII, diseño del arquitecto Francisco Bolarín y escultura del artista cortesano Esteban de Agreda. Acabó el reinado del monarca, y la estatua fue derribada de su pedestal por una multitud enfurecida en 1837, cuatro después de la defunción del efigiado.

Pero no todo se perdió, ya que el pedestal de aquella notable obra se reaprovechó trasladándolo en 1848 a la alameda del Carmen y colocando sobre la airosa columna estriada la estatua dedicada al conde de Floridablanca, cuando se cumplían 40 años de su defunción en Sevilla siendo presidente de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino de España, órgano creado ante el vacío de poder a que dio lugar la retención en Francia del mismo Fernando VII por Napoleón y la invasión de España por las tropas francesas.

Y de este modo, el murciano que fue eficaz ministro de Carlos III y Carlos IV entre 1777 y 1792 y salió de su retiro para hacer frente al invasor, acabó ocupando el destacado lugar del rey desposeído, al que entonces se llamó “deseado”, pero que con sus frecuentes cambios de rumbo (de opinión dicen ahora) propició que se le recordara como “felón”, o lo que es igual, traidor o desleal.   

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