No se preocupen, ni esto es un comentario de texto ni les voy a hacer spoiler de la trilogía de Freida McFadden, por cierto, entretenida cuando menos. Continuemos pues. Hoy vamos a hablar de la asistenta: la asistenta, ese ser de luz que ilumina sus mañanas cuando ella entra por la puerta de su casa y sus tardes cuando usted vuelve del tajo. Esa persona que parece que esté dentro de su cabeza y sepa exactamente qué es lo que necesita para hacerla feliz. Esa criatura que, por mucho que lo intenten los hombres, sabe de verdad cómo hacerle alcanzar el orgasmo. Porque abrir el armario por la mañana y verla allí, colgadita, planchada, impecable, sin un solo resto de Maybelline New York en el cuello, la misma camisa blanca que el día anterior depositó en el cesto de la ropa sucia... siento decirlo, pero no va a experimentar un éxtasis mayor en toda la semana.
Porque todas sabemos que sin marido podemos vivir, pero sin asistenta no. Esto es una realidad. Una empieza por despertar al feminismo, sigue contratando una asistenta y termina con un divorcio. Con la edad las prioridades cambian y donde antes estaba la primera en el orden de prelación una noche de desenfreno y lujuria, ahora no hay baño como los chorros del oro que lo supere. Al fin y al cabo, ya no hay ni desenfreno ni… ¿qué era lo otro?
La asistenta no es para ayudar a la mujer, es para la familia"
Dentro de todos los estudios existenciales y experimentos evolutivos del hombre ¿a nadie se le ha ocurrido estudiar por qué Paco, que lleva veinte años conviviendo con usted bajo el mismo techo, todavía le pregunta dónde están las sartenes? Mientras, ese ángel enviado de Dios, el primer día, le ha colocado las bragas por usos (cosa que usted hasta entonces desconocía: dormir, casa o calle), colores y hasta orden alfabético, las bragas de algodón antes que las brasileñas de encaje y la faja antes que el tanga. Que abre el cajón y no puede evitar que se le escape una lagrimilla de pura emoción.
A estas alturas de la vida a lo que aspiramos es a dedicarnos a nuestro cuerpo serrano. Tomarnos el aperitivo, irnos de concierto con las amigas o apuntalar a golpe de bisturí todo aquello que sea susceptible de descolgarse en el próximo año. El verdadero lujo contemporáneo no es el deseo ni la pasión, sino la tranquilidad y el control del propio espacio.
Andar todo el día detrás de Paco pidiéndole que le ayude en las tareas del hogar es algo, además de denigrante y limosnero, contraproducente para sus líneas de expresión y su paz mental. Si usted está bien, todo está bien en el hogar. Reina la paz, el buen humor y si Paco quiere fiesta, pues usted trabaja a favor de obra. Vamos que Paco hasta moja. ¿Qué más se puede pedir?
Pero desconozco por qué motivo no se entiende que la asistenta es una inversión familiar, como comprar un pisito en la playa o un móvil para que los niños les dejen vivir. La asistenta no es para ayudar a la mujer, es para la familia. Y si su marido no lo entiende así, igual usted va a tener que hacer una pausa, mirar al horizonte y preguntarse: “¿Realmente necesito un hombre o con la asistenta y un buen vermut ya soy feliz?”. Porque a estas alturas, lo único que queremos que nos calienten es la plancha… y el agua de la bañera.
Gracias por su lectura.