Opinión

Opinión

Análisis

Los 'queda bien', esos maltratadores amables

"Nunca alzan la voz, ni gritan. Tampoco insultan. Siempre mantienen el control. Pero manipulan, sabotean, perjudican a otras personas"

Publicado: 23/06/2025 ·06:00
Actualizado: 23/06/2025 · 06:00
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

Hay personas que maltratan con una sonrisa en los labios. Nunca alzan la voz, ni gritan. Tampoco insultan. Siempre mantienen el control. Pero manipulan, sabotean, perjudican a otras personas, pero todo bajo el disfraz de la cortesía y la amabilidad. Y como lo hacen suave, nadie es capaz de ponerles freno a su forma de proceder. Esto, es más común de lo que se admite en las organizaciones e instituciones. En nombre de la diplomacia, algunos malos líderes ejecutan pequeñas violencias encubiertas, golpes sutiles que no dejan moratones visibles, pero sí cicatrices profundas en la motivación, el clima laboral y en la salud mental de sus colaboradores.

 

La cuestión es esta: ¿estamos confundiendo la educación con la integridad? ¿La cortesía con el respeto? Porque hay quienes, aferrados a las formas, desatienden el fondo. Y eso es muy peligroso.

 

 

No hay gritos. No hay castigos explícitos. Solo indiferencias sutiles. Falta de reconocimiento, apoyo y escucha"

 

 

Desde la psicología organizacional, se ha estudiado ampliamente lo que se denomina “agresión pasiva en contextos de poder”, en referencia a la forma en que una persona con autoridad o influencia ejerce su poder de manera sutil, utilizando la manipulación, el control y la omisión para obtener beneficios o dañar a otros. En particular, la profesora Pamela Lutgen-Sandvik ha investigado cómo ciertos líderes practican lo que llama “abuso relacional encubierto”, una forma de maltrato emocional que se camufla tras una aparente normalidad y cortesía. No hay gritos. No hay castigos explícitos. Solo indiferencias sutiles. Falta de reconocimiento, apoyo y escucha. Y silencios que pesan más que las palabras. 

 

Un ejemplo cotidiano lo ilustra con crudeza. Imaginemos a Marta, una profesional del marketing comprometida, que expone en una reunión una propuesta trabajada durante semanas, en relación al nuevo plan de comunicación comercial de la compañía. Su jefe/a, sonriente, asiente, y con voz amable le dice: “Está bien, pero no creo que sea el momento de algo tan ambicioso. Ya hablaremos de ello más adelante”. Nunca se habla. Nunca se implementa. Nunca se le reconoce el esfuerzo. Y al mismo tiempo, nunca se le critica directamente. En apariencia, todo es correcto. Pero Marta, tras ese feedback aparentemente amable, empieza a dudar de su valor, a silenciarse, a desconectarse emocionalmente. ¿Maltrato? Sí. Encubierto, elegante, y profundamente destructivo.

 

El problema de fondo es que estos líderes 'queda bien' tienen una enorme capacidad para evadir la rendición de cuentas. Como no levantan la voz ni cruzan líneas evidentes, su toxicidad pasa inadvertida para los demás e incluso para sí mismos. Se ven como "firmes pero justos", cuando en realidad están minando el terreno donde debería florecer la confianza y la motivación.

 

Y esto es clave: el respeto no se mide solo por las palabras empleadas, sino por la intención que las sostiene. Un "por favor" condescendiente puede humillar más que una crítica directa. Una sonrisa sarcástica puede desarmar más que un grito. Y una escucha selectiva puede ser tan ofensiva como la indiferencia total.

 

Quienes aspiren a ser buenos lideres deben hacerse preguntas incómodas:

 

— ¿Estoy siendo amable o estoy evitando el conflicto necesario?

— ¿Mi tono suave es fruto de la empatía o del miedo a incomodar?

— ¿Mi equipo me respeta o simplemente me teme sin poder explicarlo?

 

Aquí está el verdadero desafío del liderazgo consciente. No se trata de caer en la dureza, ni de renunciar a la diplomacia, sino de construir una presencia que no hiera ni manipule. Una autoridad que inspire sin necesidad de disfrazarse de falsa cortesía y amabilidad. 

 

Liderar no es agradar a todos. No es decir sí a todo. Tampoco es evitar el malestar"

 

 

El filósofo Byung-Chul Han, en su ensayo La sociedad del cansancio, señala cómo la positividad excesiva y la obsesión por el 'buen trato' pueden convertirse en nuevas formas de control. La cortesía, dice Han, puede ser usada como dispositivo para silenciar la crítica y maquillar la dominación. Cuando todo se suaviza, incluso lo injusto puede parecer aceptable. Es el imperio de lo políticamente correcto, donde el conflicto es evitado a toda costa, aunque eso implique tragarse la verdad.

 

Ante este panorama, tal vez el primer paso sea recuperar el valor de la autenticidad. Liderar no es agradar a todos. No es decir sí a todo. Tampoco es evitar el malestar. Es, en gran medida, saber sostener conversaciones incómodas con respeto real, no con cortesía vacía y falsa. Es corregir sin herir, orientar sin imponer, exigir sin menospreciar. Y sobre todo, es no usar la “buena educación” como coartada para ejercer una autoridad pasivo-agresiva. Ya que, hay líderes que destruyen sin levantar la voz. Y por eso son más peligrosos que los que estallan y se enojan. Porque nadie los cuestiona. Porque se esconden tras el barniz del saber estar y quedar bien en cualquier situación. Para finalizar les invito a reflexionar sobre un refrán de nuestra sabiduría popular, que resumen de forma excelente el mensaje que he intentado hacerles llegar con este articulo: "Del agua mansa líbrame Dios, que de la brava me libraré yo".

 

 

Dr. Pedro Juan Martín Castejón

Miembro del Consejo Directivo de Marketing y Comercialización (CGE)

Profesor de Marketing en la Universidad de Murcia y ENAE Business School

Recibe toda la actualidad
Murcia Plaza

Recibe toda la actualidad de Murcia Plaza en tu correo