En una reunión celebrada el 30 de septiembre y el 1 de octubre, los miembros de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española han elaborado un comunicado sobre el conflicto de Gaza. Y esto es lo que dicen: "Clamamos por la paz en Gaza, así como en Ucrania, Sudán, Myanmar, región de Sahel, Haití, Nigeria y otras zonas del mundo que están en guerra". Han añadido: "Ningún fin justifica nunca el empleo de medios perversos como el terrorismo de Hamás o la masacre, respuesta desproporcionada e inhumana, a la que el Gobierno de Israel está sometiendo a la población civil de Gaza por los execrables crímenes cometidos el 7 de octubre". También señalan: "Es imprescindible parar la guerra, liberar a los rehenes, condenar el terrorismo y edificar unas relaciones entre las personas y los pueblos desde el respeto a la dignidad sagrada de la vida humana, la legalidad internacional, y la búsqueda del bien común. Bienvenidas sean las iniciativas para lograr la paz”.
En mi opinión, una obra maestra. Me permitiré algunos comentarios, de los cuales, obviamente, no tendrán ninguna responsabilidad los obispos. Recordaré primero el principio cuántico de exclusión de Pauli, según el cual dos entidades cuánticas no pueden encontrarse en el mismo estado. Sin ese principio cuántico, la materia colapsaría. Pues bien, para interpretar el conflicto de Gaza hay que tener en cuenta el principio de exclusión semántica que lo rige. Los que dicen genocidio no pueden decir Hamás y los que dicen Hamás no pueden decir genocidio. Sin esa exclusión, casi todos los grupos que participan en este lío colapsarían. En las mentes de muchos las cosas están claras: o se está con Hamás o se está con el genocidio. En ese dilema, la Permanente ha optado por condenar el terrorismo de Hamás y también la masacre del gobierno de Israel. Muy equilibrado. Y no han confundido a los palestinos con Hamás, ni a los israelíes con el Gobierno de Netanyahu. Esa distinción es esencial, no vayamos a encubrir el propósito de acabar con el Estado de Israel o con los judíos con el pretexto de ayudar a los palestinos. Los responsables en ambos bandos están bien identificados: Hamás y el Gobierno israelí, que no los palestinos, ni los judíos.
No acaba de entenderse (o, al contrario, se entiende perfectamente) por qué los indignados con los crímenes de guerra del Gobierno de Netanyahu no se acuerdan de los crímenes de guerra del Gobierno de Putin"
También mencionan los prelados de la Permanente la necesidad de parar la guerra de Ucrania y otras guerras que están en curso en el mundo. Una apreciación muy acertada, pues no acaba de entenderse (o, al contrario, se entiende perfectamente) por qué los indignados con los crímenes de guerra del Gobierno de Netanyahu no se acuerdan de los crímenes de guerra del Gobierno de Putin, ni de las inmensas matanzas, bastante superiores cuantitativamente a la de Gaza, que están sucediendo en varias zonas de África. ¿Cómo es que no llevan a los colegios ninguna bandera de Ucrania, ni a los parlamentos ninguna de Sudán? La sensibilidad selectiva suele indicar más interés por la política que por la paz y las víctimas inocentes. O, no menos grave, oculta la intención de liquidar a los israelíes desde el río hasta el mar.
Aciertan también los obispos al pedirle a Hamás la liberación de los rehenes y al Gobierno de Israel el respeto a la legalidad internacional. Tachan de inhumana la respuesta que ha dado el Gobierno a la masacre que sufrieron unos israelíes inocentes, niños incluidos, a manos de los guerrilleros el 7 de octubre de hace dos años. No se han limitado a hablar los eclesiásticos, sino que se ofrecieron a recoger la ayuda humanitaria que llevaba la flotilla de Ada Colau y entregársela a los palestinos. Como era de esperar, los activistas se negaron a aceptar esa mediación católica, ratificando así la generalizada sospecha de que se trataba de una iniciativa propagandística. Y no es que sea malo hacer propaganda contra la masacre cometida por el Gobierno de Israel, pero no es tan bonito disfrazarla de ayuda humanitaria. Por cierto, dos cosas hemos aprendido de la flotilla. Una, que los que siempre se declararon pacifistas, y ni siquiera querían que los ejércitos españoles mostrasen sus ofertas profesionales a los jóvenes, han solicitado en esta ocasión que buques militares españoles (y de otros países) protegiesen a sus barcos hasta que desembarcasen en Gaza. Una petición irresponsable que podría haber originado un serio encontronazo armado si los gobernantes españoles les hubiesen hecho caso. Afortunadamente, el Gobierno español había dado la instrucción de que nuestro buque de acción marítima se retirase antes de entrar en la zona de exclusión decretada por el Gobierno de Israel. Quizás se trate de un detalle para muy cafeteros, pero con esa prudente medida estaban reconociendo la citada zona de exclusión, pues nada les habría motivado a retirarse si considerasen internacionales esas aguas. En suma, el Gobierno español ha combinado su nítido apoyo a la flotilla con una sabia precaución de no meter a nuestra nación en un conflicto abierto con Israel. En eso estoy de acuerdo con la ministra Robles.
La misma prudencia han mostrado al redactar su decreto de embargo a Israel. Tiene tantas cautelas y excepciones que hasta los aguerridos líderes separatistas de Juntos por Cataluña han anunciado que aceptarán que se tramite. Y eso que antes habían dicho que el propósito del Gobierno español de aislar a las empresas israelíes perjudicaría a Cataluña. Solo cabe pensar que saben que el dichoso decreto de embargo apenas tendrá consecuencias. Los separatistas siempre habían apoyado a Israel porque algunas autoridades judías habían apoyado la autodeterminación de los catalanes. Así, David Harris, que presidía del Comité Judío Estadounidense, se preguntó ¿Palestina sí y Cataluña no? ¿Por qué debería Cataluña seguir ocupada por España? En mayo de 2024 la diputada en el parlamento israelí Sharrem Haskel solicitó que se votase el reconocimiento como estados independientes de Cataluña y Vasconia, en respuesta al reconocimiento de Estado Palestino y por parte del Gobierno de Sánchez. No creo que Juntos haya cambiado de parecer, sino que han evaluado que el decreto de embargo no será muy dañino (traducción: surtirá pocos efectos).
Para terminar, cuando la Permanente de los obispos daba la bienvenida a las iniciativas de paz estaban apoyando el plan de Trump sin nombrarlo. Pero, ¿funcionará ese plan? Desde el luego los de Sumar y los de Podemos, en dura competencia, lo han rechazado sin matices. En ese punto nuestros izquierdistas discrepan de nuestros eclesiásticos. Y quizás también en lo referente a la guerra de Ucrania. Nunca se sabe.
A pesar de que no son plurinacionales, eso mismo dicen los democristianos españoles respecto de las inversiones económicas y tecnológicas israelíes en el conjunto de España. Decepcionada por el sesgo electoralista que ha imprimido el gobierno español al conflicto de Gaza, la famosa separatista Pilar Rahola decidió ausentarse por primera vez de la manifestación de la Diada. Al igual que ella, los democristianos españoles creen que la iniciativa del Gobierno nacional de estimular las protestas contra Israel exhala un aroma electoralista. Han observado varios indicios de que el propio presidente Sánchez está pensando que las movilizaciones por el conflicto de Gaza pueden desatar una ola de solidaridad que le aporte votos. Después de todo, así lo ha dicho explícitamente Patxi López. Por su parte, los democristianos españoles se conforman con que los intereses de España no resulten dañados a consecuencia de las actitudes gubernamentales respecto de Israel. Y dicen que ya veremos las consecuencias electorales el día de la votación.