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El eurocristiano tibio

La agencia de la integridad

Publicado: 13/07/2025 ·06:00
Actualizado: 13/07/2025 · 06:00
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La sesión parlamentaria del pasado día 9 constituyó un éxito total de los analistas políticos españoles. Todos ellos habían anunciado que el presidente Sánchez saldría adelante porque ninguno de sus aliados estaba interesado en que se convocasen elecciones. Al contrario, la situación de debilidad del gobierno les convenía a todos, facilitándoles que reforzasen sus respectivas influencias y lograsen sus diversos objetivos. Habían añadido los analistas que, no obstante, todos esos aliados se mostrarían muy duros en sus intervenciones. Exhibirían tal dureza que los espectadores más ingenuos podrían sospechar que estaban a punto de dejar caer al gobierno.

En honor a la verdad es preciso reconocer que los analistas acertaron: Sánchez salió adelante y sus aliados estuvieron duros. Pequeño detalle que se les había escapado: excepto Podemos y Coalición Canaria, estuvieron muy duros con el PP, que no con el PSOE. Salvo por esa sutil diferencia, la presciencia de los analistas quedó probaba. Daba gloria, en particular, contemplar a Yolanda Díaz intervenir en representación del grupo parlamentario plurinacional de Sumar. Con gran audacia, empleó su turno para alabar la contundencia contra la corrupción mostrada por el gobierno del que, en su condición de ministra del Trabajo, formaba parte. Por lo demás, confió en la honradez de Sánchez y arremetió enardecidamente contra el Partido Popular, haciendo ver con gran coherencia que el principal problema no era la corrupción de Koldo y compañía, sino las pasadas hazañas de los populares. Pudimos así asistir a la imprevista trasformación del debate sobre la corrupción de los que nos gobiernan en un mitin contra la oposición.

En realidad, la forma más eficaz de seguir luchando contra la corrupción sería reforzar la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, así como dar más medios al sistema judicial. Todo lo demás son monsergas y engañabobos

Dos momentos particularmente ilustrativos nos brindó Yolanda. Por un lado, agradeció al presidente Sánchez la rapidez con la que había abordado la amenaza que se cernía sobre el gobierno, derivada fundamentalmente de los inaceptables, pero imprevisibles, deslices de la banda del Peugeot. Por otro lado, le espetó a Feijoo que su recién fallecido padre, un histórico sindicalista gallego que se consideraba comunista, siempre había proclamado su deseo de que nunca gobernase la derecha. Ese pasaje nos brindó dos enseñanzas a cuál más interesante. En primer lugar, las profundas convicciones democráticas que le habían trasmitido a Yolanda, según las cuales la alternancia en el gobierno, tan elogiada por liberales, democristianos y socialdemócratas, no pasaría de ser una debilidad propia de traidores a la clase obrera. En segundo lugar, la extrema politización, entre comunista y socialista, de los dos sindicatos españoles más importantes, que no han caído en la trampa de creer que su misión debería ser defender los intereses de los trabajadores con gobiernos de cualquier color.  

Por su parte, Sánchez redujo la crisis reputacional de su partido a las actuaciones de un trío tóxico de golfos. Desde esa perspectiva, el hecho de que los tres golfos figurasen entre los más destacados impulsores de su candidatura a la presidencia del partido, en dura competencia con Susana Díaz, no era relevante. Y que los tres golfos lo acompañasen en su viaje por España a bordo de un sufrido Peugeot para recabar apoyos a su candidatura no pasaba de ser un inocente y entrañable recuerdo. También carecía de importancia que dos de esos golfos fuesen los sucesivos secretarios de organización de su partido. Igual que solo constituía una muestra de eficacia que fuesen esos dos golfos los que negociaron con Bildu y con Junts el apoyo a la investidura de Sánchez.

En suma, tanto el presidente Sánchez como el PSOE estaban al margen de toda sospecha y todo se reducía a la lamentable circunstancia de que se hubiesen infiltrado tres golfos en las huestes socialistas, por lo demás impolutas, tanto las personales como las colectivas. Procedía, pues, imputar deslealtad a cualquier militante o dirigente que pusiese en cuestión la teoría de los tres golfos. Y se imponía seguir al frente del timón, pues un capitán no se desentiende cuando viene mala mar. Lo malo es que a mucha gente ha dado en pensar que dirigía un barco corsario, cuyo capitán, parafraseando a Sabina, bien podría lucir un parche en un ojo y una pata de palo.

Propuso crear una Agencia de la Integridad. ¡Gran idea! A pesar de que la eficacia de este tipo de instituciones ha resultado más bien dudosa, crear otro más era en su boca un proyecto verdaderamente ilusionante. Después de todo, siempre serviría para colocar algunos colegas y amigos en unos puestos bien remunerados.

Obviando esa malintencionada crítica, el capitán, alias el puto amo, nos ofreció quince iniciativas contra la corrupción, una de las cuales consistía en recurrir la inteligencia artificial para prevenirla. Aun dispersas, la mayoría de esas iniciativas ya figuraban en la legislación, pero eso no fue óbice para que las plantease como grandes novedades. Desde luego, no se le ocurrió devolver el delito de malversación a su configuración original, corrigiendo así el error de aliviarlo que había cometido para satisfacer a los separatistas sediciosos. En cambio, propuso crear una Agencia de la Integridad.  ¡Gran idea! A pesar de que la eficacia de este tipo de instituciones ha resultado más bien dudosa, crear otro más era en su boca un proyecto verdaderamente ilusionante. Después de todo, siempre serviría para colocar algunos colegas y amigos en unos puestos bien remunerados. Vistas las consecuencias de los antecedentes, habría que prescindir de seleccionarlos mediante bonitos catálogos de lencería, pero siempre habría personas de probada lealtad para rellenar el organigrama. Y, en caso de duda, siempre nos quedaría preguntarnos “La Agencia de la Integridad, ¿de quién depende? ¡Pues ya está!”

En realidad, la forma más eficaz de seguir luchando contra la corrupción sería reforzar la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, así como dar más medios al sistema judicial. Todo lo demás son monsergas y engañabobos. Lástima que la dimitida socialista Leire Díez, alias la fontanera, estuviese trabajando para debilitar la UCO, justo lo contrario de lo que un sincero programa contra la corrupción se propondría. Lo dicho: un día de gloria para los analistas políticos.

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