Si has visto alguna película de Studio Ghibli —Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke entre otras— es muy probable que te hayas quedado con la sensación de estar flotando dentro de sueño suave, melancólico y hermoso. Ese es el efecto Miyazaki. Su cine no solo cuenta historias: construye mundos llenos de magia, criaturas entrañables y miradas que hablan.
Lo que muchos no saben es que el propio Hayao Miyazaki, leyenda viva de la animación japonesa que ha traspasado fronteras, ha sido durante años un crítico implacable en contra de la inteligencia artificial y la automatización en el arte. Es decir: en contra de las IAs generativas. Irónico si miramos un mes hacia atrás y vemos como internet se ha llenado de versiones Ghibli de todos nuestros conocidos gracias a ChatGPT.
Su reacción contra una animación generada por IA fue tajante: “Esto es un insulto a la vida misma”
Hayao Miyazaki, de 84 años, ha dado vida en sus películas a un sinfín de mundos profundamente conectados con la tecnología, escenarios donde advierte sobre los peligros de un futuro deshumanizado. Su postura, por tanto, va más allá del escepticismo a lo desconocido. En una entrevista muy comentada de 2016, en la que se le mostró un experimento de animación generado por IA, su reacción fue tajante: “Esto es un insulto a la vida misma”, dijo sin titubear.
Miyazaki lleva décadas defendiendo una forma artesanal de crear, en la que cada trazo, gesto y movimiento tiene detrás a una persona encargada. Ha rechazado la aplicación de nuevas tecnologías en su cine y por ello sus películas siguen sintiéndose tan orgánicas. Para él, la animación no es solo una técnica: es una forma de conexión emocional con el espectador. Y eso es algo que Miyazaki segura que ninguna máquina pude lograr.
Su rechazo a la IA generativa tiene mucho que ver con eso. Mientras muchos celebran las posibilidades infinitas de crear imágenes, guiones o música en segundos, Miyazaki defiende que el verdadero arte nace de la imperfección y del tiempo que se tarda en madurar una idea. "El dolor es parte del proceso creativo", ha dicho en más de una ocasión. Y eso, honestamente, no se puede imitar con un algoritmo. El proceso de creación de una obra no solo incluye el tiempo dedicado por parte del artista, sino todos aquellos años de estudio y práctica que le ha permitido alcanzar ese nivel.
Para él, automatizar el arte es una forma de deshumanizarlo"
Además, en un mundo donde las inteligencias artificiales amenazan con reemplazar a ilustradores, guionistas y artistas de todo tipo, Miyazaki lleva años levantando la voz por una industria que sufre de precariedad y explotación. Para él, automatizar el arte es una forma de deshumanizarlo. Y eso, viniendo de alguien que ha hecho llorar a millones de personas con infinidad de escenas emotivas, es algo en lo que debemos pensar.
Tal vez su magia radique precisamente en eso. En un mundo que va demasiado rápido, donde todo se mide en likes, clics y viralidad, Miyazaki se toma su tiempo para animar. Se retiró de la animación (varias veces) y volvió porque no podía dejar de contar historias. Cada vez que vuelve, lo hace como si fuera la última, con una dedicación casi obsesiva por los detalles, por los paisajes que transmiten y por los personajes que sienten con intensidad.
En su último film, El chico y la garza, con el que vuelve a ganar su segundo Oscar, recordarnos que lo más importante no es la perfección sino la emoción.
Y tal vez por eso lo admiramos tanto. Porque en un mundo cada vez más digital, cada vez más automatizado, Hayao Miyazaki sigue siendo ese viejo sabio que, con lápiz en mano, nos recuerda algo tan simple como poderoso: que el arte, el verdadero arte, nace del alma humana.