El diputado Gabriel Rufián, portavoz en el Congreso de España de Izquierda Republicana de Cataluña, ha propuesto recientemente configurar "un espacio plurinacional de verdad, no uno creado en un despacho de una universidad de Madrid con antenas rotas respecto de lo que significa Euskadi y Cataluña". Según él, conviene que se unan “las izquierdas soberanistas, independentistas, autodeterministas, federalistas y confederalistas". Ha justificado rellenar ese “espacio huérfano” en los siguientes términos: “No vale de nada sacar dos o tres diputados más si enfrente tenemos un gobierno con Vox".
Obviamente, el objetivo de Rufián es impedir que la actual fragmentación de la extrema izquierda española conduzca a unos resultados electorales insuficientes para repetir la situación política actual. En el fondo, persigue perpetuar al socialista Sánchez en la presidencia del Gobierno. Delata, en consecuencia, un giro radical de su posición política. Aunque anunció hace bastantes años que solo permanecería en el Congreso unos meses más, pues Cataluña se separaría de España en breve, hoy sigue en su puesto y todo hace sospechar que le gustaría continuar en la siguiente legislatura. En las fechas críticas de 2017 le espetó al presidente Puigdemont aquel decisivo "155 monedas de plata", una alusión a la traición de Judas a Cristo a cambio de treinta monedas.
Los arúspices han pronosticado que no logrará su propósito"
Temeroso de ser considerado un botifler, es decir un colaboracionista, el interpelado renunció a convocar elecciones autonómicas y declaró la independencia de Cataluña. Si bien la mantuvo vigente solo durante ocho segundos, un lapso larguísimo en el mundo cuántico, pero muy corto en el mundo político, bastó para desencadenar la temida aplicación del artículo 155 de la Constitución Española a Cataluña. Aquel intransigente Rufián, cuyo objetivo era lograr la independencia de una Cataluña supuestamente oprimida por el Estado español, se ha metamorfoseado en un dialogante Rufián, entre cuyos objetivos figura el de lograr que los socialistas, que ya gobiernan en Cataluña y en Barcelona, sigan gobernando en España.
Los arúspices han pronosticado que no logrará su propósito: probablemente no se concrete esa amplia formación plurinacional a la que aspira. El problema no residiría en la eventual confluencia de Sumar con Izquierda Unida y con Podemos. Aunque hoy por hoy Podemos no esté por la labor de abrir esas negociaciones, quizás su reticencia podría atenuarse en el futuro. Una vez que Yolanda Díaz cometió el tremendo error de dejarlos fuera del Gobierno, los dirigentes de Podemos prefieren impulsar en solitario su proyecto, pero podrían variar de opinión una vez convocadas las elecciones. El verdadero problema sería integrar en esa red plurinacional a los partidos separatistas de implantación restringida a sus respectivas regiones, que ellos llaman naciones. Desde el punto de vista electoral, no tendría mucho sentido que se coaligasen. Es verdad que hubo una candidatura, “Ahora Repúblicas”, integrada por cuatro partidos separatistas: el catalán IRC, el vasco Bildu, el gallego BNG y el balear Ara Més. Pero concurrió a las elecciones europeas, en las que la circunscripción electoral cubría todo el territorio español.
Además, los partidos coaligados no se solapaban en ninguna área geográfica. Aunque varias otras formaciones separatistas dieron su apoyo a la candidatura, no formaban parte de la misma. En ese escenario, la coalición no resultaba dañina para ninguno de sus componentes, sino ventajosa para todos. Para mayor idoneidad, se trasmitía sutilmente el mensaje de que se trataba de una coalición de naciones todavía sin Estado que aspiraban a ser reconocidas por la Unión Europea. Ahora bien, ninguna de esas características se cumpliría en las futuras elecciones nacionales.
El factor más perjudicial para los separatistas es que la propugnada coalición plurinacional trasmitiría un aroma españolista"
Para empezar, las circunscripciones electorales serían las provincias, de modo que coaligarse no aportaría nada a los partidos de Ahora Repúblicas. En efecto, cada uno de ellos solo se presenta en las provincias de sus respectivas regiones, en las que obtienen resultados proporcionales al apoyo que reciben. En consecuencia, no mejorarían nada por coaligarse. Para colmo, los territorios de algunos de los coaligados adicionales se solaparían inevitablemente con los de Ahora Repúblicas. Mientras que los Comunes coincidirían con IRC, Sumar coincidiría con BNG y Ara Més. Solo el valenciano Compromiso y el andaluz Adelante Andalucía se librarían de ese solapamiento. Pero el factor más perjudicial para los partidos separatistas es que la propugnada coalición plurinacional trasmitiría inevitablemente un aroma españolista. Por más que insistiesen en la noción de plurinacionalidad, inexorablemente BNG y Bildu aparecerían ligados a lo que el propio Rufián llama partidos españoles de izquierda. Y eso les sería muy negativo a los separatistas en sus zonas directas de influencia. De hecho, los dirigentes del BNG ya han declarado que no quieren desdibujar su identidad nacionalista. Y no es difícil imaginar que Bildu no querrá regalar al PNV la etiqueta separatista mezclándose con partidos españoles, por más de izquierda que sean. Como ha declarado Esther Capella, colega de Rufián en IRC, ni siquiera los dirigentes de su común partido comparten su sugerencia de optar por más cabeza a costa de menos pureza. Entre otras cosas, quieren evitar la crítica que, desde las filas de Juntos por Cataluña, ya le ha lanzado Pilar Rahola: “Usted quiere salvar a España, no luchar por Cataluña.”
En resumen, los componentes de Ahora Repúblicas preferirán mantener a toda costa la pureza. Y las encuestas avalan esa postura: el 83% de los separatistas catalanes consideran inviable o indeseable la propuesta de Rufián. Más bien se alinean con la línea marcada por una mártir de la causa separatista que milita en la Candidatura Unitaria Popular (CUP), el partido catalán de extrema izquierda. Se trata de su dirigente máxima, Laia Estrada, que ha dimitido simplemente porque su partido ha pactado con el PSC implantar una serie de iniciativas en materia de vivienda. En opinión de Laia, eso denota una cierta deriva reformista y españolista de la CUP, una nueva línea política de la que ella, separatista irredenta, abomina. ¿Qué diría, entonces, de una alianza electoral con los partidos españoles de izquierda?
Podemos concluir que la propuesta de Rufián, que no ha sido apoyada por ninguno de los miembros de Ahora Repúblicas, solo refleja la opinión de alguien que ha renunciado a poner en primer plano la independencia de Cataluña en beneficio de su faceta izquierdista. Se ha producido una mutación personal de prioridades: donde antes primaba la independencia ahora prima evitar que gobierne el PP junto con Vox. De una arriesgada ofensiva, Rufián ha pasado a una temerosa defensiva. Y sus cómplices no apoyarán esa mutación, que consideran decadente. ¿Qué hará Rufián si su proyecto fracasa? Nadie espera que dimita. Le gusta demasiado disfrutar de un escaño en el Congreso de España para pensar en esas tonterías. Otra cosa es que sus copartidarios lo excluyan de las próximas listas electorales. En ese aspecto, Rufián se la ha jugado. O quizás es que, intuyendo por anticipado esa exclusión, haya pretendido salvar su pellejo mediante un órdago a la grande.