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WOMEN TALKS: APRENDIENDO DE ELLAS / CÁTEDRA MUJER EMPRESARIA Y DIRECTIVA

Vacaciones, culpa y productividad: ¿por qué nos cuesta tanto parar?

"Lo hemos normalizado: vivimos en una cultura que aplaude la disponibilidad permanente, que valora la prisa, que hace del estar saturado casi una medalla"

Publicado: 27/07/2025 ·06:00
Actualizado: 27/07/2025 · 06:00
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Yo no quiero vacaciones para desconectar del trabajo. Quiero vacaciones para volver a conectar con la vida

En España, según el Artículo 38 del Estatuto de Trabajadores, tenemos derecho a al menos treinta días naturales de vacaciones al año. Treinta días para nosotros, para los nuestros, para descansar. Pero muchas personas, más de las que nos gustaría reconocer, viven ese derecho como una especie de trampa. Sí, están de vacaciones, pero no lo están del todo. Se "asoman" al portátil, contestan un correo "rápido", responden al grupo de trabajo, se mantienen “por si acaso”. Como si desconectar fuese irresponsable. Como si parar pusiera en duda su compromiso. 

Lo hemos normalizado. Vivimos en una cultura que aplaude la disponibilidad permanente, que valora la prisa, que hace del estar saturado casi una medalla. Parece que solo merece vacaciones quien llega agotado al final del trayecto. Como si la pausa fuera un premio y no una necesidad.

 

El problema no es solo cultural, también es mental"

 

El problema no es solo cultural, también es mental. Según estudios recientes sobre salud laboral en Europa, España está entre los países con mayores índices de agotamiento emocional vinculado al trabajo. Millones de personas reconocen dificultades para desconectar incluso en verano. Es como si estuviésemos entrenados para no parar. Como si habitar el silencio, sin notificaciones, sin tareas pendientes, sin urgencias imaginaries, se nos hiciera demasiado incómodo. 

Este año yo aún no me he ido de vacaciones. Pero ya estoy soñando con mi lugar favorito: un chiringuito frente al mar, el pelo con sal, las chanclas olvidadas bajo la mesa, y esa paz que llega cuando ves a tus hijas correr por la orilla sin preocuparse del tiempo. Ese momento en el que no hay prisa, no hay agenda, y todo lo importante cabe en una mesa desordenada, unas risas compartidas y una conversación sin móvil entre medias. 

Quizás el descanso no sea solo una cuestión de salud mental, sino también de identidad. ¿Quién somos cuando no estamos resolviendo nada? ¿Quiénes somos cuando no respondemos correos, no lideramos proyectos, no organizamos? A veces da vértigo descubrirlo. Pero también hay belleza en ese vértigo. Y mucha verdad. 

La paradoja es que en las empresas, y en especial en los Departamentos de RRHH, hablamos mucho de conciliación, pero seguimos entendiéndola como una gestión de tiempos, como una balanza que nunca termina de equilibrarse. La verdadera conciliación no se negocia en convenios. Se construye en el día a día, en la confianza, en el ejemplo, en la posibilidad real de que la vida no quede en pausa cada vez que suena una notificación laboral.

 

A menudo decimos que no tenemos tiempo, pero lo cierto es que lo hemos entregado sin darnos cuenta"

 

 

En estos días, incluso desde las instituciones, se debate la posible reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Una conversación compleja, que implica muchos matices y que va más allá de cifras. Porque no se trata solo de acortar el tiempo de trabajo, sino de repensar cómo lo vivimos. De entender si el descanso es algo que protegemos de verdad o solo un concepto que usamos cuando nos conviene. 

No se trata de posicionarse. Se trata de abrir espacios donde el trabajo no lo ocupe todo. De permitir que las personas no solo produzcan, sino que respiren. Que bajen el ritmo sin sentirse culpables. Que se permitan descansar sin justificarlo. 

A menudo decimos que no tenemos tiempo. Pero lo cierto es que lo hemos entregado sin darnos cuenta. A una cultura de la inmediatez, del “yo me encargo”, del “aunque esté fuera, estoy disponible”. Y recuperar ese tiempo no es solo un acto de autocuidado, es una forma de resistencia. De reclamar que no todo es urgente. Que no todo depende de nosotros. Que estar desconectados unos días puede ser también una forma profunda de estar

Este verano me propongo eso. No desaparecer. No huir. Solo estar de verdad donde esté. Y permitir que el mundo gire sin mí durante un rato. Porque no quiero vacaciones para desconectar del trabajo. Quiero vacaciones para volver a conectar con lo que soy, con quien me espera, con lo que me recuerda por qué hago lo que hago.

Y porque en un mundo que nos empuja a correr, a veces parar es la mayor forma de avanzar.

 

Elena Gil Ortega

Directora de RRHH Hozono Global Grupo Corporativo

Cátedra de la Mujer Empresaria y Directiva

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