Opinión

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El gato en la talega

El mar que no cesa: una década del Pacto por el Mar Menor

"Diez años después, el mar que nos convoca sigue hablándonos, recordándonos quiénes somos y qué elegimos ser"

Publicado: 08/11/2025 ·06:00
Actualizado: 08/11/2025 · 12:14
  • Pacto por el Mar Menor.
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Frente al olvido, memoria. Y con ella, fuerza e ilusión. El pasado 6 de noviembre en el Paraninfo de la Universidad de Murcia, celebramos el décimo aniversario de la plataforma ciudadana Pacto por el Mar Menor. Una cita que no fue solo conmemorativa: fue también un ejercicio de conciencia y gratitud. Diez años después, el mar que nos convoca sigue hablándonos, recordándonos quiénes somos y qué elegimos ser.

Hay mares que descansan y mares que rugen. Otros hablan en su lengua, con pausado oleaje, meciendo belleza y deterioro ecológico. Este es el Mar Menor: un mar que no cesa, que se resiste a la indiferencia y a la resignación. Durante demasiado tiempo soportó impactos, silencios y promesas incumplidas. Pero también ha sido el origen de una comunidad ciudadana capaz de aprender “marmenorense” y defender su derecho a la vida.

 

Nacimos de la indignación, sí, pero también de la esperanza"

 

Aquel noviembre de 2015, cuando un grupo de personas partimos desde Los Nietos para unirnos en Pacto, y convocamos las primeras concentraciones en la rambla del Albujón, no imaginábamos el camino que se abría. Nacimos de la indignación, sí, pero también de la esperanza. La observación y el conocimiento nos revelaron la magnitud del maltrato que sufría este ecosistema, y ante esa realidad elegimos la proacción. Fue entonces cuando sellamos un pacto: detener una deriva insostenible y suicida que impactaba en el mar de nuestra memoria.

Ocho meses después, el Mar Menor nos devolvió su mensaje impreso sobre una pátina verde. Aquella imagen brutal de 2016 fue un golpe que despertó conciencias. Pacto multiplicó sus esfuerzos, asumió responsabilidades, alzó la voz. Y la sociedad civil encontró un cauce para expresarse. Asociaciones ciudadanas y ecologistas fueron nuestros compañeros de batalla. Desde entonces, cada crisis ha sido también una llamada a unirnos y expresar una voz que suma.

El camino no ha sido fácil. En 2019, la terrible anoxia que asfixió al Mar Menor nos enfrentó a nuestra propia imagen: peces saltando fuera del agua en busca de oxígeno, y una sociedad buscando respuestas. Anoxia, muerte por asfixia. Pero de ese dolor nació también el impulso de una manifestación por un ecosistema inédita. En cantidad y calidad. Cartagena se convirtió aquel 30 de octubre en símbolo de un clamor que no se resigna. Metafóricamente nuestra labor es ser una pasarela, de conexión partes, de encuentro sobre los pilotes que sustentan las tablas y diálogo enmarcado en amaneceres extraordinarios.

 

Hoy, una década después, el Mar Menor nos devuelve una lección de humanidad y constancia"

 

Después llegó la pandemia y, con ella, otro reto. Pero incluso con el mundo detenido, el movimiento socioambiental por el Mar Menor siguió adelante, transformándose en una Iniciativa Legislativa Popular que recogió más de 600.000 firmas. Que un ecosistema tan pequeño en tamaño tenga dos leyes específicas de protección publicadas estos últimos cinco años es un reflejo de su tremendo valor. La Ley de Recuperación y Protección del Mar Menor (2020) y la que le otorgó personalidad jurídica (2022). Si bien la primera, aprobada en 2018 y suavizada en 2020, está permanentemente sometida a la aplicación de suavizante, la segunda es un hito. Ambas representan un cambio de paradigma, fruto del conocimiento y la perseverancia ciudadana.

  • Pacto por el Mar Menor. -

Hoy, una década después, el Mar Menor nos devuelve una lección de humanidad y constancia. Nos recuerda que la sostenibilidad no sólo es conservar, sino también cuidar. Que la naturaleza no firma acuerdos: responde a los hechos. Y si algo tiene la historia de la crisis ecológica del Mar Menor, son hechos. Su magnitud, su dinámica ligada a malos hábitos, el soporte económico de los mismos, hace que los logros ciudadanos sean frágiles si no se acompañan de vigilancia y compromiso. De una implicación habitual, precisamente, de la sociedad en la conservación del patrimonio natural como su fuese el propio. Un inversión agradecida, porque en estos tiempos de vacío emocional o sobresaturación de mensajes, es en la Naturaleza donde encontramos la conexión con nosotros mismos. Formando parte.

Pacto por el Mar Menor ha mostrado que la unión entre ciencia, sociedad civil y valores éticos puede generar un movimiento sólido, apartidista y transversal. Hemos aprendido que las evidencias deben prevalecer sobre los discursos, y que el diálogo —aunque a veces incómodo— es el único camino para comprometer acuerdos entre las partes. Cada niño o niña que hoy aprende en la escuela lo que significa un ecosistema frágil, cada proyecto de restauración que avanza, cada persona que no se resigna, forma parte de esta victoria parcial pero profunda: la de haber aprendido a escuchar al mar, no como recurso, sino como voz que nos trasciende.

El mar que no cesa sigue ahí, respirando bajo su belleza, buscando sanar también en nosotros. En cada gesto amable, en cada promesa que se cumple, aunque sea despacio. En este camino encontrarás también extraordinarias personas que te acompañan en el viaje. Indudablemente, unas más tiempo que otras, más cercanas o más afines, pero de todas puedes aprender algo, recargarte, descubrir, emocionarte. La mirada sobre el mar amigo es convergente e infinitamente lúcida. Y siempre, con ética y respeto. Hay una serenidad de fondo en esta plataforma que es un fiel reflejo de sus cimientos. 

Este Pacto por el Mar Menor se constituyó para disolverse cuando todo se encauzase hacia las soluciones, sin embargo, está claro que no es un final. Si algo hemos constatado en estos diez  años es que faltan cosas imprescindibles por ejecutar y que, además, hay disparos con retroceso. Por eso, aunque estemos cansados tantas veces, impotentes o desanimados otras, Pacto fue y es un comienzo.

Un pacto con la vida, con la memoria y con la dignidad de un territorio que aprendió a escuchar a su mar.

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