Las breves vacaciones veraniegas del pasado verano en el Adriático dieron mucho de sí. Para los enamorados de la historia, filosofía o literatura, haber estado en el crisol de Oriente y Occidente, donde se encuentra la Europa destilada, donde te ves observado por Italia, Grecia, Croacia, Serbia, Albania, Eslovenia y otras, pasa por tu mente el ayer y el hoy. Donde en pleno siglo XXI sigues dilucidando que el Mediterráneo es todo “un mar planetario”, pues el comercio así lo viene haciendo desde tiempos atrás. China meridional y el Índico, hoy, siguen marcando el paso de una floreciente apertura mundial: desde Hong Kong a Trieste, piénselo, el camino es más corto cada día.
Europa ya lleva tiempo en tales cambios vertiginosos. Las oleadas demográficas y comerciales no se han hecho esperar. El puerto griego del Pireo sigue con su fortaleza convirtiéndose en un enclave de la emergente Ruta de la Seda China. No hay como salir, contemplar y hablar con nuestros colegas europeos para entender realidades actuales. Tal como se ve desde las costas italianas de Rávena, Venecia o Trieste, según me informan, estamos en un cruce de las cultura cristiana, ortodoxa y musulmana. Más aún, me hacen entender que desde la Antigüedad hasta el presente la confluencia de la herencia latina y católica junto con la bizantina, ortodoxa y eslava otorgan una rica complejidad a esa Europa del Sur, que define al Continente “tanto como lo hacen el Báltico y el Mar Negro”; no hemos de olvidar que el Adriático ha sido eje de civilizaciones, como “puerta de los imperios Otomano y Austro-húngaro, e indica que nuestro Mediterráneo, está apunto de convertirse en ese mar planetario porque va a “unirse con el mar de la China Meridional y el Indico, lo que está impulsando Xi Jinping.
Dos nuevas oleadas van a reconfigurar Europa: la demográfica y la comercial"
El Adriático ha imanado gracias a la literatura a personalidades como Dante, Goethe, Petrarca, Dickens y el mismísimo Marco Polo. Ha sido también un diálogo con la arquitectura, pintura, música, etc. Rávena, se admira cada día más de la vasta extensión geográfica del Imperio Romano. Ha sido hasta la fecha un cruce entre una democracia teórica en la que el dux era un cargo electo y una oligarquía en la que el poder residía en una constelación de familias adineradas. Así, nos encontramos ante una Europa de los estados legales por encima de las naciones étnicas y el estado de derecho por encima del decreto arbitrario, las oscuras fuerzas populistas que llevan años congregándose en Europa.
Las ciudades eslovenas evocan el esplendor del imperio de los Habsburgo. En Zagreb, con el doble pasado del fascismo y del comunismo de Tito. En Corfú (islas griegas), las guerras del Peloponeso, Juan de Austria y Venecia con la batalla de Lepanto.
¿A qué nuevos desafíos se enfrenta Europa?
Da la impresión de que dos nuevas oleadas van a reconfigurarla: la demográfica, con un movimiento de población del sur, pues en 2050, es posible, la población africana se habrá duplicado mientras que la europea seguirá estancada; y la comercial, donde los puertos griegos se conviertan en enclaves de la Ruta de la Seda china. Durante siglos, la cristiandad (antiguo nombre de Europa) se mantendría cohesionada para forjar a Occidente, pero ya no es igual, todo ha cambiado con “el laicismo y el universalismo”.
¿Soluciones? La salvación solo puede entenderse como “un avance hacia un cosmopolitismo robusto, capaz de aceptar y absorber migrantes (nos guste o no), y no como un retroceso a un nacionalismo burdo y reaccionario; porque Occidente ha crecido siempre de forma gradual e inexorable, cuando no directa, hacia el liberalismo. Aun así, ahí tenemos a nuestros sudamericanos con ganas de venir a la “madre patria y, ellos, deben ser los primeros por motivos que ya imaginan".
Necesitamos personas con altura, al estilo de sus fundadores, con mentes amplias y gran sabiduría"
La Europa del siglo XXI da la impresión se convertirá en “un sistema de estados cuyas sociedades sean internamente internacionales tanto en alcance como en tradición". Es posible que su futuro pueda ir de la mano en beneficiarse de construcciones imperiales benignas (para unos) como la UE, la cual nos lleva hoy por hoy en un tren sin destino, pero si esta no se revitaliza quedará reducida, como lo es hoy, a una entidad débil, tal como le ocurrió al Sacro Imperio Romano Germánico de sus últimos tiempos.
En una palabra, Europa nos sigue llevando por mal camino y necesitamos personas con altura, al estilo de sus fundadores, con mentes amplias y gran sabiduría. Nuestros mares europeos andan bastante cansados de no saber para lo que fueron ideados, aunque en su momento lo supieron y pusieron en práctica.