MURCIA. Este año he confirmado algo que se repite en cada experiencia profesional y personal: cuando todo se ve claro, todo avanza.
Desde De la playa al éxito, donde hablaba del valor del trabajo en equipo, hasta Una pasa no es un higo y Los jóvenes del barro, he descubierto que detrás de cada historia hay un hilo invisible que une los aprendizajes: la claridad.
La claridad no siempre es cómoda. No suaviza los momentos difíciles, ni evita las decisiones duras. Pero es la base de la decisión consciente y el crecimiento.
En los equipos y en el trabajo, alinea expectativas, ordena prioridades y evita que la energía se disperse en malentendidos. Convierte la estrategia en acción y la complejidad en enfoque.
En la vida personal, nos permite aceptar lo que viene, decidir con sentido y mantener la actitud correcta, incluso cuando las cosas no salen como esperábamos.
Cuando las metas, los motivos y las decisiones se comunican con transparencia, los equipos avanzan sin ruido ni dudas"
Recientemente participé en un desayuno con profesionales del ámbito directivo, donde compartimos experiencias y debatimos sobre tendencias, liderazgo y comunicación. Y todos coincidimos en algo fundamental: la claridad es la palanca que impulsa el compromiso, fortalece la confianza y hace posible el crecimiento. Cuando las metas, los motivos y las decisiones se comunican con transparencia, los equipos avanzan sin ruido ni dudas. La claridad inspira compromiso y multiplica la energía.
Ha sido un año intenso, con decisiones difíciles y caminos inciertos, en el que no siempre los resultados fueron los esperados. Pero incluso en esos momentos, la claridad ha sido mi mejor aliada. Me ha ayudado a aceptar lo que no depende de mí, a reconocer lo que sí puedo cambiar, a aprender de los errores y a seguir adelante con firmeza. Lo que parecía complicado se convirtió en camino, lo que parecía pesado en oportunidad y lo que parecía incierto en dirección.
Esa misma lección también se refleja en la manera en que enfrentamos situaciones colectivas adversas. Y esto lo vivimos todos los valencianos recientemente: tras la DANA, el tejido empresarial valenciano enfrentó momentos de gran incertidumbre: daños materiales, paralización de proyectos y pérdidas significativas. En esos primeros días, la claridad escaseaba y tomar decisiones parecía casi imposible. Sin embargo, fue precisamente al buscarla, al analizar con honestidad qué se podía controlar y qué no, cuando las empresas lograron retomar el rumbo. Redefinieron estrategias, reforzaron equipos y transformaron los retos en oportunidades. Esa lucidez colectiva convirtió la dificultad en impulso.
A veces confundimos la claridad con dureza. Decir las cosas como son no hiere; la confusión sí. Comunicar con transparencia hacia dónde vamos y cómo decidimos es respeto: organiza, alinea y libera energía.
Hoy, al mirar atrás, me doy cuenta de que la claridad ha sido mi brújula este año. Ha guiado decisiones profesionales, ha reforzado vínculos personales y me ha ayudado a avanzar en proyectos complejos con determinación.
Y, sobre todo, me ha recordado que incluso en la incertidumbre hay dirección.
Cierro este año con una palabra: CLARIDAD.
Para liderar, para decidir, para vivir.
Porque cuando todo se ve claro, todo avanza.
Y porque la claridad no solo ilumina el camino, sino que nos recuerda hacia dónde queremos llegar.
Mara Casillas
Associate Partner
PAGE EXECUTIVE
Cátedra de la Mujer Empresaria y Directiva