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Tribuna libre

Cuando Murcia votó por primera vez una Constitución

De Cádiz a la España que somos

Publicado: 28/12/2025 ·06:00
Actualizado: 28/12/2025 · 06:00
  • Fachada del Ayuntamiento de Murcia.
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Amanece el 12 de marzo de 1812. Las ansias imperiales de Napoleón sacuden violentamente los pilares de una Europa condenada a desaparecer y, mientras tanto, el territorio español, huérfano de un rey tan absoluto como ausente, se desbarata entre juntas y guerrillas, entre ideas liberales y conservadoras. Por aquel entonces, una partida de diputados murcianos pone rumbo a Cádiz; no les mueve la gloria, la ambición o los favores regios, sino la plena convicción de que, incluso de las nubes más negras, surge agua limpia y fecundante.

La situación era extremadamente arriesgada: el ejército francés había sitiado toda la bahía de Cádiz sin conseguir entrar a la ciudad, protegida por la flota española y británica. Entre el fragor de los cañones franceses nacía la primera constitución liberal española, bajo la luz temblorosa de las velas del Oratorio de San Felipe Neri. Allí, unos trescientos parlamentarios americanos y peninsulares gritaron por primera vez: ¡Viva España!, y no, ¡Viva el Rey! Y, por primera vez, la prensa se convierte en un arma política, se triplica el uso de la imprenta y las calles se transforman en lugares de encuentro y hervidero de ideas progresistas.

La Constitución de 1812 proclamó derechos que hoy consideramos naturales, pero que, en su momento serían heroicos, libertarios y subversivos: la soberanía nacional, la igualdad ante la ley, la división de poderes o la conversión de súbditos en ciudadanos. “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”, señala su primer artículo, desafiando al absolutismo. Los españoles de América recibirían derechos ciudadanos y cierta autonomía administrativa. Muchos historiadores creemos que, de haber continuado en vigor esta Constitución, la transición política a la independencia de las colonias americanas podría haber sido mucho más moderada.

Navegando entre documentos del Archivo General de Murcia descubro que la Constitución de 1812 se celebró en esta tierra con un entusiasmo casi teatral.

En Caravaca, Cehegín, Lorca, Alcantarilla, Alguazas o Murcia capital, las actas hablan de procesiones, repiques de campanas, milicianos formando en las plazas y vecinos jurando obedecer la nueva ley "por Dios y por los Santos Evangelios".

 

La Constitución de Cádiz fue un acto de fe en España en el peor momento de España. Y Murcia, en pleno caos, eligió creer"

 

En Alcantarilla, los asistentes tocaban el estandarte real para sellar su compromiso; en Alguazas la lectura fue solemne, palabra por palabra, respetando el tono y el decoro que un acto tan importante merecía. Así se dirigieron los alcaldes y síndicos a los alguaceños:

"Esta Constitución debe ser el principal objeto de vuestros afanes, el consuelo de la desolación que padecéis, el premio de vuestro valor y la esperanza de la victoria"

Cuando se dio por terminada la lectura, el pueblo estalló en júbilo. Las campanas repicaron con fuerza y se dispararon salvas de fusilería, cortesía de los miembros de la milicia patriótica de la villa. Llama la atención que en todas aquellas actas municipales se grite a la vez: “¡Viva la Nación!”, “¡Viva la Constitución!”, “¡Viva Fernando VII!”.

Lejos de ser contradicción, los murcianos entendieron la Constitución no como una ruptura, sino como un punto de encuentro entre tradición y modernidad. Quizá por eso La Pepa, así llamada por ser aprobada el día de San José, funcionó en Murcia como lo que era: un símbolo unificador en medio de la tormenta. Probablemente la Constitución de Cádiz fue un acto de fe en España en el peor momento de España. Y Murcia, en pleno caos, eligió creer.

 

Murcia rara vez fue un problema. Murcia casi siempre fue parte de la solución"

 

Más de siglo y medio después, la Región volvió a pronunciarse cuando España necesitó un nuevo pacto. El 6 de diciembre de 1978, Murcia votó “sí” a la Constitución democrática con un apoyo superior a la media nacional. Sin campanas ni estandartes, pero con ansias de libertad, los murcianos votaron desde el deseo de reconciliación y la voluntad de construir un país mejor.

Si se recorre la historia constitucional aparece un patrón sigiloso pero reconocible: Murcia rara vez fue un problema. Murcia casi siempre fue parte de la solución. No es tibia moderación, sino una intuición colectiva de que, en los momentos decisivos, es mejor unir que fragmentar.

Quizá nuestro papel como ciudadanos -y como murcianos- sea precisamente ese: recordar que la Constitución no es un emblema sagrado, pero sí un texto fundamental que reviste ser adaptado, revisado y muy cuidado. Es un proyecto en marcha, un pacto vivo que requiere la misma valentía y lucidez que demostraron aquellos diputados que viajaron a Cádiz en plena guerra.

En tiempos en los que debatir es batallar, y en los que la palabra "constitución" se emplea más como arma arrojadiza que como símbolo de unión, recuerdo marzo de 1812 y sus plazas de Murcia repletas de gente, campanas, vivas y un juramento colectivo: "Viva la Constitución, viva la Nación".

Dos siglos después, me pregunto: ¿Seríamos hoy capaces de repetir este gesto?

La Constitución es el lugar donde un país aprende a reconocerse, y en eso -ayer como hoy- Murcia ya dio, y sigue dando, ejemplo.

 

Patrocinio Lorente Peinado

Doctora en Historia Contemporánea y profesora de Formación Profesional en Alguazas

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