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AL OTRO LADO DE LA COLINA

Los riesgos de gobernar

  • El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón (c), junto a los consellers. Foto: JOAQUÍN P. REINA/EP

El arte de gobernar es algo muy complejo, pues no es sólo una ciencia (como conjunto de conocimientos), es algo más, es una ciencia, la politología, unida a la creatividad del líder, dado que la materia prima o centro de gravedad del mismo son los ciudadanos con sus querencias, ya sean místicas o de bajas pasiones. Porque además de cifras, como la encuesta de la población activa (EPA), el producto interior bruto (PIB), el índice de precios al consumo (IPC), la inflación, el número de desempleados, etcétera, está siempre la percepción del propio individuo, siempre subjetiva, de la situación que vive y le rodea. Las personas a veces creen en promesas sin haber visto -Fe-, pueden esperar el advenimiento de tiempos futuros mejores -Esperanza-, o dejar incluso de amar a su candidato, y con una compasión mal entendida entregar su voto a otro -Caridad-.

En ese noble oficio (o por lo menos así deberá ser), existen tres grandes desafíos a la hora de ejercerlo, eso, si se quiere servir con objetividad a los intereses generales (Constitución dixit en su artículo 103), y que tradicionalmente tenía lugar al final de una carrera profesional y vital plena de éxitos. Esta triada de riesgos se concretan en, cómo se ejecuta la gestión pública y su peor derivada la corrupción, después estaría la perdida de contacto con la realidad social, y finalmente quedaría la propia percepción de uno mismo, con su peor patología, el engreimiento o arrogancia del líder.

El primer desafío citado, se materializa en saber traducir el proyecto político del nuevo equipo de gobierno al lenguaje administrativo, y poder así hacer funcionar esa extraña maquinaria (para el público en general) que se llama Administración; este reto es propio de las complejas estructuras políticas de un Estado de Derecho y del Bienestar. El segundo challenge, como diría Arnold J. Toynbee o desafío, es propio de los Estados Democráticos, pues el gobierno del pueblo (democracia) exige no perder la pulsión de la gente, no se debe dejar de pisar la calle pues es muy fácil que se produzca el distanciamiento con la sociedad, y nunca olvidemos que “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, Abraham Lincoln dixit. Y finalmente el liderazgo, uno de los grandes desafíos de todo gobernante, incluso podríamos decir de cualquier jefe de una organización humana, es esa perspectiva individual (incluso psicológica), en la que se requiere de un carisma (“especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar” según la R.A.E.), a utilizar con su equipo y la sociedad, y que no debería ser malogrado con un arrebato de endiosamiento, que por estos lares se denomina síndrome de la Moncloa, con su variante Valentina del síndrome del Palau, sobre todo en el segundo mandato. 

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