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La tóxica Navidad de las pelis de tarde

MURCIA. En los últimos años, la Navidad, que ya tiene lo suyo, llega a nuestras pantallas acompañada de una plaga verde y roja, llena de familias felices, "papanoeles," paisajes nevados, coquetos hotelitos rurales, espumillón, galletas y villancicos. Son las películas navideñas con las que las tardes de sábado y domingo nos machacan en La 1 y Antena 3, y las plataformas, especialmente Netflix, nos saturan. Abran la app de Netflix y pásmense.

Pelis navideñas ha habido siempre, pero lo de ahora no es normal. Hay una producción en masa de este tipo de ficciones da calidad ínfima en la que Hallmark, productora de raíces cristianas y conservadoras, destaca sobremanera. Son películas baratas, que siguen a rajatabla cansinos clichés y fórmulas tanto narrativas como visuales para contar siempre la misma historia. La de cómo el espíritu navideño acaba resolviendo todos los problemas y consiguiendo que los protagonistas encuentren el sentido de su vida, nada menos. Y funcionan y son rentables, la gente las ve y cada año hay más. 

Son una variante dentro de las pelis de tarde, denominación afortunada que le debemos a un cuenta de X-antes-Twitter que les recomiendo vivamente, @pelidetarde, en sus propias palabras: “espacio en defensa de ese género cinematográfico tan denostado: la peli de tarde”, que derrocha ironía y sentido del humor a costa de estas producciones. A la plaga de películas alemanas ya le dedicamos hace tiempo un artículo, toca el turno ahora a esos relatos navideños pretendidamente encantadores, pero básicamente idiotas y, qué le vamos a hacer, tóxicos. 

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