Murcia Plaza

TRIBUNA LIBRE

El elogio a la necedad o encomio de la estulticia

"Todo el que, violentando su propio ser, pretende cubrirse con apariencias de virtud, no hace más que poner sus defectos en descubierto".(Erasmo de Rotterdam).

Si al dúo  -y no precisamente dinámico, pues ese ‘D.D’ lo formaron en 1958, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, dos jóvenes catalanes de familias humildes (de emigrantes vascos y aragoneses) y que con sus baladas pusieron a bailar a  todo el mundo-mundial de la época-  Sánchez e Iglesias les hubieran dicho que en el año 1515, hace exactamente 505 años, el gran humanista holandés y amigo de Tomás Moro, Desiderio Erasmo de Rotterdam -con su famoso ensayo, ‘Encomium Morae, sive Stultitiae Laus’, que es una descarnada descripción de la necedad del mundo y dela estulticia de sus gobernantes-  iba  a describir con tanta claridad y a la perfección sus escasas virtudes y sus múltiples carencias en el arte del bien gobernar, jamás se lo hubieran imaginado y mucho menos creído. ¡Claro, pero tampoco el de Rotterdam se lo había imaginado! El mismo Erasmo, en persona, hubiera sido el primer sorprendido y se hubiera quedado boquiabierto, si algún ‘nostradamus’, de tres al cuarto y al uso de la época, le hubiera vaticinado, muchísimos años antes, que su histórico y mundialmente conocido ensayo iba a tener como protagonistas principales a dos ‘duunviros’ de un mismo gobierno socialcomunista: uno, un tal Sánchez, y el otro, un tal Iglesias, presidente y vicepresidente segundo, respectivamente, del gobierno de España, en lugar de la ‘Necedad’, la ‘Insensatez’, la ‘Estulticia’ y la ‘Locura’, los auténticos, primigenios y principales actores del ensayo ‘del de Rotterdam’.

Pero a la Historia  -con MAYÚSCULAS, que  suele repetirse en continuos ‘bucles’ espacio-temporales-  de vez en cuando, le encanta gastar alguna que otra broma a ‘esos’, a los que se creen amos y señores de casi todo lo que se mueve, porque han tenido la suerte, que no el mérito ni el honor, de llegar a la cima política, apoyados por un puñado de votos fruto de la ‘inconsciencia colectiva’; de unos votantes poseídos por el ‘efecto Dunning-Kruger’, que, en román paladín, se puede  resumir en una frase: ‘cuanto menos sabemos, más creemos saber’. Se trata de un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos; y de unas coaliciones aberrantes e inconsistentes de las izquierdas más retrógradas y rancias, y que, por norma, cuando gobiernan, solamente suelen mirarse el ombligo mientras repiten -a troche y moche y a diestro y siniestro  -aquello tan manido, simplón y desgastado de  ‘todos juntos lograremos una nación libre justa y progresista, si me hacéis caso y os creéis todo lo que os diga y prometa’. Pero ya no nos engañan y sabemos que siempre terminan proclamando a los cuatro vientos el vetusto y repetido aforismo -actualmente vigente en muchos gobiernos de la vieja Europa, incluida España-   eso de ‘todo para el pueblo pero sin el pueblo’. (Tout pour le peuple, rien par le peuple).

Sánchez e Iglesias afirman -jurando y perjurando por lo más sagrado y entre otras cosas: por el colchón nuevo de La Moncloa y el casoplón de Galapagar y de la misma manera que lo hacen los ‘actores’ de Rotterdam- que tienen la razón de su lado, y dicen decir la verdad, pero la manera frívola y fútil de como lo hacen despierta nuestra curiosidad, y es que para estar locos o ser ineptos, o insensatos no se necesita hacer ningún esfuerzo. En realidad, se podría decir, que lo único que tienen que hacer es seguir el cauce de su propia condición humana y de su herencia que basada en su genética y en los procesos de aprendizaje en los primeros años del desarrollo, se vuelve rígida al alcanzar la madurez y ya es inmodificable.

‘Si fuese posible crear un par de robots capaces de ser presidente y vicepresidente segundo del gobierno de España, creo que le haríamos un gran bien a todos los españoles (votantes o no), ya que las Leyes de la Robótica les impedirían dañar a un ser humano y les incapacitarían para la tiranía, la corrupción, la estupidez, el prejuicio, la prepotencia, la mentira y el narcisismo’ (afirmación de Isaac Asimov, modificada ‘ad hoc’ para el artículo).

¡Qué bien supo describirlos Erasmo cuando escribió estas frases!:

"La estupidez es la cualidad de ser estúpido. Es lo contrario de la inteligencia. Ser estúpido tiene que ver con no entender las cosas, no aprender de las experiencias pasadas, y por lo general no usar el cerebro ni la lógica.  Afortunados los hombres que no tienen principios; pueden decir estupideces con solemnidad. El poder está bien, y la estupidez es, por lo general, inofensiva. Pero el poder y la estupidez juntos son peligrosos. Todo el que, violentando su propio ser, pretende cubrirse con apariencias de virtud, no hace más que poner sus defectos al descubierto"…

O estas otras:

"El que toma las riendas del gobierno no debe ocuparse en sus asuntos propios, sino en los públicos; debe únicamente interesarse por el interés general, no apartarse ni lo ancho de un dedo de las leyes que él ha promulgado y de las que es ejecutor, y responder de la integridad de todos los funcionarios y magistrados. Si consultáis a los historiadores, veréis que no ha habido príncipes más pestíferos para el Estado que cuando el poder cayó en manos de algún filosofastro o aficionado a las letras".

Cuando los personajes Sánchez e Iglesias -que han sustituido a los originales de Erasmo, a la necedad y sus correligionarios- se proclaman y risueñamente hablan en el Congreso de los Diputados, lo hacen enguantando en terciopelo y con poses ‘franciscanas’ la violencia de sus palabras:

"Diga lo que quiera de nosotros el común de los mortales, pues no ignoramos cuán mal hablan de nosotros, incluso, los más estultos; somos aquéllos, y precisamente los únicos que tienen poder para divertir a los dioses y a los hombres. Y de ello es prueba poderosa, y lo representa bien, el que apenas hemos comparecido ante esta copiosa reunión para dirigiros la palabra, todos los semblantes han reflejado de súbito nueva e insólita alegría, los entrecejos se han desarrugado y habéis aplaudido con carcajadas alegres y cordiales, por modo que, en verdad, todos los presentes me parecéis ebrios de néctar como los dioses homéricos, mientras antes estabais sentados con cara triste y apurada, como recién salidos del antro de Trofonio". (héroe o dios o demonio de la mitología griega y constructor del templo de Apolo en el Oráculo de Delfos).


Pedro Manuel Hernández es Licenciado en Medicina y Cirugía, en Periodismo y ex Senador autonómico del PP por Murcia

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