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Testimonio del pintar de una generación: 'Querido Antonio', en el Palacio del Almudí

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  • Exposición Querido Antonio en el Almudí
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MURCIA. Un servidor recuerda al pintor homenajeado, Antonio Ballester Les Ventes, jugando al futbol en el campo de los PP Capuchinos, en aquellos tiempos en que los solares de la Murcia desarrollista ofrecían a la chiquillería murciana espacio para jugar a la pelota, por las tardes de mayo y junio, ya con los puntos dados en la aulas. Tenía un centro-chut muy certero, de línea ascendente, sin parábola, y con el balón girando muy poco sobre su eje vertical. Esos centros eran un logro en sí mismos, como yo los recuerdo ahora, sin que dependiera su gloria, ni de terminar en gol, ni de que algún delantero lo empalmase a la inexistente red. Aprovecho para agradecer a los santos frailes que nunca nos rehusaran el permiso para jugar allí. Un privilegio frente a los usuarios de solares provenientes de los nuevos planes expansivos de la urbanización hortícola.

Luego, siguiendo la huella del padre, Antonio Ballester se hizo pintor, artista gráfico en general, navegando en el mar de la creatividad más pura. Como toda su generación. El trazo, como sus centros, era un fin en sí mismos; no dependiendo, ni del mensaje, ni de la fidelidad al modelo -si es que lo había- ni de nada. Apenas pasada la setentada, Antoñico se fue al paraíso de los pintores; más de un año hace de eso. 

Hoy, tras una larga preparación, gozamos en Murcia de una exposición homenaje al fraterno Antonio. Estamos ante un reconocimiento que aúna el sentimiento por una amistad franca y sincera hacia el artista, con la maestría de todos y cada uno de los oficiantes de este rito humano y estético, mostrada como tributo tanto al amigo como al creador. Todas y cada una de las obras expuestas me ha emocionado con esa emoción del déjà vu, que concita evos pasados, justo los de aquella época de mi formación estética.

Yo, literato que no pintor, me siento identificado, tanto con el homenaje, como con la muestra de toda una generación gráfica, que supo dar el salto definitivo a la ineludible modernidad del cambio de siglo. Un cambio, que se llenó de novedades sociales, y de todo orden, hasta políticas. Y, claro está, de novedades artísticas. Con estos artistas, el arte en Murcia pasó del contenido a la expresión del artista. Gustar de su arte es compartir el goce la creación, complementándolo con el de la contemplación. Yo me reconozco sí, en todas y cada una de la expresiones que veo en los muros del Almudí, en sus trazos, en sus experimentaciones, en su aciertos. Y, también en la diversidad de creación que contemplo y admiro por doquier. Me considero, orgullosamente, admirador canónico de aquellas primeras creaciones de todos estos artistas, cuyas formas son parte de mi biografía.

En medio del patio de columnas, 'Otto y su moto', una de las geniales creaciones del homenajeado, preside, con su terrible y aternurada sonrisa de monstruo estético, todo el conjunto de lienzos y otros soportes que lo homenajean. Aportes estéticos, que, a la par de su dedicación al amigo, constituyen todo un testimonio de lo que estos artistas, que convivieron con mi generación, lograron extraer del magma creativo de su tiempo biográfico, e interpretarlo.

Y me voy con envidia del espíritu de hermandad entre artistas que habita en el aire de la vieja alhóndiga, datada de cuatro centurias atrás. Envidia de que los escritores, en cualquier género, no seamos capaces de editar un libro que testimonio deje de cuanto escribimos en esas mismas décadas que recoge la exposición. 

Y presento mis excusas a los componentes de la colectiva-homenaje, por no citarlos a todos. Injusto sería dejarme alguno, y podría parecer cortesía obligada, en caso de ser exhaustivo. Ahí está el legado de toda una producción pictórica, en sentido amplio, de la generación que saltó, definitivamente, al mundo adulto, coincidiendo con la Transición. 

Mis felicitaciones a todos.

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