Cartagena pierde otro de sus negocios históricos. El café bar La Paz, situado en la calle Alfonso X el Sabio, echa el cierre tras casi seis décadas formando parte de la vida cotidiana de la ciudad. Una despedida discreta, pero cargada de simbolismo, para un establecimiento que ha visto pasar generaciones enteras desde su fundación en 1967.
La Paz nació del esfuerzo de Antonio y Mariano, que en 1967 levantaron un bar sencillo, de barrio, pensado para el día a día. Con el tiempo, se convirtió en un punto de encuentro imprescindible: desayunos tempranos, churros recién hechos, chocolate espeso y conversaciones que empezaban antes de que amaneciera.
No era un local de modas ni de artificios gastronómicos. Su fuerza estaba en la constancia, en hacer bien lo de siempre y en abrir cada mañana para quienes no fallaban nunca.
En su última etapa, el negocio ha estado regentado por Raúl Rodríguez, quien ha mantenido viva la esencia del bar en un contexto cada vez más complicado para la hostelería tradicional. Subidas de costes, cambios de hábitos y una normativa urbana en transformación han ido estrechando el margen de supervivencia de locales como La Paz.

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Paradójicamente, el cierre llega tras un logro administrativo: el actual propietario ha conseguido que la licencia del quiosco rojo situado frente al bar pueda ofrecer churros y chocolate, amparado por la nueva ordenanza de quioscos en Cartagena. No le ha sido fácil y ha peleado cada segundo para esa autorización. Esa situación hace inviable mantener abierto el establecimiento, trasladando el servicio a la vía pública.
Con el cierre del bar La Paz no solo desaparece un bar. Se va un pedazo de la Cartagena cotidiana, la que no sale en folletos turísticos pero sostiene la vida real de la ciudad. Un negocio que abrió en 1967 y que ha sobrevivido a crisis, cambios urbanos y generaciones, pero no a la reordenación del espacio y del modelo comercial.

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La imagen de la despedida ya es historia. Otra persiana bajada que se suma a la lista de locales emblemáticos que desaparecen sin relevo. Cartagena cambia, avanza, pero en el camino va dejando atrás lugares que fueron hogar, rutina y punto de encuentro. Cada vez son menos, cada vez quedan menos y cada vez que uno de ellos cierra, la esencia de esa Cartagena que fue difumina más el paisaje colectivo de los habitantes de la ciudad.