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Mario Conde: anatomía de un 'yuppie'

  • Mario Conde, en 1988. Foto: MINISTERIO DE LA PRESIDENCIA. GOBIERNO DE ESPAÑA

Con su pelo engominado, sus camisas de cuello duro, el nudo desafiante de sus corbatas de pala ancha y los trajes cortados a medida parecía un personaje sacado de las páginas de El gran Gatsby. Una mañana de enero de 1995 el cartero dejó una carta en el buzón del apartamento de Logroño donde yo vivía. En el remite aparecían las siglas M. C. y las palabras Alcalá-Meco por dirección. 

Abrí la carta. Era él, Mario Conde, escribiéndome, de su puño y letra, una carta desde la celda de la cárcel en donde había ingresado, en prisión preventiva, el 23 de diciembre del año anterior. Su carta era respuesta a una que yo le había mandado días antes en las que le expresaba mi apoyo. Recibió cientos en esas semanas. Como muchos jóvenes, yo era un admirador del banquero, a pesar de todo. Leí todos los libros de Jesús Cacho sobre él. También me hice cliente del Banesto y no retiré mis ahorros el día en que el Banco de España, dirigido por Luis Ángel Rojo, intervino la entidad  al detectar un agujero patrimonial de 450.000 millones de pesetas. Conde y el resto del consejo de administración fueron destituidos de sus cargos. 

El abogado y expresidente de Banesto, Mario Conde. Foto: JOAQUÍN CORCHERO/EP

La mañana del 28 de diciembre de 1993 —Día de los Santos Inocentes— se hizo añicos el mito del banquero gallego. Había sido amigo de Don Juan y se trataba con Don Juan Carlos. Sólo pocos meses antes de la intervención, el entonces rey de España asistió a la investidura de Conde como doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. El entonces rector de la Complutense, Gustavo Villapalos, puso a Conde como modelo de la juventud española. Era el prototipo de yuppie que despertaba la envidia y los elogios allá donde iba. 

El mayor pelotazo de la década

Conde parecía estar tocado por la mano de Dios. Un elegido entre los elegidos. Vino al mundo en Tuy en 1948; estudió en el colegio de los Maristas de Alicante, donde conoció al siempre turbio José Bono. En Deusto estudió la carrera de Derecho. En 1973 fue el primero de su promoción en las oposiciones a abogado del Estado. Sacó la mejor nota de la historia. En 1977 comenzó a trabajar como director general adjunto de la farmacéutica de Juan Abelló. Se hicieron amigos; luego serían enemigos. Conde y Abelló dieron el gran pelotazo de los ochenta. En 1987 vendieron su participación en Antibióticos a la italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas. Era la época de los yuppies, de la beautiful people, de los Albertos, Mariano Rubio y Carmen Posadas, de las no bragas de Marta Chávarri, el país europeo donde uno podía enriquecerse más rápidamente, según el exministro de Economía, Carlos Solchaga

Con el dinero de aquel pelotazo, Abelló y Conde entraron como vicepresidentes en el consejo de administración del Banco Español de Crédito. El Banco de Bilbao, en manos de José Angel Sánchez-Asiaín y Emilio Ybarra, presentó una OPA para hacerse con Banesto. La operación tenía el visto bueno del poder felipista. Fracasó porque Conde convenció al consejo para que la rechazara. En 1987, con sólo 39 años, fue elegido presidente de la entidad en sustitución de Pablo Garnica. Nadie tan joven había llegado a la cúpula de uno de los grandes bancos españoles. 

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