MURCIA. Cualquiera que haya trabajado o se haya interesado por el funcionamiento de una industria moderna sabe de la importancia de la planificación y organización de la producción. Son muchos los parámetros que intervienen en una correcta programación de lo que se ha de fabricar pero, sin duda, uno de los más importantes hoy en día es el aseguramiento del suministro, en tiempo y forma, de las distintas materias primas o distintos componentes que integran el bien que se desea producir. Ello es fundamental para tratar de reducir al máximo los stocks de esos productos y acompasar el suministro de los mismos al ritmo de producción previsto en los planes elaborados a tal fin.
Pues bien. Han coincidido en el tiempo dos hechos que, influenciados ambos por la pandemia que nos asola, vuelven a poner de manifiesto algunas de las debilidades europeas, aunque por motivos distintos:
"al igual que en el inicio de la pandemia, queda de manifiesto la debilidad industrial de Europa, dada su dependencia de terceros países"
Varias fábricas de automóviles en Europa se han visto forzadas en varias ocasiones a parar su producción por falta de suministro de semiconductores, tan importantes hoy en día en la fabricación de vehículos. Los automóviles nuevos a menudo incluyen más de 100 microprocesadores y son básicos para las unidades centrales electrónicas de los coches y controlan prácticamente todos los parámetros que intervienen en el buen funcionamiento de un vehículo. Aún más si son híbridos o eléctricos.
Aunque era un problema que ya se detectaba a finales del año 2019 motivado por una mayor demanda de microprocesadores por parte de la industria de electrónica de consumo (ordenadores, telefonía móvil, videojuegos, 5G), los confinamientos obligados por la pandemia no hicieron sino impulsar aún más las ventas de esa electrónica de consumo para que las personas pudieran teletrabajar. Así mismo también se incrementó la demanda de otros dispositivos para el ocio y tiempo libre.
Al mismo tiempo, la industria del automóvil experimentó una gran caída de demanda y, por lo tanto, recortó sus pedidos a los suministradores de microchips.
Esto hizo que los fabricantes de semiconductores cambiaran sus líneas de producción para adaptarlas a la mayor demanda de unos productos en detrimento de los otros.
En los últimos meses de 2020 se recuperó en parte la demanda de vehículos, pero también la demanda de electrónica de consumo ha seguido creciendo.
Y no es tan fácil, y requieren su tiempo los posibles cambios en las líneas de producción de microprocesadores y no digamos poner en marcha nuevas líneas o nuevas fábricas de semiconductores.
Resultado de todo esto: muchas fábricas de automóviles se ven incapacitadas para planificar adecuadamente su producción como consecuencia de la incertidumbre en el suministro, en tiempo y forma adecuados, de microchips por la escasez de los mismos. De ahí las paradas en las líneas de montaje varios días. Están planificando, por así decirlo, al revés: es el proveedor de estos componentes el que dice cuándo y cuánto puede suministrar a una determinada fábrica y es ésta la que tiene que adaptarse.
Según los expertos más optimistas al final del verano se podría estabilizar, en parte, la situación. Según otros, hasta el año que viene es poco probable una situación más o menos estable.
En este mundo de los semiconductores, Estados Unidos lidera el desarrollo de diseños de estos componentes, pero la fabricación de los mismos se concentra en Asia, concretamente en Taiwán y Corea del Sur (entre ambas suponen un 80% de la producción mundial). En este caso, China, sin que sirva de precedente, es también un país damnificado en su industria del automóvil por esta escasez de componentes.
Una vez más, al igual que en el inicio de la pandemia, queda de manifiesto la debilidad industrial de Europa, dada su dependencia de terceros países. Si en un primer momento se hizo patente la escasez de equipos médicos (EPIS, respiradores y otro material médico y farmacéutico), ahora queda en evidencia esa debilidad con componentes de una de las principales industrias europeas, como es la del automóvil.
Por eso me llaman la atención dos cosas:
1. Que los programas europeos de recuperación a través de los fondos que la UE va a destinar a los distintos países van dirigidos fundamentalmente a los mismo ejes de actuación que ya estaban previstos antes de la pandemia, con especial incidencia en la digitalización y la economía verde. Como si no hubiera pasado nada entre medias. Claro que esos ejes repercutirán positivamente en la competitividad de las empresas, pero para ello primero tiene que haber empresas, salvando al mayor número de ellas y potenciando el crecimiento de otras nuevas.
2. En ese sentido, otros países han comprendido que el mayor esfuerzo inicial ha de realizarse en sostener el actual tejido empresarial (Alemania, Francia, Reino Unido; incluso China) y dejar para más adelante planes estratégicos a medio y largo plazo. Por eso no entiendo la cerrazón del Gobierno español en no habilitar ayudas directas para sostener lo que ya tenemos y más aún en nuestro caso donde el 98% son pymes y autónomos. Y mucho me temo que con lo poco que conocemos hasta ahora de los planes del Gobierno para el empleo de los fondos que han de venir la mayor parte de pymes y autónomos se van a quedar fuera de ese reparto.
A partir de ese apuntalamiento de la economía actual ya hay países que tienen muy claro que hay que acabar con esa dependencia industrial de Europa y desarrollan programas especiales , a través de incentivos financieros y fiscales para que se vuelva a producir en Europa . Así lo ha entendido Francia e Italia, por ejemplo.
¿Y las vacunas? Pues las vacunas son otro caso de planificación imposible. Se podrá planificar el orden de los grupos de vacunación, se podrá definir cómo y dónde se habilitarán espacios para la vacunación, etc. Es decir, se podrá definir como es nuestra "cadena de montaje" en el óptimo de "fabricación" (algo más de 60.000.000 de dosis para los algo más de 30.000.000 de españoles que suponen el objetivo del 70% de la población para el verano). Pero lo que aún no podemos decir hoy, 8 de marzo, es que se va a cumplir ese objetivo en la UE de tener vacunado al 70% de la población, por la sencilla razón de que no hay un calendario previsto de qué cantidades y en qué plazos se van a recibir las dosis, es decir, nuestros componentes. Según van llegando, así se va actuando, tal y como veíamos en el caso de los automóviles.
En este caso, como decía en mi anterior artículo, una negociación deficiente por parte de la UE con las distintas farmacéuticas, tal y como ha reconocido la propia UE, ha hecho que al menos en estos primeros meses hayamos quedado rezagados respecto a otros países como Reino Unido, Israel, Estados Unidos y otros.
Aquí ha sido la capacidad de gestión, tanto a la hora de negociar los contratos como la lentitud para la aprobación de las distintas vacunas, mucho más rápida en otros países, las que han lastrado el inicio de la campaña y esas imposibles, por el momento, planificaciones por la irregularidad de los suministros. Se solventará. Esperemos que cuanto antes mejor.
En cualquier caso, estos problemas ponen de manifiesto algunos de los males que aquejan a nuestro viejo continente, tanto desde el punto de vista industrial, en el primer caso, como desde el punto de vista de funcionamiento eficaz de nuestras instituciones. Piensen nuestros gobernantes en ello. A lo mejor hay que introducir algunos cambios en los planes que se pretenden llevar a cabo. Dejen las grandes frases y planes grandilocuentes y aterricen en el terreno. Basta mirar alrededor para detectar las fallas.