El pasado 9 de noviembre se cumplieron 50 años de la bendición del asilo de ancianos regentado por las Hermanitas de los Pobres en la antigua carretera de Puente Tocinos, que hoy lleva el nombre de Juana Jugan, la fundadora de esta orden dedicada al cuidado de los ancianos más desfavorecidos. Fue el obispo Roca Cabanellas quien presidió el acto.
Era el primero de los dos edificios que se han levantado sobre el mismo solar para cumplir el mismo fin, ya que en julio de 2001 fue derruido el que nos ocupa, debido a problemas serios hallados en su estructura, y cinco años más tarde se puso la primera piedra del actual, inaugurado el 1 de mayo de 2009 por el entonces vicario general, Miguel Ángel Cárceles.
El inmueble actual responde al proyecto trazado por el arquitecto Héctor Hernández, mientras que el estrenado en 1974 fue ideado por José Luis Fernández del Amo. En el espacio temporal comprendido entre el desalojo y derribo del primero y el traslado al nuevo, las Hermanitas distribuyeron a sus acogidos y a las propias monjas entre la residencia de Cartagena y el pabellón adaptado y cedido provisionalmente por la Comunidad Autónoma en el antiguo Complejo de Espinardo.
Pero la historia de las Hermanitas de los Pobres en Murcia comienza muchos años atrás, y su asilo más duradero fue el que se alzó a fines del XIX en el Portillo de San Antonio, al norte de la ciudad, en un lugar rodeado entonces de huertos que se situaría hoy a espaldas de la actual iglesia de San León Magno. Aún antes, allá por el año 1878, tuvieron su primer establecimiento a la entrada del Malecón, capaz para acoger a 24 personas, según la prensa de la época, y después en el barrio de Santa Eulalia, de donde pasaron al magnífico edificio construido en la huerta norte, como queda referido.
Un extenso escrito en el Diario de Murcia se hacía eco en los primeros días de septiembre del año 1879 de la presencia en Murcia de aquellas monjas y de la caritativa labor que llevaban a cabo desde su fundación en Francia 38 años atrás.
Indicaba el texto, entre otras cosas: "El instituto de estas hermanitas es conocido y admirado en casi todo el orbe. Después de establecer sus casas en diferentes naciones de Europa, como si esto no fuese bastante, las hermanitas han surcado los mares para hacer extensiva al nuevo mundo su benéfica misión. Ya van para 200 las casas donde ejercen, con más de 20.000 ancianos, su ministerio de amor… ¡20.000 ancianos, asquerosos, molestos, encuentran cariño, amparo, cuidado y alimento en esas pobres mujeres, cuando hasta para las personas de su familia suelen ser pesada carga!".
"la historia de las Hermanitas de los Pobres en Murcia comienza muchos años atrás, y su asilo más duradero fue el que se alzó a fines del XIX"
Y terminaba: "Las hermanitas de los pobres hacen los votos de castidad, pobreza y obediencia. El fundamento de su abnegación y heroísmo está en el ardiente amor de Dios y del prójimo, muy singularmente con los pobres ancianos enfermos o achacosos. No viven en clausura, porque la vida del claustro es incompatible con los servicios a que se dedican: su monasterio es el mundo, sus rejas el temor de Dios, y su velo..., la modestia".
Poco más de un mes después llegó la terrible riada de Santa Teresa, que no podemos dejar de evocar tras las inundaciones habidas hace unos días en distintos puntos de España, y de un modo especial en la vecina Comunidad Valenciana. Ahora que tantas cifras se manejan con este motivo, cabe recordar que aquella catástrofe de hace 145 años dejó más de mil muertos, 761 de ellos en el municipio de Murcia, y fueron destruidas 5762 viviendas y barracas en Murcia y Lorca.
Entre los benefactores de los damnificados sobresalió, como es conocido, José María Muñoz, cuya estatua contempla la ciudad y la huerta, a las que tanto ayudó, desde su pedestal al final del Malecón. Donó la cantidad de medio millón de pesetas de la época a la Región de Murcia y no faltaron entre los socorridos las Hermanitas de los Pobres, que recibieron 2.000 pesetas para la construcción de camas y otros enseres para dar atención a quienes fueron acogidos en su asilo.
El edificio que sustituyó al que hasta entonces vinieron ocupando las monjas y sus asilados se puso en funcionamiento aún sin terminar por la premura para poder atender la demanda de acogimiento por parte de tanto menesteroso. En el día de Reyes de 1891, la crónica puntual de Martínez Tornel en su Diario de Murcia ponía al lector al tanto de la situación.
El nuevo Asilo de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres estaba entonces a medio edificar, pero en la parte construida se hallaban instalados los acogidos, "con dormitorios separados de ancianos y de ancianas, enfermerías, ancha y espaciosa cocina, salón, capilla interina, despensa, lavaderos y dos galerías al aire libre y al sol de mediodía que son la delicia de aquellos decrépitos pobres cuando el sol les envía sus tibios rayos".
Las obras se habían detenido por falta de fondos, y la llamada del célebre periodista era bien expresiva: "Contribuyamos todos a que las Hermanitas terminen su asilo; porque es para Murcia y para sus pobres y para honra y gloria de Dios. Demos cada uno lo que pueda a esas hermanas de la caridad, porque a ellas todo les sirve".
Aún se demoró varios años la conclusión de las obras, y la capilla definitiva no fue bendecida hasta el día de San Miguel de 1896 por el obispo Bryan Livermore.
Y allí permanecieron las Hermanitas de los Pobres hasta que, con el crecimiento de la ciudad, lo que era una casa en mitad de la huerta se convirtió en un recuerdo del pasado rodeado de edificios y tráfico, lo que llevó, en 1968, a planear la marcha a un nuevo edificio en la carretera de Puente Tocinos, inaugurado oficialmente hace medio siglo. Diferentes inmuebles y emplazamientos, pero el mismo espíritu de servicio a los más desvalidos que la primera vez, cerca de 150 años atrás.