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Marian y el síndrome de la impostora

14/03/2023 - 

MURCIA. Cuando ganó aquel premio de relato corto, no podía imaginar la cantidad de sentimientos encontrados que habitaban en su interior. O quizá sí. Euforia, ¡había ganado un premio literario! Orgullo, ¡por fin podría sentir que había escrito algo realmente bueno! Vértigo, ¿y si no era capaz de escribir nada más? Miedo, ¿y si descubrían que no era tan bueno? Rabia, ¿por qué no era capaz de ponerse en valor? Ya se imaginaba algunos comentarios: "Si lo había ganado ella, es que el premio se lo daban a cualquiera". Determinación, ¡seguiría escribiendo!

Delante de las cámaras que inmortalizaban el momento en el que públicamente recibía el premio lucía una amplia sonrisa, no dejaba asomar sus dudas internas. Si lo había ganado, sería porque lo merecía, ¿no? Nadie se lo había regalado, sin duda ¡era el mejor relato! Se permitió disfrutar, abrir los brazos y recibir los aplausos, eran para ella: era su momento.

"Sintió una especie de liberación al saber que tenía un nombre aquello que le pasaba"

No creerse lo suficientemente buena era un sentimiento que la había acompañado toda su vida, libraba una batalla interna a diario, entre el no creérselo y el intentarlo. Aun así se había ido proponiendo metas, afrontándolas con trabajo, constancia y esfuerzo, con lo que había conseguido algunos de los objetivos marcados. Otros no, se quedaron por el camino… y entonces se conformaba diciéndose: "No era para mí, ya llegará algo mejor". Aunque a veces pensaba que ese algo mejor tardaba demasiado en llegar, que se le pasaba la vida sin llegar a triunfar donde ella quería, aunque en realidad tampoco tenía muy claro dónde quería llegar.

Un día, por casualidad vio una entrevista que le hacían a una cantante famosa. Ella relataba cómo el éxito la llevó a necesitar ayuda psicológica, pues no era capaz de asimilarlo, seguía pensando que no lo merecía y dudando de sus capacidades. El diagnóstico fue: Síndrome de la impostora.

Cuando lo escuchó, Marian, que no lo había oído en su vida, empezó a investigar en internet qué síndrome era ese y, según iba leyendo los síntomas, se identificó con cada uno de ellos y supo cómo se había cocinado en ella, a fuego lento, a lo largo de los años.

Reconoció las causas, vividas en primera persona: "Niña cállate", "eres tonta", "quita, que tú no sabes" y así a base de escucharlo, lo fue interiorizando.

Las consecuencias, por supuesto, formaban parte de su día a día: baja autoestima, no creerse suficiente, pensando y preguntándose en qué momento los demás se darían cuenta de que en realidad no era tan buena.

Sintió una especie de liberación al saber que tenía un nombre aquello que le pasaba, ¿era posible que todo estuviese sólo en su mente? Y sobre todo y más importante, ¿se podía superar?

Marian lo vio reflejado también en muchas mujeres a las que había escuchado en las diferentes sesiones de formación que había impartido. ¿Quién se siente identificada? Y las manos se levantaban una y otra vez, se preguntaba: ¿Cuántas mujeres habrá que no se creen suficientes? ¿Cuántas no se atreven a salir a la vida por no creer en ellas? Y ¿cuántas sufriendo porque habiendo salido siguen creyendo que no son lo suficientemente buenas?

"El fracaso da miedo, pero el éxito da más miedo AÚN"

Decidió escribir, conforme iba desarrollando la historia fue consciente que más que un artículo, aquello daba para un libro. Al final también fue consciente de que era casi autobiográfico, pero estaba absolutamente convencida de que sería sanador y que serviría de ayuda para otras mujeres que al igual que ella sufrían por no creerse capaces, por no permitirse potenciar sus talentos, no permitirse el éxito y si lo conseguían, entonces se sentían culpables por ello.

El fracaso da miedo, pero el éxito da más miedo todavía, sobre todo para alguien que no se cree merecedor. ¿Cuánto sufrimiento se ahorraría la persona que sea capaz de poner nombre a lo que le pasa? Y si Marian estuviese en disposición de poder ayudar a otros simplemente contando su historia personal, ¿por qué no hacerlo?

Marian sentía que se había liberado de una pesada carga, que había logrado acallar o incluso vencer a casi todos sus pensamientos saboteadores y que, además, podría contribuir a acallar los de otras muchas personas, que serían capaces de despertar sus talentos dormidos, incrementar su confianza y creer en ellas mismas.

Con la absoluta certeza de que hacía lo correcto, terminó su libro y lo publicó.

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