CARTAGENA. Al fútbol y al deporte en general le mueve lo inesperado, el azar en ocasiones, la resistencia en otras. Factores que detestan quienes manejan el negocio de este deporte, muchas veces ajenos a la realidad del verde y lo que rodea a los clubes, como se advirtió en la Región en equipos como el Lorca o el Jumilla, con supuestos magnates detrás pero que tras no entrar la pelota en la portería cogieron puerta y se fueron sin limpiar la casa que dejaban. Una convivencia siempre reñida porque ya se sabe que el dinero prefiere la certeza a la duda, de forma que nadie sabe como se reactivará la competición una vez que pase esta maldita crisis motivada por ese virus que todos conocemos ya de memoria, el Covid-19.
La actual situación supone también un desafío para la prensa deportiva, obligada a escribir sin hechos que relatar, ni gestas que contar, ni siquiera lo que podía haber sucedido y no fue, porque no hay más batalla actualmente que la de frenar a un virus que marcará también un antes y un después en nuestras vidas. También en el fútbol, siempre ajeno a la realidad, agarrado al ‘Show must go on’, como si fuera inmune a la sociedad de la que bebe. Así, pese a que el virus estaba ya aquí, no se paró la liga y pudimos ver como el Cartagena de Borja Jiménez salía del diván en el que había entrado en febrero para asestar un golpe en la mesa y recuperar el liderato que había dominado con puño de hierro gran parte de la temporada.
En el actual escenario de incertidumbre, no sabremos si fue casualidad o un cambio de tendencia la victoria albinegra en Córdoba, de la misma manera que queda en suspenso la heroica temporada del Yeclano y una escalada milagrosa del Murcia, abocado a una pelea por el descenso pero que decretado el parón está octavo a ocho puntos de los puestos de playoff, distancia difícil de superar pero no imposible. Queda todo en suspenso de la misma manera que el hincha se encuentra desnortado, rota su rutina ya no entre semana sino también el fin de semana, acostumbrado desde que nació a acudir cada fin de semana al estadio o a seguir a su equipo desde el televisor.
Poco tiempo duró la idea de celebrar partidos a puerta cerrada, no ya por el peligro que suponía para los protagonistas, los propios jugadores, sino porque sin el aficionado, especialmente el fútbol de Segunda B, pierde su alma lo que sucede en el césped. “¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío?” se preguntaba Eduardo Galeano. “Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada más vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”, dijo el escritor uruguayo.
Apagado el fútbol en directo, con los Juegos Olímpicos y la Eurocopa pospuesta, nadie sabe como volverá el fútbol. Una situación excepcional, ya que ni siquiera en un colapso emocional como el 11-M se paró la competición. Mientras, el hincha y el periodista, el jugador y el directivo, seguirá esperando a que vuelva a activarse el deporte rey, depósito de sueños e ilusiones. Lo más importante de lo menos importante. Maldito parón, maldita incertidumbre.