BARCELONA. La mayoría de las personas, un 58 %, que han participado en una encuesta como parte de un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) sobre el consumo de insectos, opinan que en el futuro podrían ser una fuente alternativa y sostenible de proteína y, por lo tanto, piensan que su integración en la dieta se podría convertir en una realidad. Los resultados del estudio Consumers' Acceptability and Perception of Edible Insects as an Emerging Protein Source se han publicado en abierto en el International Journal of Environmental Research and Public Health. Este estudio forma parte de la tesis de la estudiante de doctorado Marta Ros, dentro del programa de doctorado de la UOC en Salud y Psicología.
El objetivo del estudio ha sido identificar los parámetros que contribuirían a mejorar la aceptación del consumo de insectos a fin de introducirlos como fuente sostenible de proteína en la dieta del futuro. Las autoras del estudio son Marta Ros, doctoranda y profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud, Anna Bach y Alicia Aguilar, profesoras e investigadoras del grupo de investigación FoodLab.
A pesar de que la entomofagia, es decir, la ingestión de insectos como alimento por los humanos y los animales, era una práctica común entre nuestros ancestros, desde China hasta el Imperio romano, hace mucho tiempo que se abandonó, aunque el consumo se mantiene en países como China, Tailandia, Japón, Colombia, México, Perú, Brasil y algunos países de África.
Desde el 2013, ante el rápido agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) promueve la necesidad de examinar las prácticas modernas de la ciencia de los alimentos para aumentar el comercio, el consumo y la aceptación de insectos. Varios estudios han probado los efectos positivos del consumo de insectos para la salud en animales y humanos.
En animales, los estudios muestran resultados positivos en el control del peso, reducción de los niveles de glucosa en sangre y de colesterol y aumento en la diversidad de la microbiota. Las grasas que contienen los insectos comestibles son ricos en ácidos grasos insaturados, especialmente en ácidos grasos poliinsaturados, y esto puede tener beneficios en la alimentación. En estudios en humanos, los insectos comestibles han demostrado mejorar la salud intestinal, reducir la inflamación sistémica y aumentar significativamente las concentraciones sanguíneas de aminoácidos.
El estudio realizado por la UOC se basa en las respuestas de 1.034 personas que han participado en la encuesta sobre el consumo de insectos. Una inmensa mayoría, el 86 %, responde que nunca ha comido insectos, y solo un 13 % los ha probado. La principal razón que aducen para no consumir insectos es el asco (38 %), seguida por la carencia de hábito (15 %), las dudas sobre su seguridad (9 %) o razones culturales (6 %), entre otras.
La reticencia a comer insectos también se pone de manifiesto cuando a los encuestados se les plantea si estarían dispuestos a incluirlos en su dieta habitual. Solo un 16 % responde que sí, mientras que un 82 % asegura que no lo haría. También una mayoría, el 71 %, afirma que no cocinaría insectos en casa, mientras que un 28 % contesta que sí. Preguntados sobre si ofrecerían platos con insectos en un restaurante, el 73 % dice que no, mientras que un 25 % responde positivamente. La mayoría, un 81 %, opina que el público general no recibiría bien platos con insectos, pero un 16 % cree que sí.
A pesar del rechazo, en determinadas condiciones la valoración del consumo de insectos mejora. De hecho, según los datos, casi el 50 % de las personas encuestadas piensa que disponer de información sobre el potencial que tienen los insectos como alimento sostenible alentaría a consumirlos, mientras que un 48 % dice que no. El optimismo respecto al futuro se pone en evidencia cuando se les pregunta si creen que el consumo de insectos podría ser una práctica futura. Una clara mayoría, el 58 %, responde afirmativamente, mientras que un 38 % opina lo contrario.
La mayor parte de los encuestados indican que la manera en la que puedan ser preparados los insectos para ser consumidos es importante a la hora de atraer a los consumidores. En este sentido, un 70 % de las personas manifiesta que una preparación de modo que la forma natural del insecto no se pueda ver haría que su consumo fuera más agradable. Así mismo, un 10 % considera que, si la forma del insecto se hiciera visible, su consumo disminuiría. De manera muy mayoritaria, los encuestados opinan que el formato de harina sería el más interesante (23 %), seguido por el de galletas (6 %) o barritas (5,8 %).
El estudio ha permitido identificar los parámetros que pueden mejorar la aceptación del consumo de insectos para introducirlos como fuente sostenible de proteína en la dieta del futuro. Las respuestas han contribuido a estudiar las áreas que tienen que ver con la aceptación: neofobia, normas sociales, familiaridad, experiencias de consumo y conocimiento de beneficios. Las autoras del estudio destacan que los hombres se muestran más abiertos a consumir insectos que las mujeres, y también se ha puesto de relieve que el grupo de edad más receptivo a probarlos es el de 40 a 59 años.
El aumento considerable de población en el mundo que se prevé hacia el 2050 debido a la mejora de las condiciones de vida en la mayoría de los países, obliga a buscar alternativas en cuanto al abastecimiento de proteína. El incremento del coste de la producción de proteína animal y la creciente presión ambiental en la agricultura y la ganadería nos abocan a encontrar otras opciones productivas y técnicas innovadoras para la obtención de alimentos que tengan en cuenta la dimensión nutricional, ambiental y sociocultural de la sostenibilidad alimentaria.
El uso de insectos como alimento de consumo humano, destaca el estudio de la UOC, podría reunir estas demandas y demostrar ser una estrategia válida para mejorar la seguridad alimentaria global. Se debe tener presente que los insectos pueden crecer en restos orgánicos (actuando como bioconvertidores), ocupar un menor espacio de producción y generar menos gases invernadero. Además, comparando la obtención de insectos con la de carne de vacuno, la emisión de gases invernadero es un 95 % inferior y el consumo de energía cae un 62 %. Los beneficios que pueden aportar los insectos comestibles, y en concreto con respecto a la salud planetaria, se habían abordado anteriormente de una manera más amplia en el artículo "Edible Insect Consumption for Human and Planetary Health: A Systematic Review", en el que también participan algunas de las autoras del estudio sobre la aceptación del consumo.