MURCIA. No hay nada más destructivo que una enfermedad mental arraigada. En especial, los trastornos alimentarios tienen la capacidad de retorcer la personalidad de una manera tan agresiva que impide a la víctima mostrar nada de su vida anterior, tan solo los problemas con su cuerpo. Ante esta situación, no son infrecuentes los casos en los que la ayuda ambulatoria no llega a tiempo y la desnutrición pasa a ser un estado permanente. En ese momento interviene la planta del Hospital Reina Sofía encargada de tratar con Ana y Mía.
Así pues, este hospital murciano acoge a todas las personas de la Región que requieren ayuda urgente para recuperarse del estado físico que provocan los trastornos alimentarios, así como para encauzar un tratamiento posterior que permita recobrar una vida saludable. En concreto, los ingresos suelen durar alrededor de un mes antes de retornar a la atención ambulatoria.
Por desgracia, este último año han tenido más trabajo que nunca, puesto que a pesar de los cierres a los que ha obligado el coronavirus, lo cierto es que la influencia de la pandemia ha provocado un gran incremento en esta patologías: "Tenemos seis camas en el hospital y no hay ninguna libre desde que acabó el confinamiento. Se va un paciente y enseguida llega otro", explica Pilar Salorio, psicóloga de la unidad.
En cualquier caso, lo primordial cuando se completa el ingreso es asegurar que el paciente recupera una correcta alimentación para que su organismo pueda funcionar con normalidad, pues muchas de las chicas que entran allí pierden el periodo por falta de nutrientes en el cuerpo.
"Siempre se produce una mejora en el ánimo cuando empiezan a comer, pasan a tener menos ansiedad"
Aunque las reacciones una vez dentro de la planta son variadas según la conciencia que tengan de su enfermedad, lo cierto es que todos comienzan a comer tarde o temprano a base de refuerzos o "incluso para poder abandonar el hospital cuanto antes", según explica a Murcia Plaza el psiquiatra encargado de coordinar esta unidad, Gonzalo Pagán.
Al fin y al cabo, recuperar una correcta alimentación es clave para poder lidiar con la raíz del problema: "Siempre se produce una mejora en el ánimo cuando empiezan a comer, pasan a tener menos ansiedad", relata Pagán.
En este momento, llega el turno del tratamiento psiquiátrico y psicológico para buscar la manera de solventar la situación personal que ha desembocado en el trastorno, pues este tipo de desordenes siempre vienen motivados por la combinación de varias causas. Asimismo, también resulta importante tratar otras patologías que suelen ir asociadas a esta enfermedad, como ansiedad o depresión y, por encima de todo, resulta imprescindible trabajar en la baja autoestima.
En este punto una de las tareas más urgentes pasa a ser conseguir que los pacientes tomen conciencia del trastorno, pues muchos de ellos ingresan convencidos de que realmente no tienen ningún problema. Para ello, utilizan técnicas como medir sus extremidades y pedirles que intenten adivinar el resultado, de forma que queda ilustrado la diferencia entre el grosor real y lo que ellos piensan.
Por otro lado, un apoyo muy importante para la recuperación lo aporta el refuerzo positivo entre los compañeros de planta, pues al ser una unidad creada expresamente para estos trastornos pueden llegar a comprender la situación de la persona que ocupa la cama de al lado.
No obstante, una vez que abandonan las instalaciones del hospital deja de ser recomendable que mantengan el contacto: "No les recomiendo que tengan relación fuera de la planta porque no están bien, entonces se refuerzan en conductas que no son las más adecuadas", indica la psicóloga Pilar Salorio.
Ya ha quedado establecido que el coronavirus ha conseguido provocar un gran desequilibrio mental en estos pacientes durante el confinamiento, pues el tiempo libre sumado a la influencia de las redes sociales ha conseguido emporar el estado de quienes sufrían trastornos de este tipo.
Sin embargo, no es la única consecuencia que ha tenido, pues también ha reducido la media de edad de los ingresados desde los 17-18 años hasta los 15. No obstante, el género de los afectados continúa siendo el mismo, pues estas patologías afectan principalmente a las mujeres.
De esta forma, arruina el esfuerzo que estaban haciendo los profesionales sanitarios para contener estas enfermedades y que no se propaguen, un objetivo que estaban cumpliendo en los últimos años. Sin embargo, no por ello han dejado de producirse modificaciones en la conducta de los pacientes, pues donde antes ocultaban con ropa ancha los efectos físicos del trastorno ahora se ha creado una tendencia a mostrarlos ampliamente, casi como si fuera una medalla.
Asimismo, también se trata de un tipo de problema que provoca varias recaídas, y más de un paciente ha tenido que ser ingresado de nuevo. No obstante, Salorio insiste en que una vez que salen del hospital y continúan con el tratamiento ambulatorio en sus casas pueden crear su propia nueva normalidad.
Este seguimiento, que suele durar entre cuatro y cinco años, acaba resultando un reto incluso mayor que el de la planta: "Lo peor es la gente que se da el alta a sí misma y no sigue el procedimiento. Para recuperarse de un trastorno alimentario hay que trabajar muy duro durante mucho tiempo, y eso requiere compromiso".